—En Inglaterra tampoco estas muy segura, y sin embargo has ido, ?no?

—No. Me quede en Paris, donde pensaba esperar… noticias del juicio. En Londres, el acoso de los periodistas habria sido insoportable.

—?Y en Paris no? ?Los caballeros de la prensa no te localizaron alli?

—De ninguna manera. Wanda y yo nos alojamos en casa de una norteamericana, una prima de mi cunada. Aunque deberia decir… nuestra cunada —anadio la joven con una debil sonrisa.

—No te disculpes, no tengo espiritu de clan.

—?Y a ti que tal te ha ido el viaje a Espana?

—Muy bien. He visto cosas preciosas.

Aldo atrapo al vuelo la ocasion para introducir a Guy en la conversacion evocando para el las «cosas preciosas» en cuestion, sin hacer, por descontado, la menor mencion al retrato robado. Necesitaba oir otra voz si queria seguir conservando la sangre fria ante lo que sabia que era un cumulo de mentiras. No era la primera vez que sospechaba que Anielka era una habil actriz, pero esta vez estaba superandose a si misma.

Seguramente fue eso lo que lo decidio a no seguir dejando para mas adelante las primeras gestiones encaminadas a obtener la anulacion de su matrimonio. Vestido con un traje oscuro, hizo que Zian lo llevara a San Marco con la gondola. Salvo cuando se trataba de algo urgente, no utilizaba el motoscaffo para ir al conjunto basilica-palacio de los Dux, que era como la corona puesta en la frente de la mas sublime de las republicas. Segun el, el olor de gasolina y los rugidos iconoclastas no debian romper el encanto de la Piazzetta, el lugar de desembarco sin duda mas singular, mas luminoso, mas anunciador de maravillas.

Despues de dejar atras las dos columnas de granito oriental, una coronada por el leon alado de Venecia, la otra por un san Teodoro vencedor de una especie de cocodrilo, entre las que antano ejecutaban a los culpables, llego andando a paso rapido al porche de San Marco, donde piafaban los cuatro sublimes caballos de cobre dorado, nacidos bajo los dedos de Lisipo, fundidos en el siglo III antes de Cristo y que tiempo atras habian suscitado la codicia de Bonaparte. A Morosini le gustaban y siempre les dirigia un pequeno saludo antes de adentrarse en la oscuridad resplandeciente de la basilica bizantina, cuya luz procedia exclusivamente de la pala de oro y de esmalte ante la que ardia un bosque de cirios. Cuando entraba alli, siempre tenia la impresion de penetrar en el corazon de un bosque magico.

Como de costumbre, habia mucha gente. La proximidad del verano multiplicaba los turistas, que poco a poco invadirian Venecia y la harian menos soportable. Cristiano poco practicante pero profundamente creyente, Aldo presento sus respetos al Senor de la casa rezando una breve oracion antes de ponerse a buscar al padre Gherardi, que habia bendecido su inverosimil matrimonio.

Lo encontro en la puerta de la sacristia vestido para salir.

—?Tienes prisa? —pregunto Morosini, un tanto frustrado.

—No mucha. Debo estar a las cuatro en el Rio dei Santi Apostoli para visitar a una enferma.

—En ese caso, ven. Zian me espera en el muelle con la gondola; te llevaremos. lie de hablar contigo.

—Parece que se trata de algo serio —dijo el sacerdote mirando la cara de preocupacion de su amigo. Se conocian desde la infancia.

—Mas que serio, es grave. Pero esperemos a encontrarnos a bordo. Alli al menos estaremos tranquilos. Dime primero como estas tu.

Mientras los dos hombres se dirigian con paso decidido a la darsena de San Marco, entre los numerosos transeuntes aparecio una mujer que caminaba hacia ellos. Era alta, un poco corpulenta pero elegante, aunque su ropa —un traje sastre de corte impecable— mostraba algunos signos de fatiga.

El padre Gherardi sonrio al reconocerla y quiso dirigirse hacia ella, pero Aldo, asiendolo con firmeza del brazo, lo arrastro hacia la izquierda a fin de evitar a la dama. El rostro del sacerdote se convirtio en el simbolo mismo de la sorpresa:

—No me digas que no la has reconocido… ?Es tu prima!

—Ya lo se.

—?Y no la saludas? ?No te paras para hablar con ella?

—Nuestra relacion se ha enfriado un poco —dijo Morosini.

Presintiendo que este no queria dar mas explicaciones, Gherardi no insistio y espero hasta que estuvieron bien instalados entre los cojines de terciopelo de la gondola para reanudar la conversacion; habia advertido el ensombrecimiento subito del rostro de su amigo.

—Bueno —dijo con un tono distendido un tanto forzado—, ?de que quieres hablar?

—Deseo que Roma anule mi matrimonio y, como .ves, sigo la via jerarquica, puesto que fuiste tu quien lo celebro.

—?Quieres separarte de tu mujer? ?Ya? Pero si apenas llevas casado…

—Olvidate de eso. Solo te digo que, si hubiera podido romper esa union el mismo dia, lo habria hecho.

—?Pero eso es absurdo! Tu mujer es… encantadora y…

—Lo se, pero no es esa la cuestion. Para empezar, no la he tocado.

—?Un matrimonio rato? ?Entre dos seres como vosotros? Nadie querra creerlo.

—Lo que crean los demas me tiene sin cuidado, Marco. Quiero que disuelvan una union que me ha sido impuesta por la fuerza.

—?Por la fuerza? ?A ti?

—Haciendome chantaje, para ser exactos. Tuve que comprometerme a aceptar casarme con la ex lady

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