muerto tendria una nueva existencia en otro mundo. Pura supersticion, por supuesto; sin embargo, aqui la hemos hecho realidad.

«Pero no de la manera que yo hubiera deseado», penso Mirissa con tristeza. Observando los ojos negros como el azabache del rey nino, que la miraba desde su mascara de oro incorruptible, costaba creer que aquello solo fuera una maravillosa obra de arte y no un ser vivo.

No podia apartar la vista de aquella mirada hipnotica aunque serena conservada a traves de los siglos. Una vez mas, alargo la mano y acaricio la dorada mejilla. El metal precioso le recordo de repente un poema que habia encontrado en los archivos de Primer Aterrizaje, mientras buscaba expresiones de consuelo en el ordenador, dentro de la literatura del pasado. La mayoria de los centenares de frases eran inadecuadas, pero una ('Autor desconocido,?1800–2100') encajaba perfectamente:

«Devuelven brillante al acunador la creacion del hombre, los muchachos que moriran en la gloria y nunca envejeceran.»

Loren espero pacientemente a que los pensamientos de Mirissa siguieran su curso. Luego introdujo una tarjeta en una ranura casi invisible situada detras de la mascara, y se abrio sin hacer ruido una puerta circular.

Resultaba incongruente encontrar un guardarropia lleno de gruesos abrigos de pieles dentro de una nave espacial, pero Mirissa pudo comprobar la necesidad de ello. La temperatura habia descendido en muchos grados, y se dio cuenta de que estaba temblando a causa de aquel insolito frio.

Loren la ayudo a ponerse el traje termico — no sin dificultad al hallarse en gravedad cero — y flotaron en direccion a un circulo de vidrio esmerilado situado en la pared del fondo de una pequena camara. La ventana de cristal giro hacia ellos como una esfera de reloj con apertura y de ella salio una rafaga de aire helado como Mirissa no habia imaginado jamas, y menos aun experimentado. Pequenas particulas de humedad se condensaban en aquel aire glacial, danzando alrededor de ella como fantasmas. Miro a Loren como diciendo: «?Supongo que no esperaras que me meta ahi!»

El la tomo del brazo de modo tranquilizador y dijo:

— No te preocupes, el abrigo te protegera, y al cabo de unos minutos ya no notaras el frio en la cara.

Le costo creer aquello; pero tenia razon. Tras cruzar detras de el la ventana, respirando con cautela al principio, se sorprendio al descubrir que la experiencia no era desagradable en lo mas minimo. De hecho, era realmente estimulante; por primera vez comprendio por que hubo gente que fue por su propia voluntad a las regiones polares de la Tierra.

Podia imaginarse facilmente a si misma alli, ya que parecia estar flotando en un universo glacial y blanco como la nieve. A su alrededor todo eran relucientes panales que podian haber sido hechos de hielo, con una formacion de miles de celdas hexagonales. Casi era como una version en pequeno del escudo de la Magallanes, salvo que aqui las unidades solo tenian alrededor de un metro de longitud y estaban unidas por grupos de tuberias y haces de cables.

Alli estaban, pues, durmiendo a su alrededor, los cientos de miles de colonos para los que la Tierra era aun, en sentido literal, un recuerdo de ayer mismo. ?Que estarian sonando, se pregunto, a menos de la mitad de su sueno de quinientos anos? ?Acaso la mente sonaba algo en aquella sorda tierra de nadie entre la vida y la muerte? Segun Loren, no; ?pero quien podia estar del todo seguro?

Mirissa habia visto dos videos de abejas realizando su misterioso trabajo de un lado a otro de su enjambre; se sintio como una abeja humana siguiendo a Loren, cogidos de la mano, a lo largo de la red de barandillas que se entrecruzaban sobre la pared del gigantesco panal. Ahora ya se sentia comoda en la gravedad cero y ni tan siquiera notaba el penetrante frio. De hecho, apenas notaba su cuerpo — y a veces tenia que convencerse a si misma de que aquello no era un sueno del que iba a despertar.

Las celdas no tenian nombre, pero todas ellas se identificaban por un codigo alfanumerico; Loren fue con decision a la H— 354. Al presionar un boton, el contenedor hexagonal de metal y cristal se deslizo hacia fuera sobre unos rieles telescopicos para mostrar a la mujer durmiente que yacia en su interior.

No era bonita, aunque era injusto emitir un juicio sobre una mujer sin la gloria suprema de su cabello. Su piel era de un color que Mirissa no habia visto nunca, y tenia noticia de que habia llegado a ser poco frecuente en la Tierra — un negro tan oscuro que casi contenia una pizca de azul. Ademas era tan perfecta que Mirissa no pudo evitar un arrebato de envidia; vino a su mente una imagen fugaz de cuerpos entrelazados, de ebano y marfil, una imagen que la perseguiria en los anos venideros.

Volvio a mirar aquel rostro. Incluso en el reposo de varios siglos de duracion, mostraba determinacion e inteligencia. «?Habriamos sido amigas? — se pregunto Mirissa—. Lo dudo; nos parecemos demasiado.»

«Asi que tu eres Kitani, y llevas al primer hijo de Loren a las estrellas. ?Pero sera en verdad el primero, ya que nacera siglos despues del mio? Primero o segundo, le deseo todo lo mejor…»

Aun estaba paralizada, aunque no solo por el frio, cuando la puerta de cristal se cerro tras ellos. Loren la condujo con suavidad por el pasillo y dejaron atras al Guardian.

Una vez mas, sus dedos rozaron la mejilla del inmortal nino de oro. Por un momento, y con gran sobresalto, le parecio que estaba caliente al tacto; entonces se dio cuenta de que su cuerpo todavia se estaba adaptando a la temperatura normal.

Esto solo le llevaria minutos; ?pero cuanto tiempo pasaria, se pregunto, hasta que el hielo de su corazon se derritiera?

54. Despedida

Es la ultima vez que hablare contigo, Evelyn, antes de empezar mi largo sueno. Todavia estoy en Thalassa, pero la nave sale para la Magallanes dentro de unos minutos; ya no puedo hacer nada hasta que aterricemos dentro de trescientos anos…

Siento una gran tristeza: acabo de despedirme de mi mejor amiga aqui, Mirissa Leonidas. ?Como te hubiera gustado conocerla! Ella es probablemente la persona mas inteligente que he conocido en Thalassa. Los dos hemos tenido largas conversaciones, aunque temo que algunas se convirtieron mas bien en esos monologos por los que tu tantas veces me criticabas…

A veces me preguntaba acerca de Dios; pero quiza no supe contestar a su pregunta mas inteligente.

Poco despues de la muerte de su querido hermano, me pregunto:

«?Para que sirve el dolor? ?Cumple acaso alguna funcion biologica?»

Es curioso que nunca hubiera pensado seriamente en esto. Si recordaramos a los muertos sin emocion (en el caso de que los recordaramos alguna vez) nos convertiriamos en una especie inteligente que funcionaria a la perfeccion. Se trataria de una sociedad completamente inhumana, pero tan prospera como lo fueron en la Tierra las de las termitas o de las hormigas.

?Podria el dolor ser una accidental, e incluso patologica consecuencia del amor, que tiene una funcion biologica esencial? Este es un pensamiento extrano y preocupante. Y sin embargo, son nuestras emociones lo que nos convierten en seres humanos. ?Quien estaria dispuesto a abandonarlas, aun sabiendo que cada nuevo amor es prisionero de esos gemelos terroristas llamados Tiempo y Destino?

A menudo ella me hablaba de ti, Evelyn. Le desconcertaba que un hombre pudiera amar a una sola mujer durante toda su vida, incluso cuando ya habia desaparecido. Una vez bromee diciendole que la fidelidad era algo tan ajeno a los thalassanos como los mismos celos; me replico que habian salido ganando al no conocer ninguno de esos sentimientos.

Me estan llamando; la nave me espera. Debo despedirme de Thalassa para siempre. Tu imagen tambien empieza a desvanecerse. Aunque soy un experto dando consejos a los demas, quiza me he aferrado demasiado a mi propio dolor, y eso no sirve a tu memoria.

Thalassa me ha ayudado a curarme. Ahora me alegro de haberte conocido, en lugar de estar triste por haberte perdido.

Una extrana calma me embarga. Por primera vez creo entender de veras los conceptos de la separacion y el Nirvana de mis viejos amigos budistas.

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