—No es un lugar de veraneo, eso es cierto. En cuanto a lo que tengo que decirle, se resume en dos palabras: quiero el rubi.
—Lo suyo es una obsesion. La ultima vez andaba detras de un zafiro. Ahora es un rubi. ?Tiene intencion de convocarme cada vez que se encapriche de una piedra preciosa?
—?No se haga el tonto! Sabe muy bien lo que quiero decir. El rubi se lo vendio a Kledermann, el mastuerzo de Saroni, que penso que podia hacer rancho aparte y apropiarse del objeto. Y esta noche Kledermann se lo ha vendido a usted. Asi que digame donde esta y lo llevamos a la ciudad.
Morosini se echo a reir.
—?De donde ha sacado su psicologia del coleccionista? ?Cree que el banquero me ha hecho venir aqui para venderme la pieza rara que ha tenido la suerte de conseguir? ?Usted delira, amigo! Me ha hecho venir para valorarla y que le cuente su historia, ni mas ni menos. Yo deseaba comprarsela, eso es verdad, pero Kledermann le tiene mas carino que a las ninas de sus ojos y he fracasado en mi intento.
—Yo no fracasare, y usted va a ayudarme.
—?Desde esta cueva? No se como. Por cierto, ?ha sido usted quien ha dejado en ese estado tan lamentable al pobre Saroni?
—No, ha sido mi… jefe —dijo Ulrich con un deje de desprecio que no paso por alto Morosini—. Fue el quien dirigio el interrogatorio, y su ejecutor quien lo mato. A mi me horroriza mancharme las manos.
—Ya veo. ?Es usted el cerebro de la sociedad?
Un destello de orgullo aparecio en los ojos claros del americano.
—En efecto, podriamos decirlo asi.
—?Que raro! No dejar las cosas importantes en manos del joven Sigismond, que dista mucho de ser una lumbrera, lo entiendo, pero Solmanski padre sigue vivo pese a la comedia del suicidio representada en Londres, y a no ser que se haya vuelto chocho de repente…
—?Vaya, esta enterado de muchas cosas! Pero no, no esta chocho sino enfermo. El producto que tomo para simular la muerte le ha dejado secuelas. Ya no puede dirigir personalmente las operaciones. ?Por que cree que se ha tomado la molestia de organizar mi fuga para ponerme al frente de la banda de facinerosos que Sigismond ha traido de America?
La conversacion estaba tomando un giro inesperado que distaba mucho de desagradar a Morosini. Este aprovecho su ventaja.
—Dadas las circunstancias, la presencia de un hombre con autoridad debia de ser imprescindible. Sigismond es un botarate peligroso y cruel, y creo que su padre es de mi misma opinion.
—?Sin duda alguna! —confirmo Ulrich, que seguia recreandose en las alegrias de la autosatisfaccion.
—O sea, que usted recibe las ordenes directamente de el. ?Esta aqui?
—No, en Varsovia. —Llevado por el ritmo de la conversacion, habia hablado demasiado y se arrepintio enseguida—. De todas formas, eso a usted no le importa.
—?Que quiere de mi? Ya le he dicho que Kledermann quiere quedarse el rubi. No se que otra cosa puede pedirme.
Una sonrisa que no tenia nada de amable aparecio a modo de mascara en el rostro tosco del americano.
—Una cosa muy simple; que se las arregle para recuperarlo. Usted tiene la puerta de su casa abierta, asi que debe de ser bastante facil.
—Si fuera tan facil, ya se me habria ocurrido un plan, pero lo que esta pidiendome es robar una camara acorazada digna de tal nombre. ?Es Fort-Knox en pequeno!
—Nunca hay que desesperar. En cualquier caso, compongaselas como quiera, pero consigame el rubi. Si no…
—Si no, ?que?
—Podria quedarse viudo.
Aquello era tan inesperado que Morosini abrio los ojos como platos.
—?Que quiere decir?
—Es bastante facil de entender: tenemos a su mujer. Ya sabe, esa encantadora criatura que vino a arrebatarnos de las manos arriesgando su vida en la villa de Vesinet.
—Si, ya se quien es, pero… tambien es la hermana y la hija de sus jefes. ?Le han ordenado ellos que secuestre a mi mujer?
Ulrich reflexiono unos instantes antes de responder; luego levanto la cabeza a la manera de un hombre que acaba de tomar una decision.
—No. Yo incluso diria que ignoran este detalle. Vera, me ha parecido que no estaria mal contar con un seguro contra ellos al mismo tiempo que me agenciaba un medio para presionarlo a usted.
El cerebro de Aldo trabajaba a toda velocidad. Habia algo raro en aquello. Lo primero que se le ocurrio es que era un farol.
—?Cuando la ha secuestrado? —pregunto sin alterarse.
—Anoche, hacia las once, cuando salio del Harry's Bar con una amiga. ?Le basta eso?
—No. Quiero telefonear a mi casa.
—?Por que? ?No me cree?