– Y elegi ese momento, cuando deberia haber pensado unicamente en ti, para abalanzarme sobre ti, para exigirte cosas, como un estupido engreido… como si solo tuviera que pedir algo para que me lo dieran. Harriet te pido que creas que, por mucho que metiera la pata, no era mas que vanidad y una paciencia infantil por salirme con la mia.
Harriet movio la cabeza, sin saber que decir.
– Te encontre cuando habia perdido toda esperanza -anadio Peter, un poco mas tranquilo-, cuando pensaba que ninguna mujer podia significar nada para mi aparte de un intercambio de placer. Y sentia tal terror a perderte antes de tenerte que te solte todos mis temores y mi codicia como si, Dios me perdone, tu no tuvieras nada mejor en lo que pensar que en mi y en mi soberbia. Como si fuera importante, como si la sola palabra «amor» fuera la peor de las insolencias que pudiera ofrecerte un hombre.
– No, Peter, eso no.
– Harriet… me demostraste lo que pensabas de mi cuando me dijiste que estabas dispuesta a vivir conmigo pero no a casarte.
– Por favor. Me averguenzo de eso.
– No tanto como yo. Si supieras como he intentado olvidarlo… Me decia a mi mismo que solamente tenias miedo a las consecuencias sociales del matrimonio, me consolaba intentando convencerme de que eso demostraba que me querias un poco. Me reafirme en ese engano durante meses, hasta que tuve que admitir la humillante verdad que deberia haber sabido desde el principio: que estabas harta de que te diera la lata, que te habrias echado en mis brazos como quien le echa un hueso a un perro para que deje de aullar.
– Peter, eso no es verdad. Era de mi de quien estaba harta. ?Como iba a pagarte con moneda falsa por casarme?
– Al menos tuve la decencia de comprender que no podia aceptarlo como liquidacion de una deuda, pero nunca me he atrevido a decirte lo que ese rechazo significo para mi, cuando al fin comprendi como era realmente… Harriet, no tengo mucho que decir en favor de la religion, ni siquiera de la moralidad, pero si reconozco una especie de codigo de conducta. Se que el peor de los pecados, o quiza el unico pecado, que puede cometer la pasion es la tristeza. Debe acostarse con la risa o preparar su lecho en el infierno… no caben medias tintas… No me malinterpretes. La he comprado, con frecuencia… pero jamas ha sido una venta forzosa ni a costa de «formidable sacrificio». Por lo que mas quieras, no pienses que me debes nada. Si no puedo conseguir lo autentico, me conformo con la imitacion, pero no acepto rendiciones ni crucifixiones… Si has llegado a tenerme cierto aprecio, dime que jamas volverias a hacerme esa oferta.
– Por nada del mundo. Ni ahora ni nunca. No es solo que haya encontrado unos valores por mi misma, sino que cuando te hice esa oferta, no significaba nada para mi… y ahora si significaria algo.
– Si has encontrado tus propios valores, es con mucho lo mejor…Harriet, he tardado mucho en aprender la leccion. He tenido que derribar, ladrillo a ladrillo, las barreras que habia construido con mi estupidez y mi egoismo. Si en todos estos anos he logrado volver al punto en el que deberia haber empezado, ?me lo diras y me daras permiso para comenzar de nuevo? En un par de ocasiones durante estos ultimos dias he tenido la sensacion de que quiza pensabas que este nefasto intervalo podria borrarse y olvidarse.
– No, eso no, pero si que podria alegrarme de recordarlo.
– Gracias. Es mucho mas de lo que me esperaba y de lo que me merezco.
– Peter, no es justo que te deje hablar asi. Soy yo quien tendria que disculparse. Si no te debo nada mas, si te debo mi dignidad y te debo la vida…
– ?Ah! -replico Peter, sonriendo-. Pero te la he devuelto dejando que la arriesgaras. Esa ha sido la ultima patada a mi vanidad.
– Peter, he sido capaz de valorarlo. ?No puedo sentirme agradecida por ello?
– No quiero agradecimiento…
– Pero ?no lo aceptas, ahora que quiero ofrecertelo?
– Si es lo que sientes, yo no tengo ningun derecho a rechazarlo. Con eso quedamos en paz, Harriet. Tu ya me has dado mucho mas de lo que te imaginas. Estas libre, para siempre, al menos con respecto a mi. Ayer tuviste ocasion de ver hasta donde se puede llegar con las exigencias… aunque no tenia intencion de que lo vieras de una forma tan brutal, pero si las circunstancias me obligaron a ser un poco mas honrado de lo que tenia intencion de ser, sin embargo tenia intencion de ser honrado hasta cierto punto.
– Si -dijo Harriet pensativamente-. No te imagino haciendo trampas para sostener una tesis.
– ?De que serviria? ?Que habria sacado yo en limpio dejandote que imaginaras una mentira? Intente ofrecerte la luna con toda la altaneria del mundo, y descubri que lo unico que puedo darte es Oxford, que ya era tuya. ?Mira! «Corre por ella y cuentaselo a las torres.» «Se me ha concedido el humilde privilegio de limpiar y lustrar tu propiedad y aqui te la presento, en bandeja de plata. Entra en tu patrimonio», y como se dice en otro sitio, «que ningun asombro te amedrente».
– Pero querido Peter… -dijo Harriet. Volvio la espalda a la ciudad resplandeciente, apoyandose en el pretil y mirando a Peter-. ?Caray!
– No te preocupes -dijo Peter-. No pasa nada. Por cierto, parece que la semana que viene me toca otra vez Roma, pero no me marchare de Oxford hasta el lunes. El domingo hay un concierto del Balliol. ?Quieres venir conmigo? Pasaremos otra nochecita de fiesta, y confortaremos nuestras almas con el concierto para dos violines de Bach. Si tienes paciencia conmigo hasta entonces. Al fin y al cabo, voy a largarme y a dejarte…
– Con Wilfrid y compania -dijo Harriet, casi con rabia.
– ?Wilfrid? -repitio Peter, sin saber que decir, perdido.
– Si. Estoy reescribiendo a Wilfrid.
– Ah, por Dios, claro. Ese tipo de escrupulos malsanos. ?Que tal le va?
– Creo que mejor. Ya es casi humano. Creo que deberia dedicarte el libro. «A Peter, que hizo de Wilfrid lo que es»… o algo parecido. No te rias. Estoy trabajando de verdad en Wilfrid.
Por alguna razon, que Harriet le asegurase aquello con tanta vehemencia lo conmovio como ninguna otra cosa.
– Querida mia… si algo que yo he dicho… si has dejado que me acercase tanto a tu vida y tu trabajo… Bueno, creo que deberia irme, no vaya a ser que haga alguna tonteria… Tendre el honor de pasar a la posteridad en la vuelta de los pantalones de Wilfrid… ?Vendras el domingo? Voy a cenar con el director, pero tu y yo nos veremos al pie de la escalera… Hasta entonces.
Atraveso la galeria y desaparecio. Harriet se quedo contemplando el reino del intelecto, reluciente desde Merton hasta Bodley, desde Carfax hasta la torre de Magdalen, pero sus ojos estaban clavados en la delgada figura que cruzaba la plaza adoquinada, dirigiendose hacia High Street con paso rapido, a la sombra de Saint Mary. «Todos los reinos de este mundo y toda su gloria.»
Profesores, estudiantes, invitados, todos apretados en los bancos de roble sin respaldo, los codos sobre las mesas alargadas, los ojos protegidos con la mano o vueltos con expresion inteligente hacia el estrado donde dos afamados violinistas entrelazaban la poderosa melodia del concierto en re menor. La sala estaba a rebosar; el hombro entogado de Harriet rozaba el de su companero, y la media luna de la larga manga de este descansaba sobre su rodilla. El estaba envuelto en la inmovil austeridad con la que los autenticos musicos escuchan autentica musica. Harriet sabia lo suficiente de musica para respetar aquella actitud distante; tambien sabia que el rostro arrobado del hombre enfrente de ella unicamente significaba que queria que lo tomaran por entendido en musica, y que la senora de edad que llevaba el ritmo agitando los dedos era una perfecta cretina musical. Harriet sabia lo suficiente para escuchar un poco los sonidos en su cabeza y destrenzar laboriosamente las cadenas melodicas eslabon a eslabon. Estaba segura de que Peter oia el intrincado entramado en conjunto, cada parte por separado y simultaneamente, cada una independiente y equilibrada, cada una por separado pero inseparable de las demas, moviendose por encima, por debajo, atravesando y cautivando corazon y cerebro.
Espero hasta que hubo acabado el ultimo movimiento y la sala abarrotada se relajo prorrumpiendo en aplausos.
– Peter, ?que querias decir con que cualquiera podia quedarse con la armonia si nos dejaban el contrapunto?
– Pues que la musica que yo hago me gusta polifonica -respondio Peter, moviendo la cabeza-. Si crees que me referia a algo mas, ya sabes a que me referia.
– La musica polifonica es muy dificil de tocar. Tienes que ser algo mas que un violinista de poca monta.