—?Que hace aqui? —gruno.
—Yo podria formularle la misma pregunta —repuso Morosini, flematico—. ?Debo suponer que me ha seguido? La verdad es que no lo habia puesto en duda ni por un segundo.
—Me alegro por usted. Ahora, conteste: ?que ha venido a hacer aqui?
—Hablar.
—?Solo hablar? ?Con la persona que lo acusaba de robo? ?No es un poco extrano?
—Precisamente porque me acusaba de robo he querido explicarme ante el. Cuando se lleva mi apellido, resulta muy dificil dejar en el aire ese tipo de acusacion, sobre todo en el extranjero. Reconozco que esto podria haber terminado en un duelo o un combate, pero el marques es un hombre mas sensato y ponderado de lo que yo creia. Una vez dadas y recibidas las explicaciones, hemos permitido a nuestras mentes apaciguarse y el marques me ha ofrecido una copa de amontillado mas que honorable. Eso es todo. Ahora le toca a usted.
—?Que me toca?
—Decirme al menos por que me ha seguido. Su puesto esta en Sevilla y lo encuentro a cientos de kilometros de alli. ?Que mas quiere de mi?
—Simplemente, me interesa lo que hace.
—?Ah!
En ese momento se presento el hostelero con un plato humeante que dejo sobre la mesa.
—Si por casualidad mi cena tambien le interesa, podriamos compartirla. La cocina espanola a veces no es impecable, pero siempre es abundante. Tome asiento. Me gusta charlar en torno a una buena comida.
Mientras formulaba la invitacion, Aldo se preguntaba si la cena en cuestion seria realmente tan buena. Saltaba a la vista que era cerdo demasiado cocido, rodeado de garbanzos que deberian de estarlo aun mas, todo sazonado con el inevitable pimenton. No obstante, el plato parecia atraer a Gutierrez, que solo dudo un instante antes de coger una silla y sentarse.
—Despues de todo, ?por que no?
Tras ser llamado con un gesto imperativo, el hostelero se apresuro a poner otro cubierto. Suponiendo que, dadas sus dimensiones, su invitado quizas encontrara un poco escasa la mitad del plato, Morosini pidio otra racion, acompanada de una tortilla y del «mejor vino que tenga».
A medida que el pedia, el comisario iba abriendose como una rosa al sol, y cuando tomo el primer vaso de vino, desplego una media sonrisa y a continuacion hizo chascar la lengua con una satisfaccion que su anfitrion no compartia. El vino en cuestion era bastante aspero y debia de alcanzar la graduacion de un buen aguardiente de Borgona.
—Vuelva a contarme que ha ido a hacer a casa del marques.
—Creia haber sido lo bastante claro —dijo Aldo, volviendo a llenar con generosidad el vaso de su acompanante—: he pedido explicaciones, me las han dado y hemos hecho las paces…, a decir verdad con bastante facilidad, pues el marques empezaba a lamentar sus acusaciones. —En vista de que el comisario lo miraba con recelo, anadio—: ?Me equivoco, o no le convencio lo que le dijo la duquesa de Medinaceli?
En el modesto comedor del hostal, el ilustre apellido resono como un gong, incomodando visiblemente al tozudo policia: era, en cierto modo, como si lo desafiaran a tachar a dona Ana de mentirosa. Gutierrez acuso el golpe y parecio encogerse:
—N… no —murmuro—, pero se que la nobleza forma un gran club cuyos miembros se defienden unos a otros.
—Deberia haberle dicho eso al marques de Fuente Salada cuando me acuso de ladron.
—En cualquier caso, ?alguien tiene que haberse llevado ese maldito retrato! Admito que quiza no saliera usted de la casa con el, pero eso no demuestra que no contara con un complice, debidamente retribuido, dentro.
Morosini volvio a llenar el vaso de su companero de mesa y se echo a reir.
—?Tenaz, eh? Y cabezota. No se que hacer para convencerlo. ?Cree que habria venido hasta aqui…?
—?Para persuadir al marques de que reconociera su inocencia? ?Por que no? Despues de todo, nada impide que ustedes dos sean complices.
Una pequena vena comenzo a latir en la sien de Aldo, como le sucedia cuando se ponia nervioso u olfateaba un peligro. Ese cernicalo era mas inteligente de lo que parecia, penso. Si se le metia en la cabeza fisgar en casa de Fuente Salada, la cosa podia acabar en drama. Este podria creer que Morosini lo habia enganado y lo llevaba a la policia despues de haberle tirado de la lengua, y Dios sabe como reaccionaria y lo que seria capaz de inventarse. No obstante, su rostro era un modelo de impasibilidad cuando sugirio:
—?Por que no va a preguntarselo?
—?Por que no vamos juntos?
—Si lo prefiere… Me gustaria ver como lo recibe —dijo Aldo esbozando una sonrisa—. Pero, si no le importa, acabemos antes de cenar. Me gustaria tomar un postre, acompanado quiza de un vino mas dulce. ?Que le parece?
—No es mala idea —dijo el comisario, apurando con una pena manifiesta el vino que quedaba.
Era una idea incluso excelente, si Morosini conseguia hacer lo que se le acababa de ocurrir. Tras ser llamado, el hostelero llevo flan, mazapan y una compota indefinida, y asintio encantado cuando su fastuoso cliente le pidio echar un vistazo a la bodega a fin de elegir mejor. El hombre se apresuro a coger una linterna para guiarlo.
—No tengo una bodega muy bien provista, senor —se disculpo.
Pero era mas que suficiente para lo que Morosini queria hacer en ella. Nada mas entrar, Aldo saco del bolsillo una pequena libreta y una pluma, escribio rapidamente, en frances, una nota poniendo al marques al corriente de la situacion, arranco la pagina, la doblo cuidadosamente y, dirigiendose al hostelero, que lo miraba estupefacto, pregunto:
—?Conoce al marques de Fuente Salada?
—Muy bien, senor, muy bien.
—Haga que le lleven esto enseguida. De inmediato, ?me entiende?, sin esperar ni un segundo. Es muy importante. ?Incluso para Tordesillas!
Al hombre se le iluminaron los ojos al ver el billete que acompanaba al papel.
—Ahora mismo mando a mi hijo. ?Y… lo del vino?
Encontraron una polvorienta botella de jerez que iba a costarle al principe lo mismo que el mejor champan en el Ritz —era la unica que quedaba y la guardaban para una gran ocasion—, tras lo cual regresaron al comedor, donde el policia ya habia empezado a atacar el mazapan.
Una hora mas tarde, Gutierrez hacia sonar la aldaba de bronce contra la puerta del marques y obligaba a acudir, al cabo de un rato, a una asustada sirvienta con gorro de dormir y camison. Casi pisandole los talones, aparecio don Manrique envuelto en una bata con estampado de ramas, su semblante palido mas sobrecogedor que nunca a la luz de la vela que llevaba en la mano.
—?Que quiere? —pregunto con una rudeza que, unida a su aspecto casi fantasmal, hizo perder al policia parte de su aplomo.
No obstante, la obstinacion fue mas fuerte y, tras una cascada de disculpas y zalemas, el comisario expuso lo que queria: habia seguido al principe Morosini desde Sevilla y, muy sorprendido al ver que venia a Tordesillas, queria visitar la casa… porque… hummm…, bueno, se preguntaba si no le habian representado una comedia y si…
El desprecio con que el marques obsequio a Gutierrez habria dejado anonadado a mas de uno, pero este, estimulado quiza por las numerosas libaciones, se mantuvo firme en sus trece. No tenia muchas ideas a la vez, pero cuando tenia una no la abandonaba y la seguia hasta el final. Dejando a Morosini y a Fuente Salada bajo la vigilancia del alguacil local, requerido para la ocasion, siguio con paso decidido a la sirvienta, a la que su senor habia dado instrucciones de que iluminara todas las habitaciones y mostrara todo al comisario, incluidos la bodega y el desvan.
—?Busque! ?Registrelo todo! —dijo el marques con una desenvoltura de gran senor seguro de si mismo—. Nosotros estaremos muy bien aqui esperandolo.
Dicho esto, fue a sentarse en uno de los dos bancos de la sala baja, dejo la vela en el suelo y senalo al fondo de la sala el otro banco a Morosini, que fue a instalarse alli. El guardian tuvo que conformarse con apoyarse en un pilar.