que parecia un cruce entre pastel de chifon y fresa y sabueso. Consumiendo su tiempo de espejo, palpitaba Jody dentro de un escarolado quimono verde. Delores inquirio hoscamente si habia algo en negro. Elaine y Linda…
Espera. Un momento, por favor. Aunque estemos de acuerdo en que el tiempo es relativo, en que sus nociones mas subjetivas son inexactas y arbitrarias sus expresiones mas objetivas; aunque pretendamos extirparnos de su terrible flujo (hasta el punto de ignorar la suplica de un autor de «espera un momento, por favor», pues un momento, despues de todo, es un montoncito de tiempo); aunque juremos fidelidad al «aqui y ahora», o enfoquemos el tiempo como una caja vacia a llenar con nuestro genio, o reestructuremos nuestros conceptos de el para adaptarlos a los salvajes tics-tacs de los artefactos de relojeria, aun asi, es practicamente inevitable que esperemos, para mal o para bien, algun genero de orden cronologico en los libros que leemos, pues es funcion de la literatura proporcionar lo que no proporciona la vida. A la luz de esto, pues, pide vuestro autor «segundos fuera» para informaros que los acontecimientos descritos en los capitulos iniciales de la parte tres, asi como la mayoria de los incluidos en los varios intermedios de vaquera de las partes I y II, ocurrieron
Las condiciones en el rancho eran un poco diferentes cuando Sissy llego para su trabajo de modelo, alla por septiembre de 1973. La senorita Adrian estaba aun a cargo, desde luego, y el Rosa de Goma aun funcionaba como rancho de belleza y eran solo quince las vaqueras que trabajaban alli. Se habian introducido cambios drasticos, no hay duda, en los planes originales de La Condesa para su explotacion, pero no poseia aun asi la misma configuracion de apetitos ni la misma atmosfera ni el mismo significado que el lugar sobre el que el autor ha ido escribiendo esporadicamente.
Si os ha confundido, el autor se disculpa. Promete exponer los acontecimientos en el orden historico adecuado de ahora en adelante. No rechaza, sin embargo, los impulsos que le indujeron a presentar las escenas de vaqueras fuera de su orden cronologico, ni tampoco, por arrepentimiento, acepta la idea de que la literatura deba reflejar la realidad (como el espejo del barracon reflejaba a las jovenes vaqueras con las ropas usadas, fuese cual fuese la continuidad). El libro no contiene mas realidad que tiempo un reloj. El libro puede medir la supuesta realidad tanto como un reloj mide el supuesto tiempo. Un libro puede crear la ilusion de realidad como un reloj crea una ilusion de tiempo; un libro puede ser real, lo mismo que es real un reloj (mas real, quiza, que aquellas ideas a las que alude); pero no nos burlemos de nosotros mismos: el reloj no contiene mas que ruedecillas y muelles y el libro solo letras, palabras y frases.
No esta, por fortuna, vuestro autor contratado por ninguna de esas musas que abastecen a los escritores de renombre, y tiene asi acceso a una considerable variedad de frases para extender y disponer de margen a margen mientras relata las historias de nuestra Pulgarcita, del rancho y -?Oh hijo mio, aguza las orejas y oye bien!- de las maquinas del tiempo y su Chink. Por ejemplo:
Esta frase esta hecha con plomo (y una frase de plomo da al lector una sensacion totalmente distinta a la hecha con magnesio). Hizose esta frase con lana de yak. Esta con luz de sol y ciruelas. Esta frase esta hecha de hielo. Esta otra con sangre de poeta. Esta frase esta hecha en el Japon. Esta frase brilla en la oscuridad. Esta frase nacio con un momento. Esta frase se enamoro de Norman Mailer. Esta frase es una borracha y no le importa que se sepa. Esta frase es cancer doble con piscis en ascenso. Esta frase perdio la cabeza buscando el parrafo perfecto. Esta frase se niega a ser etiquetada. Esta frase se escapo con una clausula adverbial. Esta frase es cien por cien organica: no retendra una sombra de frescura como retienen esas frases de Hornero, Shakespeare, Goethe y demas, tan cargadas de preservadores. Esta frase mana. Esta frase no
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EL PROBLEMA de las gaviotas es que no saben si son gatos o perros. Su grito es exactamente un intermedio entre el ladrido y el maullido.
No existen tales ambivalencias en los Dakola. El cielo de Dakota es todo de una pieza. El viento de Dakota es ante todo directo. El polvo de Dakota no sufre ninguna crisis de identidad; las grullas chilladoras que residen dos veces al ano en los Dakota (por donde las gaviotas no se atreven a volar) saben exactamente lo que son: sus inimitables chillidos lo atestiguan.
Como cabria esperar de un territorio tan franco, singular y directo, la topografia de los Dakota es casi uniformemente llana. Inmensas pistas de aridas tierras de pastos, abiertas y sin ondulaciones, sedientas y desguarnecidas, tan lisas y suaves como la espalda de un nino antes de las primeras flacideces y granos, se extienden de horizonte a horizonte como el mas solitario y viejo acorde de la divina musica. Ni del peligro ni del aburrimiento hay lugar donde ocultarse. Ningun Pan cazo nunca tetuda ninfa por estas llanuras solitarias.
Sin embargo, en el extremo occidental de los Dakota la monotonia del paisaje, asciende gradual hacia las Rocosas, viene a interrumpirle una estridencia topografica tan aspera y salvaje que los humanos, con un sentido de la moralidad que debe divertir mucho a la amoral Naturaleza, han considerado oportuno bautizar como la Mala Tierra. La mala tierra, el Follies Ziegfeld de la erosion, alza su osadia geologica en encumbrados y enriscados oteros (amontonando hacia el cielo capa tras capa de tierra y piedra atormentadas) y esculpe canones tan profundos y caoticos que podrian afligir el corazon de un diablo.
(Escribiendo sobre los Dakota, es facil hablar de dioses y demonios, lo mismo que al escribir de materias espirituales es prudente ignorarlos.)
Entre el abandonado pastel de la pradera y las hechizadas ruinas de la mala tierra hay una estrecha faja de colinas mas suaves, verdes y bucolicas. De unos tres kilometros de anchura en algunas partes, esta faja parece suave y hospitalaria en comparacion con los excesos fisiograficos que se divisan a ambos lados. Brillan pequenos lagos en sus cavidades, y aparecen bosquecillos de arboles con bastante frecuencia. Aun asi, reune toda su cuota de calor ardiente en el verano y de ventiscas invernales; el viento casi constante de Dakota no le concede privilegio alguno; las tormentas tan justamente lejos como un piloto de B-52 de un orfanato bombardean la zona pesadamente con lluvia y granizo; los tornados tienen su numero en sus libritos negros y llaman a veces. Pero, aunque no del todo un oasis, es sin duda esta faja de colinas lo mas agradable de Dakota. Las colinas estan alfombradas con yerba de mediana altura. A las vacas les encanta esta yerba, como al bufalo antes que a ellas; y como el suelo es aqui rico en limo, proporciona el calcio que los herviboros necesitan en su forraje. Y por eso, las colinas de Dakota estan divididas en ranchos ganaderos.
Pequeno para las medidas locales, el Rosa de Goma abarca ciento sesenta acres de verdes lomas, y, dicen que un tejano de paso que lo vio una vez dijo: «Voy a envolverme este ranchita en una servilleta y llevarmelo a casa». Es tambien uno de los ranchos mas aislados: a unos cuarenta y cinco kilometros de la poblacion mas proxima y a unos veinticinco de la casa de al lado. En tiempos formo parte (casi todo) de la reserva de los indios siwash.
Los edificios del rancho estan arracimados en el extremo oeste, al final de la Mala Tierra, y tiene un otero mas alto,