Harriet saco el coche aquella tarde y llevo a la senorita Lydgate y a la decana a merendar en el campo, en las inmediaciones de Hinksey. Cuando volvio, a tiempo para la cena, encontro un recado urgente en la conserjeria, en el que le pedian que llamara a lord Saint-George al House en cuanto regresara. La voz del muchacho parecia agitada cuando contesto.

– ?Oye, es que no puedo localizar al tio Peter! ?Se ha esfumado otra vez, maldita sea! He visto a la fantasma esta tarde, y creo que deberias tener cuidado.

– ?Donde la has visto? ?Cuando?

– A eso de las dos y media, paseando por el puente de Magdalen, a plena luz del dia. Yo habia estado comiendo con unos amigos cerca de Iffley, y nos acercabamos al Magdalen a dejar a uno de ellos cuando la vi. Iba hablando para sus adentros, rarisima, apretando las manos con los ojos en blanco. Ella tambien me vio. Y es inconfundible. Iba conduciendo un amigo mio, e intente avisarlo, pero ibamos a dar la vuelta detras de un autobus y no me entendio. De todos modos, cuando nos paramos delante de la verja del Magdalen, sali corriendo y retrocedi, pero no la encontre. Como si se hubiera esfumado. Seguro que sabia que iba detras de ella y se largo. Me dio miedo, pensando que esa mujer era capaz de cualquier cosa. Asi que llame a tu college y me dijeron que habias salido, y despues llame a al Mitre y tampoco sirvio de nada, asi que llevo aqui toda la tarde mordiendome los punos. Primero pense en dejar una nota, pero despues pense que seria mejor que te lo contara. Que fiel soy ?no? No he ido a una cena por hablar contigo.

– Eres amabilisimo -repuso Harriet-. ?Como iba vestida la fantasma?

– Pues con uno de esos vestidos azul oscuro con ramilletes y sombrero con ala, eso que llevan la mayoria de vuestras profesoras por la tarde. Nada Chillon, ni elegante. Corriente. Lo que reconoci fueron los ojos. Se me puso la carne de gallina, en serio. Esa mujer es un peligro, te lo juro.

– Has hecho bien en avisarme -dijo Harriet-. Voy a intentar averiguar quien podria ser. Y tomare precauciones.

– Si, por favor -dijo lord Saint-George. O sea, el tio Peter esta asustadisimo, como loco. Ya se que es medio imbecil y un nervioso, y he hecho todo lo posible por «aliviar el pecho del atribulado» y esas cosas, pero estoy empezando a pensar que ha encontrado una excusa. Por lo que mas quieras, tia Harriet, haz algo. No puedo consentir que se carguen delante de mis narices a un tio tan valioso como el mio. Es que parece el senor de Burleigh, ya sabes, «de arriba abajo y de abajo arriba» y demas… y tanta responsabilidad me desquicia.

– Oye ?por que no vienes a cenar al college manana a ver si reconoces a esa senora? Esta noche no serviria de nada, porque hay mucha gente que no viene a cenar los domingos.

– ?Estupendo! -exclamo el vizconde-. Me parece una idea fenomenal. Le voy a sacar un regalo de cumpleanos estupendo al tio Peter si le resuelvo este problema. Hasta luego, y cuidate mucho.

– Tendria que haberseme ocurrido antes -dijo Harriet, contandole esta noticia a la decana-, pero no podia imaginarme que reconoceria a esa mujer tras haberla visto solo una vez.

La decana, para quien la historia de lord Saint-George y su encuentro fantasmal era una novedad, parecia esceptica.

– Personalmente, no me comprometeria a reconocer a nadie habiendolo visto a oscuras y una sola vez, y desde luego, no me fiaria de un joven tarambana como ese. La unica persona que conozco aqui que tenga un panuelo azul marino con ramilletes es la senorita Lydgate, ?y me niego en redondo a creermelo! pero de todos modos, invite a cenar al joven. Me encantan las emociones, y ese muchacho es aun mas decorativo que el otro.

Harriet comprendio que las cosas estaban a punto de desembocar en algo complicado. «Toma precauciones.». Menuda imbecil pareceria yendo por ahi con un collar de perro alrededor del cuello, y ademas no le serviria para defenderse de atizadores y cosas por el estilo… El viento debia de soplar desde el suroeste, porque al atravesar el patio viejo llego nitidamente a sus oidos el estruendo de la campana Tom al dar las ciento una campanadas.

«No mas tarde de las nueve y media», habia dicho la senorita Ward. Si el peligro habia dejado de merodear a medianoche, aun le quedaban unas horas por delante.

Subio a su habitacion y cerro la puerta con llave antes de abrir un cajon y sacar la pesada correa de cuero y cobre. En l descripcion de aquella mujer cruzando el puente de Magdalen con los ojos en blanco y «apretando» las manos habia algo muy desagradable. Noto la presion de Peter en su cuello como una tira de hierro, y lo oyo diciendo serenamente, como si leyera un libro de testo: «Ese es el punto peligroso. La compresion de los vasos sanguineos ahi provoca la inconsciencia casi al instante. Y entonces, se acabo».

Y con la presion momentanea de los pulgares de Peter, se le habian inundado los ojos de fuego.

Se dio la vuelta sobresaltada al oir un ruido en el picaporte. Probablemente estaba abierta la ventana del corredor y entraba el viento. Se estaba poniendo absurdamente nerviosa.

La dureza de la hebilla se le resistio. («?Acaso es tu sirviente un perro, para que haga esto?») Al verse en el espejo, se rio. «Un aspecto como de cala que por si mismo es una provocacion a la violencia.» A la difuminada luz nocturna, su propio rostro la sorprendio, suavizado y sobresaltado, livido, con los ojos extranamente grandes bajo las espesas cejas negras y los labios entreabiertos. Era como la cabeza de una persona a la que hubieran guillotinado: la tira oscura la separaba del cuerpo como el acero del verdugo.

Penso si su amante la habria visto asi durante aquel torrido ano de infelicidad, cuando ella intentaba creer que la entrega llevaba a la felicidad. Pobre Philip, atormentado por su propia vanidad, que nunca la habia querido hasta que mato sus sentimientos por el y sin embargo la arrastraba peligrosamente en su caida hacia el abismo de la muerte. No fue tanto a Philip a quien se sometio como a una teoria de la vida. Los jovenes siempre son teoricos; solo los de mediana edad pueden comprender los limites de los principios. Doblegarse ante uno mismo y antes los propios fines puede ser peligroso, pero someterse a los fines de otros es reducirse a polvo y ceniza. Sin embargo, los hay aun mas desgraciados, quienes envidian la salobre ceniza de esas «manzanas del mar Muerto».

?Podria existir jamas una alianza entre el intelecto y la carne? Era esa mania de hacer preguntas y analizarlo todo lo que esterilizaba y anquilosaba las pasiones. Quiza la experiencia tuviera una formula para superar esa dificultad, mantienes el cerebro amargado, atormentado, a un lado de la pared, y al otro el cuerpo hermoso y languido, sin permitirles que se reunan jamas. De modo que si eres asi, podrias discutir sobre lealtades en una sala del profesorado de Oxford y refrescarte con cantantes vienesas, por ejemplo, presentando una superficie de aguas tranquilas por los dos lados de tu ser. Facil para un hombre y posible incluso para una mujer, si evitas accidentes absurdos como que te juzguen por asesinato; pero intentar forzar un compromiso entre dos personas incompatibles es una locura; no se deberia hacer ni prestarse a ello. Si Peter queria hacer el experimento, que no contara con la connivencia de Harriet. Seis siglos de sangre posesiva no obedecerian a cuarenta y cinco anos escasos de intelecto hipersensibilizado. Que el animal macho tomara a la hembra y se contentara; al cerebro activo puede dejarsele perfectamente «hablando», como el protagonista de Hombre y superhombre. En un largo monologo, por supuesto, pues el animal hembra solo puede escuchar, sin intervenir. De otro modo, tendriamos la pareja de Vidas privadas, que rodaban por el suelo y se daban de golpes cuando no estaban haciendo el amor porque, evidentemente, no tenian recursos convencionales. Un panorama de desolador aburrimiento en cualquier caso.

La puerta volvio a hacer ruido, como recordatorio de que incluso un poquito de aburrimiento puede ser deseable en lugar de los sustos. El solitario peon rojo se burlaba de la seguridad apostado en la repisa de la chimenea… Con que tranquilidad se habia tomado Annie la advertencia de Peter. ?Se la habria tomado en serio? ?Estaria teniendo cuidado? Parecia tan delicada y reservada como siempre cuando llevo el cafe a la sala del profesorado aquella noche… quiza un poco mas alegre que de costumbre. Claro, habia pasado la tarde con Beatie y Carola… Es curioso, ese deseo de poseer a los hijos y dictar sus gustos, como si fueran fragmentos que se escapan de nosotros y no individuos, penso Harriet. Aunque los gustos se inclinaran por las motocicletas… A Annie no le pasaba nada ?Y la senorita De Vine, regresando de Londres felizmente ignorante? Harriet comprobo sobresaltada que era casi las diez menos cuarto. El tren debia de haber llegado ya. ?Se habria acordado la rectora de avisar a la senorita De Vine? No podian dejar que durmiera en aquella habitacion de la planta baja sin estar preparada; pero la rectora nunca olvidaba nada.

Sin embargo, Harriet no estaba tranquila. Desde su ventana no veia si habia luces encendidas en el ala de la biblioteca. Abrio la puerta y salio (si; la ventana del corredor estaba abierta; nadie sino el viento habia hecho ruido en el picaporte). Unas cuantas figuras borrosas se movian aun por el extremo del patio cuando ella paso junto a la

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