La mayor parte de los mensajes que se envian en una botella piden a quien los encuentre que responda. Sin embargo, en ocasiones quienes los envian no quieren una respuesta. Una carta semejante, un conmovedor tributo a un amor perdido, se encontro el ano pasado en una playa de Long Island. He aqui una parte:

Sin tenerte a ti en los brazos siento un vacio en el alma. Me sorprendo buscando tu rostro entre la multitud… se que es algo imposible, pero no puedo evitarlo. Tu y yo hablamos acerca de lo que pasaria si las circunstancias nos obligaran a separarnos, pero no puedo cumplir la promesa que te hice esa noche. Lo siento, mi amor, pero nunca podra haber nadie que ocupe tu lugar. Tu y solo tu eres lo unico que he deseado, y a hora que te has ido no siento deseos de encontrar a nadie mas.

Dejo de leer y de subito bajo el tenedor.

“?No puede ser!”, penso mientras observaba las palabras. “Sencillamente no es posible”.

Se seco la frente y se dio cuenta de que le temblaban las manos. ?Otra carta? Dio vuelta a la hoja para ver el frente del articulo y el nombre del autor. Fue escrito por el doctor Arthur Shendakin, profesor de historia de Boston University.

Se puso en pie de un salto y tomo la guia telefonica del estante cercano a la mesa del comedor. Habia menos de doce Shendakin, solo dos tenian una A como primera inicial. Miro la hora antes de Marcar. Las nueve y media. Era tarde, pero no demasiado. Marco el numero y espero mientras el telefono comenzaba a sonar.

Una vez.

Dos veces.

Tres veces.

A la cuarta vez comenzo a perder la esperanza, pero en la quinta oyo que descolgaban el telefono.

– ?Hola! -oyo la voz de un hombre.

Ella se aclaro la garganta.

– Hola. Habla Theresa Osborne del Times de Boston. ?Es usted Arthur Shendakin?

– Si, soy yo -respondio el hombre en tono de sorpresa.

– ?Ah! Buenas noches. Solo le llamaba para saber si es usted quien publico un articulo el ano pasado en la revista Yankee sobre mensajes en botellas.

– Si, yo lo escribi. ?En que puedo servirla?

Theresa sentia que le sudaban las manos en el telefono.

– Tengo curiosidad acerca del mensaje que dice usted que aparecio en Long Island. Se que es una peticion poco usual, doctor Shendakin, pero me interesa obtener una copia de la carta. Significaria mucho para mi.

– ?Solo una copia?

– Si, por supuesto. Puedo darle mi numero de fax o puede usted enviarmela.

El permanecio un momento en silencio antes de responder:

– Yo… creo que esta bien.

– Gracias, doctor Shendakin -antes de que pudiera cambiar de Opinion Theresa le dio su numero de fax.

Al dia siguiente, cuando salio hacia su trabajo, sentia la cabeza en las nubes. La posible existencia de una tercera carta le hacia dificil pensar en nada mas, pero al llegar a su escritorio espero, con toda premeditacion antes de ir a donde se encontraba el fax. Encendio su computadora, llamo a dos medicos con los que tenia que hablar para su articulo sobre autismo, y tomo algunas notas acerca de otros posibles temas.

Cuando ya no se le ocurrio que otra cosa hacer, se dirigio hacia el fax y comenzo a revisar acuciosamente el material que habia llegado. Todavia no estaba clasificado y encontro varias docenas de paginas dirigidas a otras personas. A la mitad hallo una portada dirigida a ella, luego dos paginas mas, y al revisarlas con mas atencion lo primero que reconocio fue el dibujo del velero grabado en la esquina superior derecha.

25 de septiembre de 1995.

Querida Catherine:

Ha pasado un mes desde la ultima vez que te escribi, pero ha transcurrido tan lentamente… ahora la vida pasa como un paisaje frente a la ventana de un auto en movimiento. No se a donde me dirijo ni cuando llegare.

Ni siquiera el trabajo me quita el dolor. Tal vez bucee para divertirme o para ensenar a otros como hacerlo, pero cuando regreso a la tienda me parece vacia sin ti. Hago los pedidos para surtir la tienda como siempre, pero todavia hay momentos en los que miro por encima del hombro sin pensar y te llamo.

Sin tenerte a ti en los brazos siento un vacio en el alma. Me sorprendo buscando tu rostro entre la multitud… se que es algo imposible, pero no puedo evitarlo. Tu y yo hablamos acerca de lo que pasaria si las circunstancias nos obligaran a separarnos, pero no puedo cumplir la promesa que te hice esa noche. Lo siento, mi amor, pero nunca podra haber nadie que ocupe tu lugar. Tu y solo tu eres lo unico que he deseado, y ahora que te has ido no siento deseos de encontrar a nadie mas. “Hasta que la muerte nos separe”, juramos en la iglesia, y he llegado a creer que esas palabras seran realidad; hasta que yo tambien me marche de este mundo.

Garrett

– Deanna, ?tienes un minuto? Necesito hablar contigo.

Deanna levanto la mirada de la computadora y se quito los anteojos para leer.

– Claro que si. ?Que sucede?

Theresa puso las tres cartas sobre el escritorio de Deanna y le explico como habian llegado a sus manos. Cuando termino de contar la historia, Deanna leyo las cartas en silencio. Theresa se sento en una silla frente a ella.

– Bueno -dijo al terminar de leer la ultima carta-, si que has estado guardando el secreto, ?verdad?

Theresa se encogio de hombros y Deanna continuo.

– Pero hay algo mas que el hecho de haber encontrado las cartas, ?no es asi? Te interesa este hombre, Garrett.

Theresa lo penso por un momento.

– Estos ultimos dias han sido muy extranos… quiero decir que… no puedo dejar de pensar en el y no se por que. No se quien es, no lo conozco, nunca hemos hablado. Incluso podria ser un hombre de setenta anos.

Deanna se retrepo en su silla y asintio pensativa.

– Es cierto, pero… no creo que sea ese el caso. ?Tu si?

Theresa nego lentamente con la cabeza.

– Tampoco yo -subrayo Deanna mientras tomaba otra vez las cartas-. Habla de como se enamoraron cuando eran jovenes. Es maestro de buceo y escribe sobre Catherine como si solo hubieran estado casados unos cuantos anos. No creo que sea tan viejo.

– Es lo mismo que yo pense.

– ?Quieres saber lo que creo?

– Por supuesto.

– Creo que debes ir a Wilmington y tratar de encontrar a Garrett -sugirio Deanna con voz pausada.

– Pero parece tan… ridiculo. No se nada sobre el. Y si… -se detuvo y Deanna termino la frase.

– ?Y si no es como lo imaginas? Theresa, puedo garantizarte que no lo es. Nunca nadie lo sera, pero yo creo que eso no deberia afectar tu decision. Si quieres saber mas, solo ve.

– ?No crees que todo este asunto es una locura?

Deanna nego con la cabeza, pensativa.

– Por supuesto que no. Recuerda que soy mayor que tu y tengo mas experiencia. Una de las cosas que he aprendido de la vida es que hay ocasiones en las que uno debe aprovechar las oportunidades. Ademas, Kevin aun no regresa y te quedan muchos dias de vacaciones en este ano.

Theresa empezo a retorcer un mechon del cabello con el dedo.

– Haces que todo parezca tan facil…

– Es facil. La parte dificil sera encontrarlo, pero creo que estas cartas tienen informacion que podemos usar para ayudarte. ?Que te parece si hacemos algunas llamadas telefonicas?

Theresa llevo su silla al otro lado del escritorio de Deanna.

– ?Por donde empezamos?

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