doscientos metros, antes de que el sendero desembocara en un prado, oculto por una densa cortina de arboles.

Quinn no podia equivocarse. La bata blanca de Miranda casi brillaba en el fondo verde y marron de los arboles en el limite del prado, como un faro que anunciaba su presencia. Estaba sentada al pie de un arbol. Quinn saco sus prismaticos y miro.

Estaba atada al arbol y amordazada. Llevaba el pelo mojado y aquella sencilla bata. Sin embargo, el frio era un problema menor para ella en ese momento.

Quinn no veia a Delilah por ningun lado. Algo le decia que aquello era una trampa.

Le dieron ganas de correr hasta donde estaba Miranda, pero dio un paso atras. No les serviria a ninguno de los dos si a el lo mataban.

Hablo por radio, en voz baja.

– Parece una trampa. No entreis, repito, no entreis en el claro.

Se giro hacia Jorgensen.

– El megafono -pidio, y este se lo paso.

Quinn respiro hondo. Era el momento clave.

– Delilah Parker -dijo, con el megafono en alto, la voz a todo volumen y con un retintin metalico-. Delilah, soy el Agente Especial Quincy Peterson, del FBI. Puede que te acuerdes de mi. Tuviste la amabilidad de ofrecerme limonada con pastel de platano el dia que llegue a la ciudad.

Quinn dijo lo primero que se le vino a la cabeza, pero parecia lo correcto. Hizo un gesto a los hombres para que se abrieran por ambos lados y no se dejaran ver. Miro a Jorgensen, le hizo una senal y este dio media vuelta y se dirigio a la hosteria. El plan B era un ultimo recurso.

Quinn temia que fuera su unica opcion.

Delilah Parker tenia una obsesion por el control y la imagen. Quinn recordo lo que Nick le habia dicho acerca de su necesidad de ser una buena anfitriona, y que nunca habia que rechazar una copa o una comida de la senora Parker.

Tenia que apelar a esa parte suya.

No a la parte que miraba mientras el hermano violaba a casi dos docenas de mujeres.

– ?Delilah? ?Puedes asomarte para que hablemos?

– ?No! ?Lo esta haciendo mal!

Delilah estaba enfadada, y Miranda la miro a ella y luego a Quinn, a casi cien metros de distancia. Delilah se habia escondido detras de un arbol podrido y hueco. Su intencion era matar a Quinn cuando viniera a rescatar a Miranda. Para que esta lo viera morir.

Pero Quinn no estaba jugando su juego, y eso la enfurecia. Dio una patada en el suelo e hizo un puchero.

– Delilah, ahora esto es entre tu y yo -dijo Quinn por el megafono-. Nadie mas. Tu me dices lo que quieres y yo vere como te lo conseguimos. ?De acuerdo?

– ?No! -De un brinco, Delilah salio de su escondite y se acerco a Miranda a grandes zancadas. Le apoyo el canon del arma en la cabeza. Miranda no podia parar de temblar. Habia visto el cuerpo de Dick Walters. A ella tambien la mataria.

Y mataria a Quinn si tenia la oportunidad.

– Baja el arma para que podamos hablar -dijo Quinn. Empezo a caminar por el lado mas angosto del prado. Daba la impresion de que se alejaba, pero Miranda sabia que estaba haciendo. Intentaba acercarse. Intentaba distraer a Miranda de todo lo que estaba pasando. Miranda solo veia un poli entre los arboles. Seguro que habia mas.

– ?No, no, no! -Delilah dio patadas en el suelo-. ?Es que no lo ves? -grito-. Ella tiene que morir. Pero eso no tiene ninguna gracia si antes no te ve morir a ti. Ella mato a Davy. Ahora tiene que sufrir por haberselo cargado. ?No lo entiendes?

– Delilah, comprendo lo que debes estar viviendo -dijo Quinn-. El dolor es una emocion poderosa.

– Tu no sabes nada del dolor.

– Ponme a prueba.

– No. Solo quieres ganar tiempo. ?Que vas a hacer? Traer a una unidad de las SWAT para que vengan y me disparen. Pues, te dire una cosa, y es que tu amiguita tambien morira.

A Delilah no le temblaba la mano, pero sudaba copiosamente. No dejaba de mirar a uno y otro lado, con ojos de roedor asustado. Miranda esperaba una oportunidad para hacer algo, pero no tenia ni idea de que podia ser. Miraba a Quinn en busca de una senal, pero el no reparaba en ella. Tenia la mirada fija en Delilah.

Siguio acercandose.

– Delilah, tu no quieres hacer eso. Has tomado algunas decisiones equivocadas, pero tu no mataste a esas chicas, ?no?

– ?A quien le importa? A nadie le importo cuando les conte lo que mi madre hacia con Davy. No me creyeron.

– Yo te creo, Delilah.

– No soy tonta, Agente Especial Peterson -grito-. Se lo que intentas hacer. Quieres que me rinda por remordimiento, que diga que lo siento. Pues, no lo siento. Lo unico que lamento es no haber dejado que Davy matara a esta puta -dijo, y le dio a Miranda una patada en el costado-, cuando escapo.

Miranda empezo a cerrar los ojos, esperando la descarga y el dolor del impacto de la bala, cuando vio que Quinn le hacia una senal con la mano. Lenguaje de signos. Era una de las cosas que tenian que aprender en la Academia.

Agachate.

Desde el otro lado del campo, se oyo una voz.

– ?Mama! ?No!

Miranda se giro y la pistola dejo de apuntar a la cabeza de Miranda. Esta se agacho todo lo que pudo.

– ?Ryan? ?Tu tambien piensas traicionarme? -Delilah giro la pistola hacia su hijo.

Y se sucedieron las descargas.

?Bang! ?Bang bang bang bang bang bang!

Con el impacto de los disparos, Delilah trastabillo hacia atras contra el arbol. Cayo sobre el regazo de Miranda, y sus ojos quedaron clavados en ella.

– Paz -dijo, en un ultimo borboteo.

Delilah se sacudio y espiro su ultimo aliento. Miranda se quedo mirando el cuerpo inerte sobre sus rodillas.

Quinn se arrodillo a su lado, echo el cuerpo de Delilah a un lado y le quito la mordaza. Mientras la desataba, le entraron ganas de abrazarla.

Le quito las ataduras de las manos. Ella le echo los brazos al cuello, apretandolo con fuerza, mientras unas lagrimas silenciosas le corrian por la cara. El la levanto y la llevo hacia los arboles, lejos de la muerte.

La beso y la estrecho en sus brazos.

– Siento haber tenido que traer a Ryan, pero solo lo hice como ultimo recurso.

– Lo se.

– Ahora, Miranda, todo ha acabado de verdad.

Capitulo 39

El primer dia de junio amanecio con cielos azules y despejados y una temperatura agradable poco habitual en esa epoca del ano. El vestido de Miranda era un sencillo crepe, con un gran escote por detras y unos finos tirantes, un canesu con vuelos, y una falda ligeramente acampanada hasta los pies. Elegante y clasica, sin parecer fuera de lugar para aquel asunto informal. Se alegraba de haberse cogido la masa de rizos y, por una vez,

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