—De acuerdo. Manana ire a verla a una hora en que por logica Kledermann estara en el banco. Llevare el collar y a ver que pasa. Esta noche, si te parece bien, cenamos y voy a acostarme. Y te aconsejo que tu hagas lo mismo. Debes de estar cansado del viaje.

—?Yo? Estoy mas fresco que una rosa. Creo que voy a ir esta misma noche a hacer una visita a Wong. No disponemos de mucho tiempo, y cuanto menos perdamos, mejor.

Aldo no tuvo que estar mucho rato preguntandose cual seria la hora mas apropiada para su entrevista con Dianora: en la bandeja del desayuno, un sobre alargado destacaba entre el cestillo del pan y el tarro de miel. Era una invitacion formal para ir a tomar el te hacia las cinco a la villa Kledermann.

—?Por fin algo positivo! —comento Vidal-Pellicorne, que habia vuelto de su expedicion nocturna con las manos vacias—. Empezaba a pensar que el Dios de Israel estaba en nuestra contra.

—?No encontraste a nadie en casa de Wong?

—Ni a un alma; solo ventanas cerradas a cal y canto, puertas atrancadas y toneladas de lluvia cayendo encima. Volvere esta tarde para tratar de averiguar algo entre los vecinos. Los chinos no abundan en el pais de los helvecios, asi que sus idas y venidas deben de despertar curiosidad.

—A lo mejor ha ido a reunirse con Aronov.

—Si la casa esta vacia, hoy lo sabre con seguridad. Es posible que Wong no me oyera aunque estuviese alli anoche.

—?Y no intentaste entrar? Normalmente las puertas no se te resisten mucho tiempo.

—Si Wong se ha marchado, habria sido una perdida de tiempo. Ademas, es preferible reconocer de dia el objetivo, sea cual sea, antes de atacarlo de noche.

—Dependiendo de lo que averigues, podriamos ir juntos esta noche.

Eran las cinco en punto cuando un taxi dejo a Morosini delante de la escalinata que ya conocia. Como la lluvia tambien habia acudido a la cita, se desarrollo el mismo ceremonial de la otra noche hasta el final de la escalera, donde el mayordomo, en lugar de ir hacia el despacho, giro a la izquierda y abrio una doble puerta: la senora esperaba a su excelencia en sus aposentos privados.

Aunque la denominacion hizo fruncir ligeramente el entrecejo al visitante, este enseguida se tranquilizo: el salon donde lo introdujeron, de un irreprochable estilo Luis XVI, parecia mucho mas un museo que un gabinete propicio para toda clase de abandonos. En cuanto a la mujer que entro en el cinco minutos despues, estaba en perfecta armonia con el aspecto suntuoso aunque una pizca demasiado afectado de la decoracion: vestido de crespon gris nube de manga larga, cuyo drapeado terminaba en un chal anudado alrededor del cuello y servia de base a un collar de tres vueltas de finas perlas a juego con las que adornaban las orejas de la dama. Dianora jamas habia aparecido ante Aldo vestida de forma tan austera, pero este recordo que la protestante Zurich debia de imponer a sus hijos catolicos, aunque fueran multimillonarios, un comportamiento un tanto solemne.

Dianora ofrecio a su visitante una mano regia, cargada de preciosos anillos, y una sonrisa burlona.

—?Que amable has sido aceptando mi invitacion, querido amigo, pese a lo poco protocolaria que era!

—No te disculpes. Pensaba pedirte una entrevista. Tengo que hablar contigo.

—Dicen que las grandes mentes coinciden. Traeran el te dentro de un momento y despues tendremos todo el tiempo que queramos para charlar.

Se limitaron, pues, a intercambiar los comentarios comunes de rigor hasta que el mayordomo, flanqueado por dos camareras, hubo dispuesto ante Dianora la bandeja con el servicio de te, de corladura y porcelana de Sajonia, y en dos mesas contiguas, platos con emparedados, pastas, galletas y bombones, todo en cantidad suficiente para una decena de personas.

Mientras la senora Kledermann procedia a una «ceremonia del te» casi tan complicada como en Japon, Morosini no podia evitar admirar la gracia perfecta de esa mujer de la que habia estado perdidamente enamorado diez anos antes. Parecia haber descubierto el secreto de la eterna juventud. El rostro, las manos, la sedosa cabellera clara, todo estaba liso, fresco, y no presentaba ningun defecto. Exactamente igual que antes. En cuanto a los grandes ojos de largas pestanas, su color aguamarina conservaba el mismo brillo. Aunque para el era un descubrimiento reciente, Aldo comprendia la pasion del banquero por esa obra maestra humana pese a que el mismo ya no era sensible a ella; preferia con mucho las pecas y la sonrisa traviesa de Lisa.

—Dejame adivinar de que asunto quieres hablar conmigo —dijo Dianora dejando la taza, de la que acababa de beber—. ?Que nos apostamos a que se trata del rubi?

—No era muy dificil de adivinar. Tenemos que hablar muy seriamente sobre el. Esta historia es mucho mas grave de lo que imaginas.

—?Que tono tan siniestro! Te he conocido mas alegre, querido Aldo…, ?o debemos olvidar que fuimos amigos?

—Algunos recuerdos no se borran nunca, y precisamente en nombre de esta amistad te pido que renuncies a esa piedra.

—?Demasiado tarde! —dijo ella con una risita divertida.

—?Como que demasiado tarde?

—Aunque quisiera, y no es el caso, me seria imposible devolvertela. Moritz salio para Paris ayer por la manana. Solo Cartier le parece digno de componer el marco apropiado para esa maravilla.

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