dejado entrar a las mujeres, no estaba dispuesta a defraudarlas. Eso debio de sacar de quicio a X. El doctor Threep actuo como intermediario entre ustedes y el vicerrector y seguramente se ocuparon del asunto.
– Yo le comunique al vicerrector que se estaban tomando medidas -dijo la rectora.
– Desde luego, y para mi fue un honor que me pidiera que tomase esas medidas. Yo tenia muy pocas dudas sobre la identidad de X desde el principio, pero una sospechosa no es una prueba, y no deseaba sembrar ninguna sospecha que no pudiera justificar. Mi primera tarea consistia, evidentemente en averiguar si la senorita De Vine habia asesinado o lesionado de verdad a alguien. En el transcurso de una conversacion sumamente interesante despues de la cena en esta habitacion, puso en mi conocimiento que, hace seis anos, habia desempenado un papel decisivo en despojar a un hombre de su prestigio y sus medios de vida, y si lo recuerdan, llegamos a la conclusion de que su conducta podria haber contrariado a cualquier hombre viril o a cualquier mujer femenina.
– ?Quiere decir que toda esa discusion estaba destinada a sacar a relucir esa historia? -pregunto la decana.
– Ofreci una oportunidad para que la historia saliera a la luz, pero si no hubiera salido entonces, yo habria preguntado. A proposito, tambien me convenci de algo de lo que estaba seguro desde el principio: que no hay en este claustro ninguna mujer, casada o soltera, dispuesta a poner las lealtades personales por encima del honor profesional. Era un punto que me parecio necesario aclarar, no tanto por mi como por ustedes.
La rectora miro a la senorita Hillyard, despues a la senora Goodwin y de nuevo a Peter.
– Si -dijo-. Creo que fue muy acertado.
– Al dia siguiente le pregunte a la senorita De Vine el nombre del hombre en cuestion, del que ya sabiamos que era guapo y estaba casado -prosiguio Peter-. Se llamaba Arthur Robinson, y con esta informacion me propuse averiguar que habia sido de el. Mi teoria consistia en que X era la esposa o alguien de la familia de Robinson, que habia venido aqui cuando se anuncio el nombramiento de la senorita De Vine, con la intencion de vengarse de ella, del college y de las universitarias en general, y que casi seguro, era una persona que mantenia una estrecha relacion con la familia Jukes. Esta teoria quedo reforzada por el descubrimiento de que habia dado informacion perjudicial para Jukes mediante una carta anonima similar a las que circulaban por aqui.
»Pues bien, lo primero que ocurrio despues de mi llegada fue la irrupcion de X en el aula de ciencias. La idea de que X se arriesgara a ser descubierta al preparar las cartas de una forma tan abierta y peligrosa era a todas luces absurda. Era todo un montaje, destinado a inducirnos a error y posiblemente a establecer una coartada. Habia preparado los mensajes en otro sitio y los habia colocado adrede; de hecho, no quedaban suficientes letras en la caja para terminar el comunicado que habia empezado para la senorita Vane. La habitacion elegida se ve perfectamente desde el ala de las criadas, y la luz del techo estaba llamativamente encendida, aunque habia un flexo que funcionaba perfectamente. Fue Annie quien le dijo a Carrie que se fijara en la luz de la ventana, y Annie la unica que aseguro haber visto a X, y mientras que quedo establecida una coartada para ambas, Annie era la unica que cumplia las condiciones requeridas por X.
– Pero Carrie oyo a X en la habitacion -objeto la decana.
– Si, claro -repuso Wimsey, sonriendo-. Y Annie la mando a buscarla a usted mientras ella quitaba las cuerdas con que habia apagado la luz y tiraba la pizarra desde el otro lado de la puerta. ?Recuerda que le comente que habia limpiado a fondo el polvo de la parte superior de la puerta para que no se notaran las marcas de las cuerdas?
– Pero las huellas del alfeizar de la ventana del cuarto oscuro… -dijo la decana.
– Autenticas. Salio por alli la primera vez, dejando las puertas cerradas con llave por dentro para hacerlo mas convincente. Despues entro en el ala de las criadas por la despensa, aviso a Carrie y se la llevo a que viera la escenita… Por cierto, creo que alguna de las criadas podia tener sus sospechas. Quiza encontrase la puerta de la habitacion de Annie misteriosamente cerrada en varias ocasiones, o se topara con ella en el pasadizo a horas intempestivas. En cualquier caso, saltaba a la vista que habia llegado el momento de establecer una coartada. Me atrevia a aventurar que a partir de entonces cesarian las correrias nocturnas, y asi fue. Y supongo que no encontraremos la otra llave de la despensa.
– Muy bien, pero no tiene pruebas -dijo la senorita Edwards.
– No. Me flui para recabarlas. Entretanto, X, si es que no le gusta como la he identificado, llego a la conclusion de que la senorita Vane era peligrosa y le tendio una trampa para atraparla. No le salio bien, porque con mucha sensatez, la senorita Vane telefoneo al college para confirmar el misteriosos recado que habia recibido en Somerville. Dieron ese recado desde una cabina de telefonos de la calle el miercoles por la noche, a las once menos diez. Justo antes de las once, Annie volvio de su dia libre y oyo a Padgett hablando con la senorita Vane por telefono. No se entero de la conversacion pero probablemente oyo el nombre.
»Aunque esa tentativa fracaso, yo estaba seguro de que volveria a intentar algo, contra la senorita De Vine o contra la criada suspicaz… o contra las tres y las adverti. Lo siguiente que ocurrio fue que destruyeron las piezas de ajedrez de la senorita Vane, algo inesperado. Parecia mas una cuestion de odio personal que de miedo. Hasta ese momento la senorita Vane habia recibido un trato casi tan carinoso como si hubiera sido una mujer femenina. ?Se le ocurre algo que pudiera haber dado esa impresion a X, senorita Vane?
– No lo se -contesto Harriet confusa-. Le pregunte por las ninas y hable con Beatie… ?Dios mio, si, Beatie!… cuando las conoci. Y recuerdo que en una ocasion le di la razon cortesmente a Annie y le dije que el matrimonio podia ser algo bueno si encontrabas a la persona adecuada.
– Una frase muy diplomatica, si bien falta de principios. ?Y el atento senor Jones, del Jesus? Si trae jovenes al college por la noche y los esconde en la capilla…
– ?Cielo santo! -exclamo la senorita Pyke.
– … es normal que se la considere una mujer femenina. De todos modos, no tiene mayor importancia. Me temo que esa impresion quedo borrada por completo cuando declaro publicamente que las relaciones personales deben relegarse ante los deberes publicos.
– Pero ?que le paso a Arthur Robinson? -pregunto la senorita Edwards con impaciencia.
– Estaba casado con una mujer llamada Chyarlotte Ann Clarke, que era la hija de su casera. A su primera hija, que nacio hace ocho anos, le impusieron el nombre de Batrice. Despues del incidente de York, cambio su apellido por el de Wilson y encontro un puesto de maestro en una pequena escuela privada de primaria, donde no les importaba contratar a alguien que habia sido despojado de su titulo universitario, con tal de no tener que pagarle mucho. Su segunda hija, que nacio poco despues, se llamaba Carola. Me temo que los Wilson no llevaron una vida facil. Perdio el primer trabajo (lamento decir que por la bebida), encontro otro, volvio a meterse en lios y hace tres anos se volo la tapa de los sesos. Salieron fotografias en los periodicos locales. Aqui estan. Un hombre rubio, guapo, de unos treinta y ocho anos, inseguro, atractivo, parecido a mi sobrino. Y esta es la fotografia de la viuda.
– Tiene usted razon -dijo la rectora-. Es Annie Wilson.
– Si. Si leen el informe de la investigacion judicial, veran que dejo una carta en la que decia que lo habian acosado hasta la muerte… una carta un tanto incoherente, con una cita en latin, que tradujo el juez de instruccion.
– ?Santo cielo! -exclamo la senorita Pyke-.
–
– Me dieron muy buenas referencias de ella -dijo la administradora.
– No me cabe duda; ?por que no? Debio de seguirle la pista a la senorita De Vine, y cuando la Navidad pasada se anuncio el nombramiento, solicito trabajo aqui. Probablemente sabia que al ser una pobre viuda con dos hijas pequenas, atenderia su peticion…
– ?y que decia yo? -exclamo la senorita Hillyard-. Siempre he dicho que este absurdo sentimentalismo con las mujeres casadas acabaria con la disciplina de este colegio. No estan, ni pueden estar, centradas en su trabajo.
– ?Dios mio! ?Pobrecilla! -dijo la senorita Lydgate-. ?Venga a darle vueltas en la cabeza a esa afrenta de una forma tan desequilibrada! Si lo hubieramos sabido, sin duda podriamos haber hecho algo para que viera el asunto con una perspectiva mas racional. Senorita De Vine, ?nunca se le ocurrio averiguar que le habia ocurrido a ese desdichado Robinson?
– Lamento decir que no.