Cuando se quedaron a solas, Artetxe escudrino durante unos segundos al hombre que acababa de estrecharle la mano. Al principio habia esperado encontrarse con otro tipo de persona, por eso se sorprendio al verle. Sin ser un chiquillo, Carlos Arroniz era un hombre joven. Artetxe no le echaba mas alla de treinta anos. Debe de ser uno de esos, ?como se llaman?, ah, si, yuppies, penso, aunque despues de cinco anos quiza esa palabra no estuviera ya de moda. Si, tenia un aspecto juvenil, e incluso mientras le invitaba a tomar asiento en una comoda silla que habia junto a la mesa sonrio de un modo que le hacia parecer un veinteanero. Debe de ser el squash, penso de nuevo Artetxe. Tendre que hacer caso a mi hermano Andoni y empezar a jugar tambien. Segun parece, obra milagros.

– ?Senor Artetxe? Encantado de conocerle. El senor Uribe me ha hablado muy bien de usted.

– Gracias, pero supongo que si le ha hablado de mi le habra contado el motivo de que nos conocieramos. Fue mi abogado en el proceso que tuve por colaboracion con banda armada y mientras he estado ingresado en prision. Precisamente ayer mismo quede en libertad.

– Lo se, y no niego que me desconcerto al principio, pero el bufete del senor Uribe nos lleva representando, tanto a mi empresa como a mi personalmente, desde hace muchos anos y confio en su buen criterio, asi que cuando me dijo que usted era el hombre indicado no dude ni un segundo en pedirle que concertara una cita.

– Me alegra que las cosas esten claras desde un principio, pero debo avisarle de que aun no me he comprometido a nada, salvo a aceptar reunirme con usted. Por otra parte, el propio senor Uribe me ha comentado que se trata de un asunto personal suyo, no relacionado con nada en lo que esten trabajando el o sus companeros del bufete.

– Asi es, pero por sus palabras deduzco que no le ha contado nada.

– En efecto.

– Casi mejor, porque de ese modo todo lo que tiene que saber lo conocera de mi propia boca. Senor Artetxe, usted ha sido policia.

– Lo fui, pero me inhabilitaron para el ejercicio de la profesion; supongo que es una de las cosas que le habra explicado el senor Uribe.

– Tiene usted razon, pero si le he preguntado eso no es por confirmar lo que me conto el abogado, sino por intentar centrarme desde el principio en lo que tengo que decirle. Quiero contratarle en calidad de detective; no, no hace falta que me diga nada -anadio Arroniz al observar que Inaki Artetxe queria hablar-, ya se que usted no tiene licencia para actuar como tal, pero eso no tiene para mi la menor importancia. El senor Uribe me ha explicado que era usted muy bueno en lo suyo y que aun conserva la capacidad y los contactos suficientes para llevar a buen puerto una investigacion; por eso he decidido contratarle.

– Me halagan sus palabras, pero cinco anos son muchos anos; el tiempo no pasa en balde.

– En ese caso piense que le estoy dando la oportunidad de recuperar ese tiempo perdido, y hay algo mas. Le ofrezco dos millones de pesetas, uno que le pagaria en este instante y otro tras la realizacion del trabajo.

– ?Dos millones? Usted esta loco -dijo Artetxe removiendose inquieto en su silla-; nadie tira el dinero de ese modo, y mucho menos para darselo a alguien que acaba de salir de la carcel, salvo que quiera matar a una persona. No me gustaria decepcionar al senor Uribe, pero me extrana que estuviera al tanto de esta oferta tan insolita.

– Por favor, le ruego que me conceda unos minutos de su tiempo. Es cierto que he empezado un tanto bruscamente, pero eso se debe a que no estoy acostumbrado a tratar estas situaciones. Puede ser descabellado ofrecerle dos millones de pesetas, pero dirijo una empresa y se que las cosas, independientemente de su valor intrinseco, valen lo que una persona esta dispuesta a pagar por ellas, y yo estoy dispuesto a pagarle ese dinero por hacer algo que ni es ilegal ni es imposible, pero que para mi es de vital importancia. ?Por que no me da una oportunidad y escucha con tranquilidad mi historia? Luego, si quiere irse y no volver mas, en fin, lo lamentaria, pero esta en su derecho.

Artetxe asintio en silencio. En el fondo admitia que su contestacion habia sido extemporanea, pero no es facil pedirle a un ex policia que acaba de salir de la carcel que asimile la oferta recibida con tranquilidad. Escuchar no le comprometia a nada y, por otra parte, dos millones de pesetas era una cantidad que no le compensaria si le hiciera correr el riesgo de volver a la carcel, pero que le vendria muy bien para asentarse en su nueva vida, asi que dulcifico su tono y dijo a su acompanante que estaba dispuesto a escucharle.

– Gracias. No me resulta facil pero intentare ser lo mas conciso posible. En el fondo se trata de una historia normal: una chica a la que conozco durante unas vacaciones en Ibiza, nos enrollamos, lo pasamos bien juntos y se acabo, o eso era lo que pensabamos entonces, pero al poco tiempo volvimos a encontrarnos en Bilbao por sorpresa, ya que ninguno de los dos sabiamos que eramos convecinos. Volvimos a quedar de vez en cuando, al principio sin mucha asiduidad pero mas tarde casi diariamente, hasta que comprendimos que lo nuestro se estaba convirtiendo en una relacion seria. Es curioso, lo que habia empezado como una simple relacion sexual plenamente satisfactoria para ambas partes en Ibiza y habia proseguido esporadicamente en nuestro lugar de residencia se habia convertido en una relacion nueva, mas tranquila y profunda, incluso podria ser calificada de convencional. En el fondo se trata de una historia como miles que suceden continuamente, nada excepcional por lo tanto. ?Como llegamos a ello? No lo se ni me importa. Nunca puede uno saber la causa de que este enamorado. Lo esta y punto.

»Nuestra relacion era de lo mas normal, como la de las demas parejas que se encuentran en nuestra situacion, supongo. Con momentos mejores y peores, buenos y malos, sin que estos ultimos llegaran a empanar nuestro entendimiento.

»Teniamos nuestros problemas, como todo el mundo, pero no nos quitaban el sueno. Quiza el mas importante, no porque consiguiera herir nuestra relacion, sino porque disgustaba afectivamente a Begona, ese es su nombre, lo constituia la actitud de su padre.

»Usted conoce sin duda el nombre del padre, y tal vez a el. Se llama Jaime Gonzalez Caballer, empresario conocido no solo en el Pais Vasco, sino en el resto de Espana, vicepresidente de la Diputacion de Bizkaia durante el franquismo, lider de un partido reformista durante la transicion, aunque nunca consiguiera el escano de diputado, y hombre de fuerte personalidad. Se opuso desde el primer momento a nuestras relaciones, si bien, como persona educada que aparentaba ser, no nos armo ningun escandalo ni nos puso en ninguna situacion violenta.

»?Por que esta oposicion? No lo se, senor Artetxe, juro que no lo se. ?Prejuicios economicos o sociales? La idea es ridicula. Ya le he dicho antes que economicamente no tengo ningun problema, puedo proporcionar a Begona el mismo tren de vida que lleva con su padre. Y en cuanto a la posicion social, en mi tierra natal, Extremadura, mi familia es harto conocida. ?Prejuicios por ser de fuera? Seria absurdo. El padre de Begona es valenciano, y con la familia de su madre siempre me he llevado perfectamente, no con una cordialidad producida por la mera educacion, sino con autentico carino y amistad. ?Quiza un desmedido amor de padre segun el cual nadie es merecedor de su hija? O mas sencillamente, ?una de esas primeras impresiones que hacen que alguien a quien acabas de ser presentado te caiga mal, sin motivo alguno, pero que no se pueden evitar por mas que lo intentemos? Puede ser. En el fondo, una causa u otra lo mismo da. Me hubiera gustado cambiar esa situacion, pero no conseguirlo no me traumatizo. Mientras Begona y yo tuvieramos las ideas claras, la actitud de su padre no nos preocupaba. Eso pensabamos antes. Ahora, en cambio, he empezado a pensar de otro modo.

Llegado a este punto de su monologo, Arroniz callo, tal vez esperando que Artetxe hiciera algun comentario o pregunta, pero este no abrio la boca. Intuia que era mas positivo permitir que Arroniz continuara su historia. Hasta el momento su cliente -pues asi lo consideraba ya- habia hablado todo el rato en pasado, pero habia un presente que antes o despues tendria que salir a relucir, y su silencio le obligaria a emerger lo mas pronto posible.

– Procurare ir al grano despues de este preambulo. Hace ya dos meses y medio que no se nada de ella. Exactamente desde el diecisiete de junio. Nos habiamos citado en el Dantxarinea, un bar cercano a Lurmetalsa, la empresa en la que trabajo, a las siete de la tarde, mi hora de salida, pero no aparecio. Me cabree por lo que yo suponia una falta de formalidad, pero no me inquiete. Esas cosas pasan de vez en cuando; no era la primera ocasion en que ella o yo nos dabamos planton. No era algo habitual, claro, pero tampoco inconcebible. Me limite a esperarla durante casi una hora y luego me fui a mi apartamento. Suponia que, como solia suceder en estos casos, acabaria llamandome, pero me equivoque. Al dia siguiente, bastante enfadado a decir verdad, intente ponerme en contacto telefonico con ella sin lograrlo. Ni esa vez ni las posteriores. Siempre que llamaba a su casa me decian que no estaba y que no sabian donde podia localizarla. Por lo menos, las primeras veces. Posteriormente me comunicaron que Begona no queria hablar conmigo, que no queria saber nada de mi. Fui varias veces a su casa, pero no me permitieron entrar. Incluso me amenazaron. Hace ocho dias cumplieron sus amenazas.

– ?Que sucedio?

– El chofer de Gonzalez Caballer, que por lo visto se gana un sobresueldo como maton, se presento en mi despacho y me dio una paliza.

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