hacia con quienes estaban debajo de el en la cadena de mando. Cuando hubo expulsado hacia el techo la primera bocanada de humo se digno hablar.

– ?Has acabado ya el asunto que tenias en marcha? -pregunto. Tenia la costumbre de tutear al personal a sus ordenes como democratica muestra de companerismo, exigiendo en justa reciprocidad a su condescendencia un respetuoso tratamiento de usted.

– Si, justo antes de venir a verle.

– En ese caso podras dedicarte a otro asunto que acaba de surgir. Hemos sido avisados hace unos pocos minutos del descubrimiento de un cadaver, y quiero que te presentes junto a una patrulla uniformada en el lugar de los hechos. El Juzgado ya esta en camino.

– ?Hay indicios de muerte violenta?

– Aun no lo sabemos con absoluta seguridad, pero parece ser que no. Es mas bien el tipico caso en el que, al no haber un medico que certifique la defuncion, se avisa al Juzgado y el Juzgado nos avisa a nosotros.

– Conozco el procedimiento, lo que no entiendo es por que tiene que acudir un inspector de Homicidios. Normalmente, en estos casos suele ser suficiente con que vaya una patrulla al mando de un cabo.

– Asi suele ser, pero esta vez es diferente. Al parecer, el fallecido es un conocido periodista. Mira, la jueza de guardia ha decidido ir ella en persona, asi que no estara de mas que uno de los nuestros aparezca por alli. Por si acaso. Debido a la personalidad del muerto cabe que, aunque segun las primeras impresiones no haya nada raro, se le de publicidad, y en ese caso ni el Juzgado ni la Jefatura queremos que se nos tache de negligentes. ?Vas comprendiendo?

– Si, esta claro. Ventajas de ser famoso. Me pondre en marcha ahora mismo, en cuanto me diga adonde debo ir y que coche me va a llevar.

– Una ultima cosa, Rojas. Vas tan solo en calidad de representante de Homicidios, para que se sepa que nos hemos interesado por el asunto, pero ?ojo!, si observas algo raro, que no creo, no actues por tu cuenta. Si observas algo raro, me lo transmites a mi y ya tomare las decisiones oportunas. Has entendido, ?no? En ese caso ya puedes irte, te estan esperando en el garaje.

El periodista muerto se llamaba Andoni Ferrer Lamikiz y vivia en la calle Rodriguez Arias. Aunque Rojas no hubiera sabido el numero exacto, el corrillo de curiosos que siempre se forma en los lugares donde ha habido un accidente, incluso aunque segundos antes hubiera podido parecer un desierto, delataba sin duda alguna su ubicacion. Rojas ordeno a los numeros que le acompanaban que se quedaran junto al portal para alejar a los posibles curiosos y subio acompanado por el cabo.

Una joven pelirroja le abrio la puerta y le invito a pasar a la sala en la que aun se encontraba tendido el cadaver.

– El inspector Rojas, ?no? Acaba de avisarnos el comisario Manrique. Soy Josune Larrazabal, la jueza de guardia. Le presento a Javier Valbuena, nuestro secretario, y a Mikel Arriaga, el medico forense. El secretario y yo tenemos que regresar ahora mismo al Juzgado para redactar la diligencia de inspeccion ocular y levantamiento de cadaver, asi como para resolver otros asuntos de tramite, pero el senor Arriaga se quedara aqui por si usted cree conveniente hacerle algunas preguntas, aunque mi primera impresion es que no hay nada excepcional. Ah, otra cosa. El cadaver lo ha descubierto su mujer, pero no podra hablar con ella en este momento; se encuentra descansando en casa de los vecinos de la puerta B. Bueno, adios, espero que nos veamos pronto.

Se despidio de Rojas, del forense y del cabo sonriendo y agitando la mano. Era muy joven y su desenvoltura apenas hacia otra cosa que intentar ocultar su nerviosismo; tal vez fuera el primer levantamiento al que asistia. Cuando se quedaron solos los tres hombres, el medico mostro a los policias el cadaver. Rojas se acerco lentamente. Aunque era policia desde hacia bastante tiempo, no acababa de acostumbrarse a los vidriosos ojos de los muertos, a esa expresion -o quiza sea mas correcto decir inexpresion- vacia y sin futuro, al hedor que se desprendia de lo que antes habia sido un organismo vivo. La descomposicion habia comenzado y, si bien no estaba muy avanzada, empezaba a notarse en el ambiente su olor dulzon. A simple vista, Rojas no distinguio senales de violencia.

– ?Se conoce ya la causa de la muerte? -pregunto al forense.

– Habra que esperar a hacerle la autopsia, pero en principio parece que se ha producido un paro cardiaco.

– ?Cuanto tiempo lleva muerto?

– Posiblemente cinco o seis horas, es dificil precisar mas.

– Conque paro cardiaco. ?Se podria saber que es lo que ha causado ese paro?

– En este caso creo que si -contesto el medico acercandose al cadaver. Se agacho sobre el y levanto la manga izquierda de la camisa-. Observe -anadio.

Rojas se agacho a su vez, su mejilla casi rozando la del forense. En una vena de la muneca podian vislumbrarse las huellas de un pinchazo. Solo uno.

– Sobredosis.

– ?Esta usted seguro? No hay mas que esa marca, no parece logico pensar que fuera adicto, quiza esa senal haya sido producida por una vacuna o cualquier otra cosa -contesto Rojas-. ?Ha encontrado algo mas que avale su teoria?

El medico introdujo una mano en el bolsillo interior de su americana y saco un sobre amarillo con el membrete del Juzgado de Instruccion n? 1. Lo sopeso unos momentos antes de entregarselo al policia.

– Su Senoria me ha dicho que se lo entregue por si quieren estudiarlo, pero tendran que devolverlo cuanto antes, junto al atestado que nos remitan. Seguramente contendra las huellas de la mujer del senor Ferrer, que es quien la ha encontrado. Es una jeringuilla normal como las que pueden comprarse en cualquier farmacia, y posiblemente solo haya sido usada una vez.

– ?Esta seguro de que es esto lo que ha causado la muerte?

– Al ciento por ciento, no, pero si estoy razonablemente seguro. Habra que esperar a la autopsia y al analisis de la jeringuilla, ya que contiene algunos residuos, pero sinceramente no creo equivocarme.

– No parece que haya senales de violencia.

– No las hay. O se inyecto el mismo o no se opuso a que le inyectaran.

– ?Suicidio, entonces?

– Suicidio, accidente, asesinato. Usted tendra que averiguarlo y la jueza tomar la decision final. ?Suicidio? Pudiera ser, aunque el difunto no ha tenido la delicadeza de dejar ninguna nota aclaratoria. ?Asesinato? Su Senoria no lo cree.

– El comisario, desde su despacho, tampoco.

– Es lo mas sencillo, ?no es cierto? Pero posiblemente tengan razon.

– ?Y la posibilidad de accidente?

– Perfectamente factible. Usted ya ha indicado que no era adicto, y sin embargo parece que ha sido un pico lo que le ha originado el paro cardiaco. Tal vez al querer probarlo y no conocer bien el ambiente, le hayan proporcionado caballo en mal estado y le han causado la muerte. Pensandolo bien, es la solucion mas logica.

– Ideal para el comisario Manrique, asi no estara en el punto de mira de los periodistas, aunque admito que es una hipotesis bastante razonable. Una ultima cosa: ?cuando estara en condiciones de prestar declaracion la mujer del muerto?

– Me temo que ahora va a ser imposible, inspector. Se encontraba en un estado de fuerte agitacion nerviosa y he tenido que administrarle un sedante. Pero si no tiene inconveniente, la jueza la ha citado manana a las doce en su despacho del Juzgado y me ha pedido que le diga que podra usted estar presente si asi lo desea.

– Procurare asistir. Por favor, ?puede indicarme donde esta el telefono?

El medico le acompano al vestibulo. Rojas marco el numero de Jefatura y hablo durante unos segundos con su superior. Al colgar volvio a cruzar unas palabras con el medico.

– Van a enviar dentro de unos minutos a un par de companeros del Gabinete de Identificacion. No creo que encuentren nada, pero es mejor no dejar ningun rincon sin barrer.

– ?Se va a quedar a esperarlos?

– Si.

– De acuerdo. Si le parece bien, cuando baje avisare a los empleados de la funeraria, que estan esperando en una calle cercana, para que suban a recoger el cadaver.

– Por mi no hay ningun inconveniente.

– En ese caso asi lo hare. -Estrecho la mano del inspector y anadio-: Perdone que me meta en lo que no me

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