estaba de vacaciones.

Despues de aplicarse un poco de maquillaje se vistio con unos pantaloncillos cortos beige, una blusa sin mangas y unas sandalias marron. En una hora el dia seria caluroso y humedo y no deseaba sentirse incomoda.

Ir de compras con Deanna era toda una experiencia.

Una vez que llegaron a Provincetown pasaron el resto de la manana en las diversas tiendas. Theresa compro tres vestidos nuevos y un traje de bano antes de que Deanna la arrastrara hasta una tienda de lenceria que se llamaba Nightingales.

Ahi Deanna se volvio absolutamente loca. No pensaba comprar algo para ella misma, por supuesto, sino animar a Theresa a hacerlo. Tomaba de los estantes alguna prenda interior de encaje y la sostenia en alto para que Theresa la observara, y hacia comentarios como: “Esta se ve muy sensual” o “No tienes ninguno de este color, ?o si?”. Habia por supuesto muchas otras personas a su alrededor cuando le hacia aquellos comentarios y Theresa no podia evitar reir siempre que ocurria. La falta de inhibicion de Deanna era una de las cosas que mas le agradaban de ella. En verdad no le importaba lo que la gente pensara, y a menudo Theresa deseaba parecerse un poco a ella.

Cuando regresaron a la casa, Brian leia el diario en la sala.

– ?Hola! ?Como les fue?

– Bien -respondio Deanna-. Comimos en Provincetown y luego hicimos algunas compras. ?Que tal te fue hoy en el juego?

– Muy bien. Si no hubiera fallado en los ultimos dos hoyos habria tirado un ochenta.

– Bueno, creo que solo tendras que seguir practicando hasta que te salga bien.

Brian rio.

– ?No te molesta?

– Por supuesto que no.

Brian sonrio mientras hojeaba el diario, satisfecho porque pasaria mucho tiempo en el campo de golf esa semana. Deanna reconocio la senal de que queria seguir leyendo el diario y dirigio su atencion a Theresa.

– ?Quieres que juguemos gin rummy?

A Deanna le gustaban los juegos de cartas de cualquier tipo. Estaba inscrita en dos clubes de bridge, jugaba corazones como una campeona y llevaba la cuenta de cada vez que ganaba un solitario. Pero ella y Theresa siempre jugaban gin rummy, porque era el unico juego en el que Theresa tenia alguna oportunidad de ganar.

– Claro.

– Esperaba que dijeras eso. Las cartas estan afuera, en la mesa.

Theresa salio para ir a la mesa en la que habian desayunado Deanna la siguio poco despues con dos latas de Coca-Cola de dieta y se sento frente a ella mientras Theresa tomaba el mazo de cartas. Barajo y las repartio.

Deanna alzo la vista.

– Tenia la esperanza de que conocieras a alguna persona especial esta semana.

– Tu eres especial.

– Sabes a lo que me refiero… a un hombre. A uno que te dejara sin aliento.

Theresa la miro sorprendida.

– En realidad no lo he buscado, Deanna.

Saco el seis de diamantes y Deanna lo tomo antes de descartar el tres de picas. Deanna hablaba en el mismo tono que usaba la madre de Theresa cuando discutian sobre ese terna.

– Han pasado casi tres anos desde tu divorcio. ?Acaso no has salido con nadie en ese tiempo?

– En realidad no. No desde que Matt Como-se-llame me dijo que no queria a una mujer con hijos.

Deanna fruncio el entrecejo por un momento.

– Algunas veces los hombres son unos verdaderos idiotas, y el es un ejemplo perfecto. Pero no todos son iguales. Hay muchos hombres buenos vagando por ahi… hombres que se enamorarian de ti en un instante.

Theresa tomo el tres de picas y descarto el cuatro de diamantes.

– Por eso te quiero, Deanna. Dices las cosas mas dulces.

Deanna tomo una carta del mazo.

– Pero es cierto. Creeme. Podria encontrar a una docena de hombres a los que les encantaria salir contigo.

– Pero eso no significa que a mi me agradarian ellos.

Deanna descarto el dos de espadas.

– Creo que tienes miedo.

– ?Por que lo dices?

– Porque se lo mucho que David te lastimo. Esta en la naturaleza humana. Gato escaldado del agua fria huye. Los viejos proverbios encierran grandes verdades.

– Tal vez sea cierto. Pero estoy segura de que si el hombre correcto se presenta, lo sabre. Tengo fe.

– ?Que clase de hombre estas buscando?

– No lo se.

– Por supuesto que si. Todos sabemos, aunque sea vagamente, que queremos. Empieza con lo que es obvio, o sino, comienza con lo que no te gustaria. Por ejemplo… ?estaria bien si el perteneciera a una pandilla de motociclistas?

Theresa sonrio y llevo la mano al mazo para tomar una carta. Su juego se estaba formando. Otra carta y lo tendria listo. Descarto la sota de corazones.

– Nadie de una pandilla de motociclistas, eso es seguro -dijo moviendo la cabeza. Lo penso un momento-. Mmm… supongo que sobre todo debera ser el tipo de hombre que sea capaz de ser fiel. Y creo que me gustaria alguien como de mi edad -Theresa se detuvo y fruncio el entrecejo.

– ?Y?

– Espera un momento. No es tan sencillo como parece. Supongo que estoy de acuerdo con lo que se dice siempre: atractivo, amable, inteligente y encantador… tu sabes, todas esas cualidades que las mujeres buscan en un hombre -de nuevo se detuvo.

Deanna tomo la sota. Su expresion demostraba placer al poner a Theresa en apuros.

– ?Y?

– Tendria que pasar algun tiempo con Kevin como si fuera su propio hijo. Eso es muy importante para mi. ?Ah! Y ademas tendria que ser romantico y tambien atletico. No puedo respetar a un hombre al que pueda ganarle en las vencidas.

– ?Eso es todo?

– Si. Es todo.

– Asi que dejame ver si comprendi todo. Quieres a un hombre fiel, encantador, atractivo de treinta y tantos anos, que ademas sea inteligente, romantico, atletico y que se lleve bien con Kevin ?Correcto?

– Precisamente.

Aspiro profundo mientras colocaba su juego en la mesa.

– Bueno, por lo menos no eres muy exigente. Gin.

Esa tarde, a las seis, Brian y Deanna fueron a dar un paseo a la playa. Theresa se quedo en la casa y los miro por la ventana mientras se alejaban tomados de la mano, caminando por la orilla del mar. Al verlos pensaba que tenian una relacion ideal. Sus intereses eran completamente distintos, pero en vez de que eso los separara parecia unirlos mas.

Despues del atardecer los tres fueron en auto hasta Hyannis y cenaron en Sam’s Crabhouse. El lugar estaba atestado y tuvieron que esperar durante una hora para que les asignaran una mesa, pero los deliciosos cangrejos al vapor y la salsa de mantequilla derretida bien valian la pena. La mantequilla habia sido sazonada con ajo y entre los tres se tomaron seis cervezas en dos horas.

Poco antes de terminar de cenar, Brian les pregunto acerca carta que venia en la botella.

– La lei cuando regrese de jugar al golf. Deanna la pego en el refrigerador con un iman.

Deanna se encogio de hombros y se volvio a Theresa con una expresion de “Te lo dije” en los ojos, pero no comento nada.

– Me parece que es una carta muy especial. Tiene tanta tristeza… -continuo Brian.

– Lo se -respondio Theresa-. Asi me senti cuando la lei.

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