escoltaban, a reconocer con detalle el yacimiento de hierro. Y me traeras diversas muestras. Como cuando lo encontramos ya era tarde, no hice mas que echar un vistazo. Asimismo si el yacimiento vale la pena, levanta un trazado para una via ferrea. Y desconfia de las hidras: ?No vuelan siempre en bandada! ?Aqui tienes la prueba! Dos o tres pueden caerte encima. Toma, ademas, diez hombres de escolta y un camion. Y tu, Ida, ?como va tu trabajo?

— He comenzado a codificar vuestros decretos. Es curioso estudiar este derecho naciente. Vuestro Consejo se ha arrogado poderes dictatoriales. Espero que sera provisional. ?Hay alguna novedad?

— Luis esta furioso contra los observadores que han dejado pasar a tu hidra sin senalarla, bajo el pretexto de que era aislada. Son los del puesto 3.

—?Los muy sinverguenzas!

—?Luis habla de hacerlos fusilar!

— Es excesivo. Y no estamos sobrados de hombres.

De hecho, la primera vez que sali, cinco dias despues, apoyandome en Miguel y Martina, me entere de que habian sido simplemente expulsados de la guardia y condenados a dos anos de trabajos en las minas. Poco a poco, me reincorpore a la vida normal.

Construimos una via ferrea hasta el yacimiento de hierro y alto horno rudimentario. El mineral — de oxido de hierro— era rico, pero poco abundante, aunque era suficiente para nuestras reducidas necesidades. A pesar de los conocimientos de Estranges la primera colada se produjo con dificultad. La fundicion de mala calidad, falta de carbon susceptible de ser transformado en coque, fue refinado con acero. A decir verdad, fue con el fin de medir nuestras posibilidades por lo que empezamos aquella primera colada, ya que, para el futuro inmediato no estabamos faltos de hierro. Fundimos railes y ruedas de vagon. Cerca de la mina, construimos garitas de obra, para los trabajadores, en caso de ataque de las hidras. Se modificaron las cabinas de las locomotoras, con el fin de que pudieran cerrarse hermeticamente, a voluntad.

La temperatura era siempre la misma en un dulce clima de primavera calida. Las «noches negras» aumentaban singularmente de duracion. En el Observatorio, mi tio y Menard habian descubierto ya cinco planetas exteriores, de los cuales, el mas proximo aparecia con una atmosfera jaspeada de nubes. A traves de los claros, se podian contemplar mares y continentes. El espectroscopio indicaba la presencia de oxigeno y vapor de agua. Era de unas dimensiones sensiblemente iguales a las de la Tierra y poseia dos satelites. El deseo de extender los dominios esta anclado tan profundamente en el corazon humano, que nosotros, pobre fragmento de humanidad, incierta todavia de su supervivencia, nos alegrabamos de tener como vecino un planeta habitable.

Cerca de la mina, bajo la proteccion de la guarnicion, una hectarea aproximada de suelo telurico habia sido roturada para experimentacion. Era una tierra ligera, rica en humus, formado por la descomposicion de las plantas grisaceas. Inmediatamente mande sembrar trigo de diferentes variedades, a pesar de la desaprobacion de los campesinos que argumentaban «que no era la epoca». Miguel tuvo que emplear toda su elocuencia para convencerles de que en Telus no habia epocas en el sentido terrestre de la palabra y que daba igual ahora que mas tarde.

En el curso del desbrozamiento, tuvimos que luchar contra las serpientes planas, de las que ya habiamos encontrado un cadaver, cuando nuestra primera exploracion. Los campesinos las llamaron «viboras» y este nombre les quedo, aun cuando no tenian ningun punto de contacto con las viboras terrestres. Su talla oscilaba entre 50 cm. y 3 m., y aunque no eran venenosas, hablando con propiedad, si eran muy peligrosas. Sus poderosas mandibulas concavas, inyectaban en la presa un liquido digestivo muy activo, que causaba, si el socorro no era inmediato, una especie de gangrena con licuefaccion de los tejidos que producia la muerte o al menos perdida del miembro atacado. Afortunadamente, estos animales muy agresivos y agiles eran raros. Un buey resulto picado y murio, un hombre debio su salvacion a la presencia de Massacre y Vandal que practicaron inmediatamente la amputacion del pie atacado. Fueron las unicas victimas.

Los primeros animales que emigraron a la superficie de Telus fueron las hormigas. Vandal descubrio un nido de grandes hormigas morenas de las que he olvidado el nombre, cerca de la mina de hierro. Se apasionaron por una goma que exudaban las plantas grisaceas. Las colonias se multiplicaron rapidamente, y nuestro trigo sacaba apenas su verde cabeza cuando las encontrabamos por todas partes. En la lucha que las opuso a los pequenos «insectos» telusianos, ganaron con facilidad.

Fue aquella una temporada apacible despues de nuestro aspero comienzo. El trabajo absorbia nuestras jornadas. Pasaron varios meses. Tuvimos nuestra cosecha de trigo, magnifica, en la hectarea roturada en Telus, buena en los campos terrestres. El trigo parecio aclimatarse muy bien. Nuestro ganado aumentaba, y el problema de los pastos no se habia producido aun. Las plantas terrestres parecian ganar la partida a las autoctonas. Existian ya, praderas mixtas, y era algo muy curioso ver a nuestras plantas rodear un arbusto polvoriento, de hojas de cinc.

Tuve entonces ocasion de reflexionar sobre mi nuevo destino. Inmediatamente despues del cataclismo, quede sumido en la mas absoluta confusion, tuve la impresion de haber sido exilado para siempre, separado de mis amigos por unas distancias al lado de las cuales las terrestres no eran absolutamente nada. Despues el horror de haber caido en un mundo desconocido, y poblado de monstruos. La urgencia de la accion, la guerra civil, la necesaria organizacion, el papel de dirigente que me habia visto forzado a asumir, habian ocupado enteramente mi animo. Y ahora, me apercibia de ello con estupor, lo que dominaba dentro de mi era la alegria de la aventura, un deseo frenetico de ir a ver detras del horizonte.

Explicaba todo esto a Martina un dia yendo al Observatorio. Miguel y ella, no trabajan ya mucho alli. Distribuian su tiempo entre los «trabajos sociales» y la ensenanza de las ciencias a un pequeno pastor, Jaime Vidal, que se habia revelado de una inteligencia muy por encima de la normal. Por mi parte yo le ensenaba geologia, Vandal biologia y mi hermano la historia de la Tierra. Despues llego a ser un gran sabio. Y, como sabeis, vicepresidente de la Republica. Pero no nos anticipemos.

— Y pensar — dije—, que mi primo Bernardo queria llevarme en su proyectil interplanetario y que yo rehuse siempre, alegando que antes queria terminar mis estudios. ?En realidad tenia miedo! Yo, que me hubiera ido hasta el fin del mundo para buscar un fosil, experimentaba un verdadero horror ante la idea de salir de la Tierra. Y heme aqui en Telus, y tan contento. Es curioso.

— En cuanto a mi, todavia es mas curioso. Ya estaba intentando refutar en mi tesis, la teoria del espacio curvo. ?Y he aqui que he sufrido una prueba aplastante de su veracidad!

Estabamos a mitad de camino, cuando sono la sirena.

—?Cuidado! Todavia estos cochinos animales. ?Al refugio!

Habiamos construido refugios un poco por todas partes. En esta ocasion yo tenia ademas de mi pistola y mi cuchillo, una ametralladora. El refugio mas proximo estaba a unos treinta metros. Corrimos hacia alla sin falsa verguenza. Obligue a Martina a entrar, permaneciendo yo junto a la puerta, dispuesto a tirar. Rodaron unas piedras y una silueta curva, vestida de negro, aparecio: el senor cura.

—?Ah! ?Es usted senor Bournat? ?de donde vienen las hidras?

— Creo que del norte. La sirena no ha sonado mas que una vez. Entre usted.

— Dios mio… ?cuando vamos a desembarazarnos de estos animales del infierno?

— Me temo que no va a ser pronto. ?Ah! ya estan aqui. Pase. No va usted armado.

Encima nuestro, a mucha altura, una nube verde se desplegaba. Cerca, pero ligeramente bajos, unos pequenos copos negros aparecieron en el cielo: las granadas.

—?Demasiado corto! ?Ah, ahora esta mejor!

La salva siguiente habia acertado de lleno. Segundos mas tarde unos jirones de carne verde cayeron como una lluvia, alrededor del refugio. Dejando la puerta entreabierta, volvi a entrar. Aun cuando estaban muertas el contacto de las hidras era urticante. En el interior, Martina, observando por la mirilla de vidrio grueso, hablaba con el senor cura. Comprendiendo el peligro que corrian si permanecian agrupadas, las hidras se dejaban caer por paquetes de dos a tres. Desde mi puerta, las vi circular alrededor de una locomotora cerrada hermeticamente. Solte una carcajada: el mecanico habia dejado escapar el chorro de vapor ante el espanto de las hidras.

Estaba riendo todavia, mientras miraba alrededor. Al sur, en el pueblo, los disparos crepitaban y en la plaza del pozo algunas hidras muertas yacian por tierra. De subito parecio que el cielo se obscurecia: salte hacia el interior, cerrando la puerta. Una hidra paso rozando el techo. Antes de que tuviera tiempo de introducir el canon de mi escopeta en el disparadero, el monstruo estaba lejos. Un grito de Martina me sobresalto. —?Juan, aqui, aprisa!

Salte hacia la ventana. Fuera, a ciento cincuenta metros, un chiquillo de unos doce anos corria con todas

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