importa, pero como no nos conociamos he supuesto que es usted algo novato en estas lides, asi que le ruego que acepte un consejo dado de buena fe. No se rompa la cabeza. Ya se que puede llegar a ser frustrante admitirlo, pero cuando un juez y un comisario estan de acuerdo en considerar que no hay nada raro en un asunto, suelen tener razon. No siempre, por supuesto, pero si la mayoria de las veces. Bueno, perdone y hasta luego.

5

Llovia en Bilbao, pero Tomas Zubia no llevaba paraguas. No se le habia olvidado en la pension, sino que habia salido sin el aposta. Queria sentir como el ya escaso pelo se le encrespaba al contacto con el sirimiri. Otros turistas americanos cuando salen de su pais buscan el sol. El buscaba la lluvia. Sus recuerdos de Bilbao eran basicamente de dias lluviosos, de esa lluvia fina sin la cual su ciudad natal no seria la misma.

Hacia diez dias que habia aterrizado en el aeropuerto de Sondika. Diez intensos dias. Aunque su regreso al lugar del que habia salido hacia varias decadas respondia a un motivo concreto, aprovecho su estancia para rememorar todo aquello que creia perdido en el fondo de su mente pero que de repente habia surgido con fuerza. Ciudades, paisajes, incluso olores, le devolvian a su infancia, a su juventud perdida, aunque ya nada fuera igual. Durante una semana tuvo unas autenticas vacaciones en las que penas y alegrias se repartieron equitativamente. Habia vuelto a saludar en Gernika al viejo arbol que cantara Iparragirre y visitado la Casa de Juntas. En Elantxobe se habia extasiado contemplando su puerto. Comio sardinas en Santurtzi y besugo en Getaria. Pudo comprobar como Vitoria, designada capital de Euskadi, habia crecido. Piso la arena de la Concha y paseo por la Taconera en Pamplona. Habia merecido la pena volver a casa, aunque a los ojos de las personas con las que se cruzaba pareciera un turista mas y no un exiliado que tras jubilarse volvia a su pais.

Fueron diez dias intensos, pero Tomas Zubia no era, nunca lo habia sido, una persona que disfrutara sin mas con el ocio. Cuando considero que su cupo de anoranza estaba cubierto, volvio sus ojos a la mision que le habia traido hasta su antigua patria, hacia lo que iba a ser su ultimo trabajo, aunque esta vez trabajaria por cuenta propia. Como no queria que su estancia en su ciudad natal fuera conocida por sus antiguos companeros, actuaba en solitario, lo que le obligaba a ser extremadamente cauto, ya que no se sentia seguro en el Bilbao actual. ?Era tan diferente al entranable bocho [2] que el habia conocido y vivido! Aun asi, habia avanzado. Con prudencia, pero habia avanzado. Entre los informes que le habia proporcionado la DEA y lo que el habia averiguado e intuido, pronto podria destapar el escandalo. Su unica preocupacion ahora era como hacerlo.

No sabia si acudir a la Policia Nacional o a la Ertzaintza, la nueva policia autonomica vasca, pero seguramente no iria a ninguna de las dos. Preferia el camino de la prensa. Mientras trabajaba para el Gobierno de Washington procuraba mantenerse siempre lo mas alejado posible de los periodistas, pero ahora que iba por libre era diferente. Ahora necesitaba contactar con algun periodista inquieto y valiente que no tuviera miedo a informar de un asunto escabroso. Le habian hablado muy bien de un tal Andoni Ferrer, pero habia fallecido semanas antes de que el llegara a Bilbao. Mala suerte. Tendria que buscar otro, pero no se inquietaba por ello. Seguro que existia, era cuestion de paciencia.

Tomas Zubia habia aceptado con buena cara su jubilacion, consciente de que habia cumplido un ciclo vital en la agencia y debia dar paso a savia nueva y joven, pero aun se consideraba en plena forma, no solo mental sino fisica. Todavia se sentia capaz de doblegar en una pelea a alguien mucho mas joven que el pese a que afortunadamente el tiempo de la accion directa estaba felizmente periclitado, pero no contaba con que su regreso al utero materno le iba a hacer bajar la guardia. El soldado que habia sobrevivido a dos atroces guerras, el espia que habia salido incolume de sus actividades detras del antiguo Telon de Acero, no imaginaba que iba a ser su ciudad, aquella que le habia visto abrir por primera vez los ojos, la que iba a presenciar el fin de su ciclo vital. Si Tomas Zubia hubiera sido un romantico tal vez habria pensado que habia en ello algun tipo de justicia poetica, aunque es mas probable que se hubiera limitado a cerrar los ojos con dolor maldiciendo lo grotesco y paradojico de acabar siendo asesinado no por un soldado o un agente enemigo, sino por un yonqui desesperado ansioso por sentir correr en sus venas el flujo de la heroina.

Eran las doce de la noche y Tomas Zubia regresaba andando desde el barrio de Deusto hasta la pension de la calle Maria Diaz de Haro en la que se habia instalado. No se veia pasear a la gente, ya retirada en sus hogares, pero aun asi el ex agente caminaba tranquilo. Bilbao, por lo que habia sabido, no era una ciudad especialmente insegura y, por otra parte, sabia manejarse en las peores situaciones; sin embargo, tal vez su exceso de preparacion le hizo confiarse, o fue tan solo el instinto atavico que nos hace pensar que cuando la tierra madre nos acoge no hay ya nada que temer, lo que le hizo caer como un pardillo en la trampa que le habian preparado.

Cuando acababa de cruzar el puente de Deusto y empezaba a bajar las escaleras que conducian al parque, se cruzo con un joven aparentemente borracho que trastabillo yendo a caerse junto a el, casi a sus pies. Tomas Zubia dio un rodeo para apartarse de el y, en ese momento, quedo de espaldas. El joven borracho, en realidad un drogadicto llamado Antonio Jalon, aprovecho la oportunidad, y sacando una navaja que llevaba escondida en el bolsillo de su pantalon, se la clavo repetidas veces en la espalda, y cuando su victima cayo al suelo, con un movimiento certero le rebano el cuello.

Un trabajo algo sucio pero eficaz, como estaba previsto. No habia ningun testigo cercano, pero a lo lejos se veian unas cuantas personas que por logica tenian que haber sido espectadoras de la accion. Testigos lejanos, incapaces de reconocer al asesino, pero lo suficientemente cercanos para explicar a la policia que era evidente que habia sido un robo, un navajero sin mas, un muerto de hambre posiblemente drogado. Son todos iguales, senor comisario, gentuza que habria que eliminar, senor juez, seguramente mato por unas miseras pesetas. Si, eso dirian los testigos. Un trabajo perfecto.

Para ahondar mas en esa idea, Antonio Jalon registro a su victima en busca de la cartera y se guardo todo el dinero que encontro en el bolsillo de su chamarra, asi como un broche de oro que llevaba el muerto. Los dos hombres que le habian contratado no solo no le disuadieron de hacerlo, sino que le animaron. Asi se reforzaria la idea de que la muerte habia sido consecuencia del animo de robo.

Antes de que los testigos se acercaran mas de lo aconsejable, arrastro el cuerpo hacia el paso subterraneo que une el puente con el parque. Realizada esa operacion y habiendo limpiado la navaja en los pantalones del muerto, se dirigio hacia el paso cebra de Maximo Agirre. Cruzo la calle rapidamente y torcio hacia Juan de Ajuriagerra. Junto a la esquina se encontraba estacionado un Opel Kadett con matricula de Valencia. Abrio la puerta delantera de la derecha y se introdujo en el.

– ?Todo bien? -pregunto el hombre alto, que se hallaba recostado en el asiento del conductor.

– De puta madre.

– Los documentos y la navaja -le exigio el hombre bajo desde detras de su asiento-. Venga, damelos.

Antonio Jalon entrego al hombre bajo lo que este le habia pedido. Una vez en su poder lo metio en un sobre blanco grande y bajo del automovil. Muy cerca habia un contenedor de basura. Lo abrio y arrojo el sobre al interior. Luego se acerco de nuevo a la portezuela del copiloto y la abrio.

– Ya puedes irte. ?Largo!

– ?No podeis llevarme hasta casa?

– ?Que te largues he dicho! Y sin conas. Si queremos algo mas de ti ya te avisaremos. Mientras tanto, ni existimos siquiera. Asi que puedes irte sin decirnos adios. Entre gente que no se conoce, y nosotros no nos conocemos, no hay que andarse con formalidades. Y mucho cuidado con lo que haces de ahora en adelante. Recuerda que lo sabemos todo sobre ti, mientras que tu no sabes nada sobre nosotros. Portate bien y disfrutaras de la vida. Portate mal y no habra mas vida para ti.

6

Cuando Inaki Artetxe salio de la carcel no hubo periodistas ni grandes recibimientos; apenas un punado de familiares y amigos se habian concentrado en las inmediaciones de la prision de Basauri para esperarle, pero el lo preferia asi. Cinco anos antes su detencion habia tenido mas publicidad de la deseada. En aquella epoca era miembro de la Ertzaintza, la policia autonomica vasca, y una noche un antiguo amigo de su cuadrilla aparecio por su

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