pasar.
A esa altura la discusion se habia vuelto puramente especulativa. La sonda se encontraba a menos de diez metros del vertice de la piramide, y el operador acciono uno de los propulsores para detener el descenso.
El ruido o la vibracion fue captado por los centinelas. Ambos se irguieron al unisono y Loren vio, como en una pesadilla, sus dos pares de ojos, sinuosas palpas y enormes tenazas. Suerte que no estoy alla abajo, aunque tenga esa sensacion, penso; suerte que no saben nadar.
Pero aunque no sabian nadar, sabian trepar. En cuestion de segundos llegaron al vertice de la piramide, pocos metros debajo del trineo.
— Tengo que sacarlo de ahi antes de que salten — dijo el operador —. Con esas tenazas podrian cortar el cable como si fuera un hilo.
Era demasiado tarde. Uno de los escorpios salto de la roca y sus tenazas se aferraron a uno de los patines del tren de apoyo.
El operador era hombre de reflejos rapidos, al mando de una tecnologia superior. En ese preciso instante acelero al maximo y desplego el brazo mecanico para contraatacar. Y, mas efectivo aun, encendio los reflectores.
Las luces cegaron al escorpio, quien abrio sus tenazas en un gesto de estupefaccion casi humano y cayo al fondo del mar antes de que la mano mecanica del robot pudiera atacarlo.
La luz tambien cego a Loren durante unos instantes. Luego los circuitos automaticos de la camara compensaron el nivel de luminosidad, lo cual le permitio un vistazo en primer plano del atonito escorpio, justo antes de que desapareciera de su campo visual.
No le sorprendio en absoluto comprobar que llevaba dos pulseras metalicas bajo la tenaza derecha.
Cuando el Calypso enfilo hacia Tarna el repasaba la ultima escena, con los sentidos tan concentrados en el mundo subterraneo que ni se percato de la ola que paso junto al barco. Pero entonces escucho los gritos confusos a su alrededor y sintio que la cubierta se estremecia mientras el Calypso cambiaba de rumbo. Se arranco la mascara y parpadeo a la fuerte luz del sol.
Por un momento quedo totalmente encandilado, pero luego sus ojos se acostumbraron al resplandor y vio que se encontraban a pocos cientos de metros de la costa de Isla Austral, bordeada de palmeras. Encallamos en un arrecife, penso. Pobre Brant, se van a burlar de el hasta el dia de su muerte.
Pero al volver la vista hacia el este, vio algo que jamas penso que contemplaria en un mundo sereno como Thalassa. La nube en forma de hongo, la pesadilla de la humanidad durante dos mil anos.
?Que diablos hacia Brant? En lugar de dirigirse hacia la costa, hacia virar el Calypso en la curva mas estrecha posible para volver hacia alta mar. Sin embargo era el unico que parecia dominar la situacion, mientras los demas ocupantes de la cubierta miraban hacia el este, boquiabiertos.
— ?Krakan!. — dijo uno de los cientificos nortenos, y por un instante Loren penso que era solo la trillada exclamacion thalassiana. Entonces comprendio, y lo embargo una sensacion de alivio. Le duro muy poco.
— No — dijo Kumar, que para sorpresa de Loren parecia muy asustado —. No es Krakan sino algo mas cerca. Hilo de Krakan.
El trasmisor del bote emitia silbidos de alarma intercalados con solemnes instrucciones. Loren no tuvo tiempo de comprenderlas: algo muy extrano le sucedia al horizonte. No estaba donde debia estar.
Se sentia confundido; parte de su mente seguia sumergida en el mar, entre los escorpios, y sus ojos no se acostumbraban del todo al resplandor del mar y el cielo. Su vista no enfocaba bien; aunque estaba seguro de que el Calypso mantenia el equilibrio, sus ojos le indicaban que la cubierta estaba muy inclinada.
No, en realidad, era el mar que se alzaba, y su rugido ahogaba los demas ruidos. No habia tiempo para calcular la altura de la ola a punto de abatirse sobre la cubierta; ahora comprendia por que Brant enfilaba hacia las aguas profundas, alejandose de la costa mortal sobre la etial, la tsunami iba a descargar su furia.
Una mano colosal aferro la proa del Calypso y la alzo hacia el cenit. Loren rodo por la cubierta; trato de aferrarse a un puntal, sus manos se cerraron en el vacio y cayo al agua.
Recuerda lo que aprendiste para casos de emergencia, penso furioso. El principio fundamental es el mismo, en el espacio o en el mar. No hay peor enemigo que el panico, asi que conserva la calma…
No corria riesgo de ahogarse, su chaleco de seguridad lo mantendria a flote. ?Donde estaba la valvula para inflarlo? Sus dedos nerviosos escarbaron bajo el cinturon, y a pesar de su determinacion se estremecio aterrado. Entonces encontro la llave de la valvula, la acciono y sintio con indecible alivio que el chaleco se inflaba y estrechaba su pecho en un calido abrazo.
El gran peligro era el propio Calypso, si llegaba a caer sobre su cabeza. ?Donde estaba?
Demasiado cerca, en el agua turbulenta, y con parte de las estructuras de cubierta dispersas sobre el mar. La mayoria de los tripulantes se encontraban a bordo. Lo senalaban con los brazos y alguien estaba a punto de arrojar un salvavidas.
Flotaba entre los escombros — sillas, baules, aparatos — y el trineo se hundia lentamente, soltando un chorro de burbujas de un tanque de flotacion perforado. Espero que puedan reflotarlo, penso Loren; si no, la expedicion habra resultado demasiado cara y ademas pasara mucho tiempo antes de que volvamos a estudiar los escorpios. Lo embargo una sensacion de orgullo, por ser capaz de evaluar la situacion friamente en semejantes circunstancias.
Algo rozo su pierna derecha; sacudio la pierna por reflejo. Aunque le raspo dolorosamente la piel sintio mas fastidio que alarma. Se encontraba a flote, la marejada habia pasado, nada podria hacerle dano.
Sacudio la pierna mas suavemente. Al mismo tiempo sintio el roce en la otra pierna. No era una caricia inofensiva: algo lo arrastraba hacia el fondo, a pesar del chaleco salvavidas.
Fue en ese momento que Loren Lorenson sintio la primera oleada de verdadero panico, al recordar los tentaculos del gigantesco polipo. Sin embargo, esos eran suaves, fofos; el objeto enredado en sus piernas era un cable o alambre. Claro: era el cordon umbilical del trineo.
Tal vez hubiera podido liberarse, si una ola inesperada no le hubiera hecho tragar agua. Tosio violentamente y trato de expulsar el agua de sus pulmones, a la vez que pataleaba para soltarse.
La frontera vital entre el aire y el agua — entre la vida y la muerte — se hallaba a menos de un metro sobre su cabeza, pero no habia manera de alcanzarla.
En semejantes circunstancias un hombre solo piensa en sobrevivir. No hubo recuerdos ni remordimientos de su vida anterior, ni por un instante penso en Mirissa.
Comprendio que era el fin, pero no sintio miedo. Su ultima sensacion consciente fue de furia. Furia por haber atravesado cincuenta anos luz de espacio para morir de manera tan trivial y absurda.
De esa manera, Loren Lorenson murio por segunda vez, en el calido mar de Thalassa, muy cerca de la costa. La experiencia no le habia ensenado nada; la primera muerte, doscientos anos antes, habia sido mucho mas serena.
V — EL SINDROME DEL MOTIN
31 — Petitorio
Si alguien lo hubiera acusado de ser un hombre supersticioso, siquiera en grado minimo, el capitan Sirdar Bey hubiera rechazado la insinuacion con indignacion, pero lo cierto es que siempre se preocupaba cuando las cosas marchaban demasiado bien. Hasta el momento la estadia en Thalassa habia sido un sueno hecho realidad, hasta el punto de superar las previsiones mas optimistas. Los plazos de construccion del escudo se cumplian con anticipacion y no habia problemas dignos de mencion.
Y ahora, en las ultimas veinticuatro horas…
Claro que podia ser mucho peor. El capitan de corbeta Loren Lorenson habia sido muy, pero muy afortunado gracias a ese chico (tendrian que recompensarlo adecuadamente…) Segun los medicos, se habia