—Aqui hay artistas muy buenos.

—Desde luego, pero, como bien sabes, solo la perfeccion es digna de mi.

—Nunca he dicho lo contrario, y por eso me repugna que esa piedra sangrienta con un pasado terrible pase a ser de tu propiedad. ?Estas jugando con el Diablo, Dianora!

—?No digas tonterias! Ya no estamos en la Edad Media.

—Muy bien —dijo Morosini, suspirando—. Solo espero que no le suceda nada a Kledermann durante su estancia en Paris.

—Sera una estancia breve: vuelve esta noche. La joya terminada la traera a tiempo para la fiesta un emisario secreto. ?No es excitante?… Por cierto, ?puedo contar con tu presencia?

—Tendras que invitar tambien a mi amigo Vidal-Pellicorne, que llego ayer.

—?De verdad? Me alegro mucho, ese hombre es un encanto. Pero hablemos ahora un poco de ti. En realidad, te he llamado para eso.

—?De mi? No se que interes puede tener hablar de mi.

—No seas modesto, no te va en absoluto. Tengo que hacerte algunos reproches. Asi que te has casado, ?eh?

—Por favor, Dianora, preferiria hablar de otra cosa. No me he casado por voluntad propia.

—Pero ?es posible obligarte a ti a algo? Parece que esa mosquita muerta que habia atrapado entre sus redes al pobre Eric Ferrais hace verdaderos milagros. Explicamelo, porque yo creia conocerte.

—No hay nada que explicar. Lo comprenderas cuando te diga que he presentado una solicitud de anulacion ante el tribunal de Roma.

El semblante burlon de la joven se torno de pronto grave.

—Me alegro mucho, Aldo. Esa mujer, capaz de conseguir que le den la comunion sin confesarse, es muy peligrosa. Confieso que, cuando me entere de la noticia, tuve miedo por ti. Y Moritz tambien, porque te aprecia. Los dos estamos firmemente convencidos de que fue ella quien mato a Ferrais… y seria una pena perder a un hombre de tu valia. —Pasando de pronto a un registro jovial, Dianora anadio—: ?Y si me contases ahora tus aventuras con Lisa, mi hijastra? Me entere con estupor, no hace mucho, de que a tu regreso de la guerra te propusieron casarte con ella.

—En efecto —murmuro Aldo, incomodo.

—?Increible! —exclamo Dianora, riendo—. ?He estado a punto de convertirme en tu suegra! ?Que horror! No creo que me hubiera gustado. Por lo menos en aquel momento.

—?A que viene esa restriccion? ?Acaso has cambiado de opinion? —pregunto Morosini un tanto sorprendido.

—Si. En el fondo, es una lastima que rechazaras la propuesta, aunque lo dice todo en tu favor. Actualmente no te encontrarias en una situacion desagradable. Ademas, Lisa es un poco extravagante, pero es una chica estupenda. Su aventura veneciana, ese increible disfraz… Todo eso me parecio muy divertido. He acabado por tomarle cierto aprecio. Habria sido una princesa Morosini perfecta.

Aldo no salia de su asombro.

—?Eres tu, Dianora, quien me dice esto? ?No doy credito a mis oidos! Entonces, ?no estais a matar?

—Lo estabamos, pero el invierno pasado cambiaron muchas cosas. Seguramente no lo sabes, pero Moritz tuvo que someterse a una delicada intervencion quirurgica. Pase mucho miedo… Hasta el punto… de comprender lo apegada que estaba a el.

Desde hacia un momento, bajaba los ojos y jugueteaba nerviosamente con las perlas de sus collares. De pronto, los levanto para clavarlos en los de Aldo.

—Mientras caminaba arriba y abajo en el salon de la clinica esperando saber el resultado de la operacion, me jure que, si todo iba bien, en lo sucesivo seria una esposa intachable. Una esposa tierna… y fiel.

Morosini se inclino para tomar entre sus manos las de la joven, que temblaban un poco.

—Descubriste que lo amabas —dijo con una gran dulzura—. Y me has pedido que venga esta tarde para decirmelo. ?Me equivoco?

Ella le dedico una sonrisa un tanto tremula. La misma, penso Aldo un poco emocionado, que la de una jovencita confesando a su padre su primer amor.

—No —dijo Dianora—. Es justo eso. Descubri, un poco tarde quiza, que tenia un marido extraordinario, asi que…

—Si estas pensando en lo que fuimos el uno para el otro en otros tiempos, olvidalo sin vacilar. O mejor entierralo en lo mas profundo de tu corazon. Nadie ira a buscarlo ahi, y yo menos que nadie.

—No dudaba de tu discrecion. Eres un gran senor, Aldo, pero de todas formas era preciso decir estas cosas y que entre nosotros no hubiera mas sombras… Puesto que ahora somos viejos amigos —dijo de repente—, ?me permites una pregunta?

—Adelante.

—?De quien estas enamorado? Suponiendo que lo estes de alguien.

Para su contrariedad, noto que se sonrojaba y trato de escabullirse haciendo una pirueta:

—En este preciso instante estoy enamorado de ti, Dianora. Acabo de descubrir a una mujer desconocida que me gusta mucho.

—?Dejate de tonterias!… Aunque deseo creerte. Me parece que Lisa hizo el mismo descubrimiento.

El nombre, inesperado, aumento su sonrojo. Dianora se echo a reir.

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