Tenia un ingenio mordaz que utilizaba con demasiada frecuencia. Odiaba las conversaciones aburridas y hablaba con una rapidez excesiva. Por otra parte, su voz estaba dotada de un tono gutural debido a un consumo excesivo de cigarrillos.

Eileen recorria la misma ruta desde hacia ocho anos. Tomaba la curva del cruce de cuatro niveles sin notarlo. Pero una vez, anos antes, habia lanzado el coche por aquella curva, abandonando la autopista por el siguiente carril de salida, y, tras estacionar el vehiculo, habia retrocedido para contemplar aquel laberinto formado por fideos de cemento armado. Dandose cuenta de que parecia una turista embobada, se habia echado a reir, pero aun asi habia seguido contemplando el espectaculo.

—Miercoles —emitio el magnetofono—. Robin va a tratar de cerrar el trato con Marina. Si lo logra, sere ayudante del director general. Si no lo consigue, no hay posibilidad. Problema... —Las orejas y la garganta de Eileen habian enrojecido, y movia demasiado a menudo las manos sobre el volante, pero escucho todo lo que decia su voz del miercoles—: Quiere acostarse conmigo, esta claro que no todo han sido bromas y juegos de palabras. Si le paro los pies, ?pondre en peligro la venta? ?Voy a la cama con el para asegurar el trato? ?O me pierdo algo bueno debido a las implicaciones?

—Oh, que mierda —dijo Eileen entre dientes. Hizo retroceder la cinta y grabo sobre aquel segmento—: Todavia no he decidido si voy a aceptar la invitacion a cenar de Robin Geston. Nota: debo podar adecuadamente esta cinta. ?Que pasaria si alguien robara el magnetofono? Recuerda a Nixon.

Con un gesto brusco, apago el magnetofon.

Pero el problema seguia pendiente, y Eileen sentia un vivo resentimiento por hallarse en un mundo donde tenia esa clase de problemas. Penso en lo que diria en la carta al maldito fabricante que habia despachado los filtros sin cerciorarse de que tenian todas las piezas, y aquello le hizo sentirse mejor.

Anochecia en Siberia. La doctora Leonilla Alexandrovna Malik habia terminado su jornada. Su ultimo paciente habia sido una nina de cuatro anos, hija de un ingeniero del centro de desarrollo espacial en las inmensidades septentrionales de la Union Sovietica.

Era a mediados del invierno, y soplaba un frio viento del norte. En el exterior de la enfermeria se amontonaba la nieve, e incluso dentro la doctora podia sentir aquel frio que odiaba. Habia nacido en Leningrado, por lo que los inviernos rigurosos le eran familiares, pero alentaba la esperanza de que la transfiriesen a Baikunyar, o incluso a Kapustin Yar, en el mar Negro. Le molestaba tener que dedicarse a aquel trabajo, aunque, naturalmente, poco era lo que podia hacer al respecto. Por aquellos parajes no habia demasiadas personas con experiencia pediatrica. De todos modos, era una lastima que todo su esfuerzo fuera solo en aquella direccion. Tambien se habia entrenado como cosmonauta, y confiaba en que le asignaran una mision espacial.

Tal vez no tendria que esperar demasiado. Se decia que los americanos entrenaban ya a mujeres astronautas. Si parecia que los americanos iban a enviar una mujer al espacio, la Union Sovietica tambien lo haria, y con rapidez. El ultimo experimento sovietico con una mujer cosmonauta habia sido un desastre. Leonilla se preguntaba si la mujer habia tenido la culpa. Conocia a Valentina Tereskovna y al cosmonauta con el que se habia casado, pero nunca hablaban de las causas que habian provocado la caida de su nave espacial, perdiendo asi la oportunidad de que la Union Sovietica efectuara el primer acoplamiento espacial de la historia. Desde luego, penso Leonilla, Valentina era mucho mayor. Aquel incidente habia ocurrido en los primeros tiempos de la exploracion espacial. Ahora las cosas eran diferentes. En cualquier caso, los cosmonautas tenian poco que hacer. El control en tierra tomaba todas las decisiones importantes. A Leonilla le parecia que este sistema era bastante absurdo, y sus colegas cosmonautas, todos ellos masculinos, compartian esta opinion, pero no en voz alta.

Leonilla coloco el ultimo de los instrumentos que habia utilizado en el autoclave y preparo su maletin. Cosmonauta o no, era tambien medico, y llevaba las herramientas del oficio a dondequiera que fuese, por si alguien necesitaba sus cuidados. Se puso el gorro de piel y una pesada chaqueta de cuero. Se estremecio un poco al oir el sonido del viento en el exterior. En la estancia contigua una radio emitia noticias, y Leonilla se detuvo a escuchar cuando oyo una palabra clave.

Un cometa. Un nuevo cometa.

Se pregunto si existirian planes para explorarlo. Luego suspiro. Si habia una mision espacial para estudiar el cometa, no la incluiria a ella. No tenia capacidad para esa mision. Podia ser piloto, medico, tecnico en sistemas de salvamento, pero el campo de la astronomia no era el suyo. Una mision asi seria adjudicada a Pieter, Basil o Sergei.

Era una verdadera lastima. Pero el acontecimiento era interesante. Un nuevo cometa.

Una plaga se extendia por la Tierra. Tres mil millones de anos despues de la formacion del planeta se produjo una virulenta mutacion, una forma de vida que utilizaba directamente la luz solar. La fuente energetica mas eficaz dio al mutante verde un vigor hiperactivo, feroz, y a medida que avanzaba para conquistar el mundo, emitia raudales de oxigeno que envenenaba el aire. El oxigeno puro abraso los tejidos de la vida dominante en la Tierra, que sirvieron para fertilizar al mutante.

Aquel fue tambien un periodo desastroso para el cometa. El gigante negro se interpuso en su camino por primera vez. Un inmenso calor se habia generado durante la formacion del planeta, e irradiaria hacia las estrellas durante los siguientes mil millones de anos. Un torrente de luz infrarroja hacia hervir el hidrogeno y el helio que envolvian al cometa. Luego paso el intruso y volvio la calma. El cometa siguio navegando a traves del frio y negro silencio, ahora un poco mas ligero, moviendose en una orbita levemente cambiada.

FEBRERO: UNO

Por otro lado, es necesario configurar la estructura social del mundo obrero de tal manera que se elimine su temor de ser una simple pieza de una maquina impersonal. Una autentica solucion solo puede darse a traves de la concepcion de que el trabajo, cualquiera que sea, es al servicio de Dios y de la comunidad y, en consecuencia, es la expresion de la dignidad humana.

Emil Brunner, Conferencias de Gifford, 1948

El bulevar Westwood no se encontraba precisamente en el camino entre la sede de la NBS y el hogar de los Randall, cerca de Beverly Glen, y este alejamiento era la razon principal por la que a Harvey Randall le gustaban sus bares. No era probable que tropezara con ningun empleado de la emisora ni que encontrara a ninguno de los amigos de Loretta.

Los estudiantes recorrian la ancha calle, con toda clase de atuendos. Los habia barbudos y con tejanos, con el pelo bien cortado y peinado y pantalones caros, otros deliberadamente extravagantes, jovenes de tradicional aspecto conservador y todas las variaciones imaginables entre estos extremos. Harvey paseo con ellos. Paso ante librerias especializadas. Una de ellas se dedicaba al movimiento de liberacion gay. Otra ostentaba el rotulo agresivo y excluyente «Libreria para machos adultos». Otra libreria atraia a una muchedumbre interesada por la ciencia ficcion. Harvey tomo mentalmente nota para visitarla. Probablemente tendrian alli mucho material sobre cometas y astronomia dirigido a un publico general. Mas tarde se enteraria de que en la libreria de la universidad UCLA podria obtener el material realmente tecnico.

Mas alla del edificio de la Hermandad Femenina habia un establecimiento en cuyo ventanal de vidrio cilindrado se leia: «Primer bar federal de proteccion.» En el interior habia taburetes, tres mesitas, cuatro reservados, un billar mecanico y un tocadiscos automatico. Las paredes estaban decoradas con los caprichos de la clientela. En la barra habia provision de rotuladores, y las paredes se blanqueaban de vez en cuando. En algunos lugares la pintura se desprendia y revelaba comentarios escritos anos atras, como una especie de arqueologia de la cultura pop.

Como un viejo fatigado, Harvey avanzo con dificultad en la penumbra. Cuando sus pupilas se adaptaron, descubrio a Mark Czescu en un taburete. Se detuvo junto a el y apoyo los codos en la barra.

Czescu tendria mas de treinta anos, pero su edad era indefinida, un perpetuo hombre joven dispuesto a iniciar su carrera. Harvey sabia que Mark habia servido en la Armada durante cuatro anos, y que habia pasado por varias universidades, empezando por la UCLA, asi como por diversos institutos de rango inferior. A veces todavia

Вы читаете El martillo de Lucifer
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату