– ?Sabes donde queda Wrightsville Beach?

– No. Nunca la habia oido mencionar.

– Esta en North Carolina -explico Brian mientras buscaba un cigarrillo en la bolsa de su camisa-. Fui a jugar al golf ahi una vez. Sus campos son maravillosos. Un poco planos, pero se puede jugar bien en ellos.

– Como puedes ver, para Brian, todo tiene relacion con el golf -comento Deanna alegremente.

El encendio el cigarrillo y aspiro.

– Wrightsville Beach es una isla que esta frente a la costa, cerca de Wilrnington -dijo al tiempo que exhalaba el humo-. Hay muchas construcciones, pero las playas son hermosas, con arena blanca y aguas tibias. Es un estupendo lugar para pasar una semana, si tienes oportunidad.

Theresa no respondio y Deanna dijo con un tono travieso:

– Asi que ahora ya sabernos de donde es nuestro escritor misterioso y enamorado.

Theresa se encogio de hombros.

– Supongo que si, pero no hay modo de estar seguros. Pudo haber sido un sitio en el que ellos estuvieron de vacaciones o que visitaron. No significa que el viva ahi.

Deanna nego con la cabeza,

– No estoy de acuerdo. Por la manera en la que escribio la carta, me parece que su sueno fue demasiado real para incluir un lugar en el que solo hubiera estado una o dos veces. Casi estoy segura de que vive en Wrightsville Beach o en Wilmington.

– Y, ?eso que?

Deanna se inclino hacia adelante.

– ?Has pensado en lo que te dije acerca de publicar la carta?

– En realidad no. ?Es tan importante para ti?

– Theresa, reconozco una buena historia cuando la veo. En la actualidad la gente esta tan ocupada que el romanticismo parece estar muriendo lentamente. Esta carta demuestra que aun existe.

Sin darse cuenta, Theresa tomo un mechon de su cabello y comenzo a retorcerlo. Era una costumbre que tenia desde que era nina: lo hacia siempre que estaba considerando algo.

– De acuerdo -respondio por fin despues de un rato.

– ?Lo haras?

– Si, pero incluiremos solo sus iniciales y omitiremos la parte donde habla de Wrightsville Beach. Escribire un par de frases para presentarla.

– ?Me da mucho gusto! -exclamo Deanna con un entusiasmo casi infantil-. Sabia que lo harias. La enviaremos por fax manana.

Mas tarde, esa noche, Theresa escribio el inicio de la columna a mano, en un papel que encontro en el cajon del escritorio. Al terminar, coloco las dos paginas en la mesa de noche que estaba tras ella y luego se metio en la cama. Esa noche no durmio bien.

A la manana siguiente, Theresa y Deanna fueron a Chatham y enviaron la columna por fax a Boston. Se publicaria en el diario un dia despues.

La manana y la tarde las pasaron como el dia anterior: fueron de compras, se relajaron en la playa, conversaron de trivialidades y tomaron una deliciosa cena. Cuando el diario llego a la hora del desayuno, a la manana siguiente, Deanna fue la primera en leerlo.

Hace cuatro dias, mientras estaba de vacaciones, encontre una botella en la playa con un mensaje profundamente conmovedor. No he podido olvidarlo y, aunque es algo distinto de lo que suelo escribir, en una epoca en la que el amor eterno y el compromiso parecen estar tan ausentes de nuestra vida, tengo la esperanza de que la encuentren tan significativa como lo fue para mi.

El resto de la columna estaba dedicado a la carta.

– ?Maravilloso! -dijo cuando termino de leer-. Ya impresa se ve mucho mejor de lo que imagine. Vas a recibir muchas cartas por esta columna.

– Ya lo veremos -respondio Theresa mientras comia un bagel sin estar muy segura de si debia creerle o no a Deanna, pero todas maneras con curiosidad.

Capitulo Tres

El sabado, ocho dias despues de haber llegado a Cape Cod, Theresa regreso a Boston.

Entro de prisa en el departamento y abrio las puertas de vidrio que daban al patio trasero para poder ventilar el sitio. Despues de desempacar, se sirvio una copa de vino, se acerco al aparato de sonido y puso un disco compacto de John Coltrane. Mientras el ritmo del jazz se filtraba por la habitacion, reviso la correspondencia. Como siempre, habia muchas cuentas y las hizo a un lado para revisarlas mas tarde.

No habia ninguna llamada de su hijo en la maquina contestadora cuando la escucho. En ese momento estaria cerca de un rio, acampando con su padre en algun lugar de Arizona. Sin Kevin, la casa parecia extranamente silenciosa. Penso en las dos semanas de vacaciones que todavia le quedaban ese ano. Pasaria con Kevin unos dias en la playa porque se lo habia prometido, y aun asi tendria libre una semana. Podria tomarla en Navidad, pero ese ano a Kevin le tocaba ir con su padre asi que no tenia mucho caso hacerlo. Tal vez podria usar esa semana para arreglar algunas cosas en la casa que tenia pendientes, pero… ?acaso alguien querria pasar sus vacaciones pintando y colocando papel tapiz?

Al fin se dio por vencida y decidio que si nada mas emocionante se le ocurria, guardaria esa semana para el siguiente ano. Tal vez Kevin y ella podrian ir a Hawai.

Se acosto y tomo una de las novelas que habia comenzado en Cape Cod. Leyo rapido y sin distraccion y termino casi cien paginas antes de sentirse cansada. A medianoche apago la luz. Por segunda vez en dos dias sono que caminaba por una playa desierta.

La correspondencia en su escritorio el lunes por la manana era abrumadora. Cuando llego habia casi doscientas cartas y el cartero le llevo ese dia cincuenta mas. Tan pronto como entro en la oficina, Deanna senalo con orgullo el monton.

– ?Lo ves? Te lo dije -comento con una sonrisa.

Theresa pidio que no le pasaran llamadas y comenzo a abrir la correspondencia de inmediato. Todas, sin excepcion, eran alusivas a la carta que habia publicado en su columna. La gran mayoria era de mujeres pero tambien escribieron algunos hombres, y la uniformidad de opinion que expresaban la sorprendio. Carta por carta leyo lo mucho que los habia conmovido aquel mensaje anonimo.

Al terminar el dia casi habia leido todas las cartas y se sentia cansada. A las cinco y media empezo a escribir una columna acerca del Viaje de Kevin y lo que sentia ella al tenerlo lejos. Iba mejor de lo que esperaba y estaba a punto de terminar cuando el telefono sono.

Era la recepcionista del diario.

– Oye. Theresa, ya se que me pediste que no te pasara llamadas y es lo que he estado haciendo -comenzo-, pero esta mujer ha insistido mucho. Es la quinta vez que llama hoy y la semana pasada llamo dos veces. Me sigue pidiendo que la ponga en espera hasta que tengas un minuto libre. Dice que es una llamada de larga distancia, pero que tiene que hablar contigo.

– De acuerdo. ?En que linea esta?

– En la cinco.

– Gracias -Theresa tomo el auricular y oprimio el boton linea cinco-. Hola.

La linea permanecio en silencio por un momento. Luego una voz suave y melodiosa, la persona en la linea pregunto:

– ?Es usted Theresa Osborne?

– Si, soy yo -Theresa se retrepo en su silla y comenzo a retorcer un mechon de su cabello.

– ?Fue usted la que escribio la columna acerca del mensaje en la botella?

– Si. ?En que puedo servirla?

La mujer hizo una pausa.

– ?Puede decirme los nombres que estaban en la carta?

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