del Baile Industrias Buena Voluntad, aunque hubiesen pasado semanas. Quizas el sonido llegue mas lejos a traves del tiempo que del espacio. Es igual. Hubo un ruido mas apremiante: la voz de su papa desde la habitacion contigua. El papa de Sissy utilizaba su voz de Carolina, su voz de borracho, aquella voz que parecia pasar a traves de la ropa interior de Daniel Boone. Hablaba del Coronel, el cincuenton de amarilla chaqueta deportiva que llevaba anos solicitando dirigir la carrera de Sissy en el mundo del espectaculo. «Empezaremos con mi espectaculo de feria, claro», decia el Coronel, y luego trazaba un camino por la dorada escala que llevaba directamente hasta Ed Sullivan. A los Hankshaw les desazonaban las explicaciones del Coronel. Habian procurado disuadirle. Pero recientemente, el senor Hankshaw habia empezado a cambiar de opinion. Por dos razones: Sissy empezaba a causarle problemas y el Coronel habia doblado su oferta. El senor Hankshaw era un trabajador, un obrero, despues de todo; y en su pecho, como en el pecho de los obreros de todo el mundo, latia el grasiento corazon del acaparador. (?Podrian equivocarse tan universalmente los estetoscopios marxistas? ?Tenian chicle en las orejas todos los especialistas socialistas del corazon?) El papa y la mama de Sissy discutian en aquel momento sobre el contrato, ya firmado por el Coronel, que yacia sobre el televisor como una funda de almohada recien planchada.
Sus hermanos no estaban en casa para defenderla. Junior estaba viendo el desfile con la chica a la que pronto habria de unirse en matrimonio. Jerry en cuidados intensivos (no debe extranarnos que los Hankshaw necesitasen el dinero del Coronel) en la Facultad de Medicina de Virginia. Tras ser rechazado en el cuerpo paracaidista por su estatura, Jerry se habia colocado en una rueda de feria en la Exposicion Rural de Atlantic (algo tenia que hacer) y la ley de gravedad, esa vieja robaescena, habia entrado una vez mas en accion.
Otras cosas molestaban a Sissy. Cosas tan insignificantes como su incapacidad para encontrar informacion sobre los indios siwash, sobre los que deseaba escribir una redaccion en la escuela. Cosas tan enojosas como el hecho de que los quinceaneros del barrio hubiesen empezado a seguirla siempre que se ponia a hacer autoestop, parandose a su lado e intentando engatusarla, tanto por malicia como por lujuria, para que montase en sus vulgares Fords.
Muchas cosas habian cambiado en el mundo de Sissy Hankshaw; incluida su propia imagen fisica. De pronto, en el ano diecisiete de una vida que habia empezado con el galimatias de un medico y el asombro de una enfermera, se habia hecho encantadora. Se habia establecido por fin un pacto entre sus rasgos predominantemente angulosos (pomulos altos, nariz de finura clasica, fragil barbilla, placidos ojos azules) y su boca, decididamente redonda: una boca plena y fruncida que La Condesa compararia mas tarde con la vagina de un vison en epoca de celo. Su figura habia acabado ajustandose a la talla media de la modelo de alta costura: media uno setenta y tres en calcetines. Pesaba sesenta kilos y volvia a medir 82-60-85; una de esas bellezas huesudas de las que dicen los guasones: «Cuando se caen por las escaleras suenan como un cubilete de dados».
Se habia entregado por completo al autoestop porque hasta entonces no tenia otra cosa ni esperanza. Pero, ay, ahora, habia una eleccion. O la posibilidad de una eleccion. Era guapa. Y una chica guapa siempre puede abrirse camino en una sociedad civilizada. Quiza debiera buscar un trabajo, trabajar y trabajar y ahorrar dinero (aunque tardase anos) para volver al doctor Dreyfus a que le hiciese aquella compleja operacion; y poder llevar asi una vida humana femenina normal.
Pero siempre que se lo decia a si misma (alli, ante el espejo), siempre que pensaba «doctor Dreyfus» o «vida normal», sus pulgares la contestaban en pulgarano: Hormigueos, palpitaciones y picores. Hasta que comprendio al fin y acepto lo que siempre habia intuido. Tenia toda la razon cuando grito en el baile. Sus pulgares no eran ningun defecto. Mas bien eran una invitacion, un privilegio otorgado audaz y descortesmente, perfumado de peligro y sorpresa, que ofrecia mas libertad de movimientos,
Pues bien, aproximadamente cuando el organo de vapor jadeaba como un enfisema a traves de los pulmones de Tabacolandia, Sissy decidio atreverse, Y aproximadamente en el instante en que decidio atreverse, empezo a reir. Y se reia con tal abandono, con tan secreto gozo, que apenas cabia en las bragas, aunque papa mirase desde el salon con una mirada persistente
Sus padres le advirtieron que no saliera, pero su atencion estaba centrada en la pantalla de la tele cuando Sissy se acerco a la nevera y se metio furtivamente un paquete de queso Velveeta en el bolsillo del abrigo. Alla saltaron tambien algunas aceitunas. Se les unio una manzana. Media rebanada de Pan Maravilla dijo, que demonios, alla voy tambien, que tengo que perder. «Nada», dijo Sissy.
Logro salir por la puerta de atras durante un tiroteo de «Gunsmoke»; agradecio en silencio al comisario Dillon por cubrirla, pero no penso luego en lamentarse por la senorita Kitty, siempre encargada de saloon, jamas vaquera.
Corriendo a toda prisa, saltandole las aceitunas del bolsillo, llego a la esquina donde cortaba Hull Street la Ruta 1 U. S., que en 1960 aun era la principal autopista interestatal norte-sur.
Cuando alzo un brazo, la luz habia cambiado y pasaba ya el primer coche, un Lincoln azul como un buque matricula de Jersey. Durante un segundo parecio como si hubiese alzado el brazo tarde, parecio que el conductor no habia advertido su gesto. Pero no, algo de este (quiza un resplandor de neon sobre la una) obstruyo los bordes de su vision. Miro hacia atras a tiempo de ver el apendice completo, inmenso, frotado, lubricado, zepelinesco, tan fresco y recien nacido como un huevo, invocando un extrano intermedio entre lo gozoso y lo amenazador, mientras nadaba a nivel de ojo por la ventana trasera opuesta.
Freno.
?Que
– ?Va hacia el norte? -pregunto Sissy para empezar, cuando la puerta se abrio hacia ella como losa de cielo caramelo. Le habria dado exactamente igual que fuese en otra direccion.
– Puedes apostar tu astroso culo blanco a que si -dijo el conductor sonriendo sardonicamente. Era piel-negra y boineado, y dificil determinar que destacaba mas si los saxofones de su asiento trasero o los dientes de oro de su boca. Vacilo Sissy. Mas, ?que demonios? Imitando al Pan Maravilla, se dijo: «Bueno, ?que puedo perder?» y subio.
Habia en realidad, en aquel conductor un algo distinguido, en el hormigueo de tesoro cuando sonreia, en la nube de humo de marihuana en que se asentaba (?que distinto de los celebrados humos de Richmondl); en la gardenia de la solapa y en la botella que llevaba al lado, en el nivel al que sus camafeados dedos situaron el volumen de la radio, en la velocidad con que hizo despegar aquel gran Lincoln de los arrabales tabaqueros, elevando constante y permanentemente a Sissy Hankshaw a las alturas.
Y Sissy Hankshaw, dando rodilla con rodilla de emocion y miedo, y sin saber que otra cosa hacer, hurgo en su desgarbado abrigo y ofrecio al negro una rebanada de queso.
Intermedio de Vaquera
Fuego es asociacion de materia y oxigeno. Si se tiene en cuenta esto, todo incendio puede considerarse una reunion, una ocasion de fiesta quimica. Fumar un puro es poner fin a una larga separacion; quemar una comisaria es mandar de vuelta a casa a billones de felices moleculas.
Junto a un cenagoso lago, en un oscuro sector de los Dakota, una hoguera de campamento sonreia alzando la cabeza. A su alrededor, sin embargo, se alzaban varias llamas de descontento de un grupo de vaqueras. Algunas se quejaban de que el guiso era insipido y caldoso.
– Este guiso esta muy caldoso -dijo una.
– Es como leche de vaca enferma -dijo otra.
Debbie, de servicio en la cocina aquel dia, se puso a la defensiva.
– Ya sabeis que no os convienen las especias -dijo-. Las especias queman la barriguita e inflaman los sentidos -continuo, utilizando dos metaforas impropiamente inspiradas por el fuego.
Las insatisfechas comensales refunfunaron y empezaron a burlarse de ello y como la pequena Debbie parecia tan al borde de las lagrimas, Bonanza Jellybean salio en su defensa:
– Es un hecho bien conocido -dijo Jelly- que la razon de que la India este superpoblada es que el polvo de curry es un afrodisiaco.
Delores del Ruby expulso un ascua de la reunion con un agudo chasquido de su fusta.
– Chorradas -dijo-. Solo hay un afrodisiaco en el mundo.
»Y es material extrano.