ese momento, despues de enterarse de que su propio hermano era el Carnicero, un violador. Miranda estaba segura de que los temores de Quinn no tenian fundamento. ?Como podia participar una mujer, aunque solo fuera callando, en la violacion y tortura de otra mujer?

Era una perversion. Una perversion casi tan indigna como la de David Larsen.

Salio trabajosamente de la cama y se puso de pie. Tenia la pierna herida rigida y le dolia, pero podia caminar sin muletas si iba lentamente. Moverse era el mejor remedio. En realidad, la pierna no le dolia mas que la terrible magulladura en el hombro, que se hizo al chocar contra la roca.

Necesitaba una ducha. Se habia duchado en el hospital, pero el agua era tibia.

Abrio el grifo y espero a que el agua se calentara. Deseaba que Quinn estuviera ahi. Se quito el pijama y se miro en el espejo.

Tenia diecinueve cortes en los pechos, todos de unos tres centimetros de largo. Los habia contado. Una y otra vez. Habia perdido gran parte de la sensibilidad de los pezones, puesto que los nervios habian sido danados para siempre. Cerro los ojos. Sintio, como siempre, una profunda indignacion ante el reflejo de su escarificacion. Las cicatrices que conservaba en tobillos y munecas por haber estado encadenada, o el corte grande que tenia en el interior del muslo, no le incomodaban ni la mitad que sus pechos heridos.

Se obligo a mirar de nuevo, hasta que la condensacion en el espejo ya no le dejo ver su reflejo.

Ahora las cicatrices eran parte de ella. Tenia que dejar de compadecerse de si misma. Quinn nunca habia sentido el rechazo que ella misma sentia. Rabia, si. Miranda habia visto el destello de rabia en sus ojos.

La rabia no le molestaba. La compasion, si.

?Se habian acabado los «que pasaria si»! Ella se sentia cada dia mas comoda consigo misma. El Carnicero habia muerto. Miranda tenia que enterrar su autocompasion y su rabia. Tenia toda una vida por delante, con Quinn.

Y el la amaba tal como ella era.

Se metio en la ducha caliente y penso en como seria la vida casada con Quinn. Divertida. Un desafio. Emocionante. Frustrante. Ella era una testaruda, y el tambien. Sin embargo, reconciliarse era parte de la diversion de pelearse, ?no?

Habian tardado anos en volver a encontrarse, y Miranda no queria perder ni un minuto. La boda seria lo mas pronto posible. Cuando Quinn volviera a Seattle, ella volveria con el. Seguro que encontraria un empleo en una Unidad de Busqueda y Rescate en el estado de Washington. En Seattle habia rios y cursos de agua, y las Montanas Cascade. Ella tenia experiencia en todo tipo de terrenos.

Y, por primera vez en mas de diez anos, penso en tener un hijo.

Con Quinn.

Cerro el grifo y busco la toalla que colgaba del gancho fuera de la ducha. No la encontro. Que raro. Estaba segura de haberla dejado ahi. Habria caido al suelo. Abrio la puerta del todo y salio.

Y se encontro frente a frente con el canon de una nueve milimetros semiautomatica.

Miro a los ojos frios y desquiciados de Delilah Parker, que no se parecia en nada a la elegante dama de sociedad que habia conocido en el pasado.

– ?Que hacias? ?Lavarte las manos de la sangre de mi hermano?

Cuando en la cabana de Miranda no contestaron, Quinn utilizo la radio para hablar con los agentes que custodiaban la hosteria.

– He emitido una orden de busca y captura de Delilah Parker -dijo-. Seguro que va armada y es peligrosa. Hay serias pruebas de que ha ayudado a su hermano, David Larsen, a secuestrar a las victimas.

– Dios mio -dijo uno de los agentes.

– Pasemos revista. Decid nombre y ubicacion. -Jorgensen, entrada principal y comprobacion del perimetro cada veinte minutos.

– Zachary, entrada principal e interior, aqui.

– Ressler, senderos, granero, aparcamiento, todo despejado.

Silencio. Hasta que hablo Jorgensen.

– Walters, reporta tu posicion.

Silencio.

Quinn sintio que el corazon se le subia a la garganta.

– ?Ressler, tu y Jorgensen, iros a la cabana de Miranda, ya! Llamad a todos los huespedes y empleados al comedor y mantenedlos ahi hasta que os den aviso. Traere refuerzos. Llegare en unos diez minutos.

Dio un golpe a la radio.

– ?Maldita sea! -?Por que la habia dejado sola? Creyo que estaria a salvo. Cuatro polis protegiendo la hosteria. Eran pocos los criminales que se atrevian a cargarse a un poli sin mas. Mas bien, esperaban una oportunidad para colarse sin ser vistos.

Sin embargo, se habia cargado a Walters. Delilah Parker habia llegado hasta Miranda.

Quinn acelero la camioneta, tomando las peligrosas curvas a toda velocidad.

El y Miranda por fin se habian reencontrado. Esta vez no estaba dispuesto a perderla.

Capitulo 38

– Si te atreves aunque no sea mas que a abrir la boca, te matare. Lentamente. Y luego matare a tu amante.

Miranda se creyo la amenaza de Delilah. No queria morir. No ahora, que habia puesto sus demonios a buen recaudo. No soportaba la idea de que Quinn la encontrara muerta.

Delilah Parker era una mujer enferma.

Con las manos atadas detras de la espalda, Miranda sintio la carne de gallina en la piel todavia humeda. Llevaba puesta una delgada bata de algodon y nada mas.

Temblando y descalza, Miranda avanzo a trompicones por el sendero, sintiendo la pierna adolorida. No tenia ni idea de a donde la llevaba Delilah, pero todavia no estaba muerta. Ya encontraria una oportunidad para escapar.

– ?Por que haces esto? -pregunto Miranda.

– Porque quiero -dijo Delilah, como una nina mimada-. Venga, sigue caminando.

Tenia que seguir hablandole. Miranda lo recordaba de sus clases de psicologia criminal.

– ?Por que ayudabas a tu hermano a secuestrar mujeres? Eres una mujer. Supongo que sentirias alguna simpatia por ellas.

Delilah se encogio de hombros.

– Era interesante.

?Interesante? ?Delilah pensaba que violar y disparar a mujeres por la espalda era interesante!

– ?Nos entregabas a nosotras, las mujeres, y luego te marchabas sin mas? ?Sabiendo lo que el iba a hacer?

– Habla mas bajo -advirtio Delilah, con un silbido de voz.

Miranda no podia creer lo que estaba oyendo. Siguio caminando, aunque hablando en un murmullo, consciente de la pistola que le apuntaba por detras.

– ?Como podias hacer eso? ?Simplemente darles la espalda?

– No les daba la espalda. No soy una cobarde. No soy como David.

Miranda tropezo al oir esas palabras. Delilah la encanono para que se levantara.

– Venga, sigue caminando.

– Mi pierna.

– Y ?a quien le importa una mierda tu pierna? Davy ha muerto.

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