– Nunca -contesto Harriet, recordando los momentos en que Peter podria haberlo hecho-. Jamas.

– Entonces, ?de que tiene miedo? ?De si misma?

– ?No ha sido esta tarde suficiente advertencia?

– Quiza. Ha tenido usted la suerte de dar con un hombre muy generoso y muy honrado. Ha hecho lo que usted le pidio sin importarle lo que iba a costarle y sin rehuir la cuestion. No ha intentado ocultar los hechos ni influir en su opinion. Al menos reconocera eso.

– Supongo que se daria cuenta de como me habria sentido.

– ?Que se dio cuenta? -dijo la senorita De Vine con cierta irritacion-. Mi querida amiga, reconozca que ese hombre tiene una gran inteligencia. Es increiblemente sensible y mucho mas inteligente de lo que le convendria, pero de verdad, creo que no puede usted seguir asi. No va agotar su paciencia, ni a quebrantar su autocontrol ni su espiritu, pero si puede quebrantar su salud. Parece una persona al limite de su resistencia.

– Ha estado de aca para alla, trabajando mucho -replico Harriet a la defensiva-. No resultaria agradable vivir conmigo. Tengo muy mal caracter.

– Bueno, si el quiere correr ese riesgo… Valor no parece que le falte.

– Solo conseguiria amargarle la vida.

– Muy bien. Si ha llegado a la conclusion de que usted no le llega ni a la suela de los zapatos, digaselo y despachelo.

– Llevo cinco anos intentando despachar a Peter, pero con el no funciona.

– Si lo hubiera intentado en serio, podria haberlo despachado en cinco minutos… Perdone. Supongo que usted no lo habra pasado muy bien, pero el tampoco puede haberlo pasado muy bien… viendolo todo y sin poder intervenir.

– Si. Casi preferiria que hubiera intervenido, en lugar de ser tan terriblemente inteligente. Seria un alivio que me trataran sin ninguna consideracion, para variar.

– El jamas haria una cosa asi. Ese es su punto flaco. Jamas decidira por usted. Usted tendra que tomar sus propias decisiones. No tiene que temer perder su independencia; el siempre la obligaria a recuperarla. Si alguna vez encuentra algun reposo con el, sera el reposo de un equilibrio muy delicado.

– Es lo mismo que dice el. Si estuviera en mi lugar, ?a usted le gustaria casarse con un hombre asi?

– Francamente, no -respondio la senorita De Vine-. Bajo ninguna circunstancia. El matrimonio entre dos inteligencias independientes e igualmente susceptibles me parece una insensatez demencial. Podrian hacerse un dano terrible el uno al otro.

– Lo se, y no creo que yo soportara que me hicieran mas dano.

– Entonces, le aconsejo que deje de hacer dano a los demas. Enfrentese a los hechos y exprese sus conclusiones. Ponga su mente academica a trabajar y acabe con el problema de una vez por todas.

– Creo que tiene usted razon -reconocio Harriet-. Lo hare. Y eso me recuerda que esta manana he visto escrito PARA IMPRENTA en Historia de la prosodia, de la senorita Lydgate, de su puno y letra. Sali corriendo con el manuscrito y cogi por banda a una alumna para que lo llevara a la imprenta. Estoy casi segura de haber oido una debil voz que decia algo desde una ventana, algo sobre una nota en la pagina 97… pero hice como si no lo oyera.

– ?Gracias a Dios! ?Al menos ese trabajo academico ha dado al fin sus frutos! -dijo la senorita De Vine, riendo.

Capitulo 23

El ultimo refugio, y el remedio mas seguro, que debe aplicarse en caso extremo, cuando ningun otro recurso surta efecto, consiste en dejar que se vayan juntos para que disfruten el uno del otro: potissima cura est ut heros amasia sua potiatur, dijo Guianerio… El propio Esculapio no puede inventar mejor remedio para esta dolencia, quam ut amanti cedat amatum… que el amante satisfaga su deseo.

ROBERT BURTON

Por la manana no hubo noticias de Peter. La rectora comunico breve y discretamente al college que se habia encontrado a la delincuente y que se habia solucionado el problema. Recuperado de la impresion, todo el claustro se dedicaba tranquilamente a las actividades del trimestre. Habian vuelto a la normalidad. Siempre habian sido normales. Una vez desaparecido el espejo deformante de los recelos, eran seres humanos amables e inteligentes, que quiza no vieran mas alla de sus intereses, como cualquier hombre corriente en su trabajo o cualquier mujer corriente en sus tareas domesticas, pero tan comprensibles y agradables como el pan de cada dia.

Tras haberse quitado de encima las pruebas de la senorita Lydgate, y sintiendose incapaz de enfrentarse con Wilfrid, Harriet recogio su notas sobre Le Fanu y fue a la Camara a trabajar un poco serio.

Poco antes de mediodia, noto una mano en el hombro.

– Me han dicho que estabas aqui -dijo Peter-. ?Tienes un momento? Podemos subir a la azotea.

Harriet dejo la pluma y lo siguio por la camara circular con sus mesas llanas de lectores silenciosos.

– Tengo entendido que estan tratando el problema medicamente -dijo Peter, empujando la puerta de vaiven que daba a la escalera de caracol.

– Ah, si. Cuando la mente academica capta realmente una hipotesis, y a veces tarde un poco, funciona con meticulosidad y eficacia. No pasa nada por alto.

Subieron en silencio, y al fin salieron por la torrecilla a la galeria de la Camara. La lluvia del dia anterior habia dado paso a un sol radiante sobre una ciudad radiante. Pisando con cautela el suelo de listones para dirigirse al extremo suroeste del circulo, se sorprendieron un poco al toparse con la senorita Cattermole y el senor Pomfret, que estaban sentados juntos en un saliente de piedra y se levantaron ante su llegada, como pajaros asustados en un campanario.

– No se muevan -dijo Wimsey con gentiliza-. Hay sitio para todos.

– No importa, senor -replico el senor Pomfret-. Ya nos ibamos, de verdad. Tengo clase a las doce.

– ?Madre mia! -exclamo Harriet, observandolos mientras desaparecian por la torrecilla, pero a Peter ya no le interesaban ni el senor Pomfret ni sus asuntos. Estaba con los codos apoyados en el pretil, mirando Cat Street. Harriet se puso a su lado.

Al este, a tiro de piedra, se alzaban las torres gemelas de All Souls, fantasticas e irreales como un castillo de naipes, recortadas a la luz del sol, el ovalo empapado del patio de abajo brillante como una esmeralda engastada en un anillo. Detras, negro y gris, New College, cenudo, con alas negras revoloteando alrededor del campanario, y Queen's con su cupula de cobre verde, y al dirigir la mirada hacia el sur, Magdalen, amarillo y esbelto, el alto lirio de torres, las facultades y la fachada almenada de la universidad; Merton, de pinaculos cuadrados, semioculto tras el umbrio costado norte y la aguja rampante de Saint Mary. Y al oeste, Christ Church, enorme entre la aguja de la catedral y la torre Tom; Brasone al lado; Saint Aldate y Carfax detras, agujas, torres y patios, todo Oxford brotando a sus pies con hojas vivas y piedra imperecedera, cercada a lo lejos por el baluarte de sus azules colinas.

Ciudad torreada, ramosa entre torres,

embelesada entre el eco del cuco y

el enjambre de campanas, prenada de rocas,

de rios rodeada, alla abajo el lirio moteado.

– Harriet -dijo Peter-. Quiero que me perdones por estos ultimos cinco anos.

– Creo que deberia ser al reves -replico Harriet.

– Yo creo que no. Cuando recuerdo como nos conocimos…

– Peter, no pienses en esa epoca espantosa. Sentia asco de mi misma, estaba harta. No sabia lo que hacia.

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