– Ninguna grulla chilladora te permitiria acercarte tanto -dijeron-. A esos bichos ni siquiera les gusta tener cerca a otras aves.
Los camaras no estaban, del todo seguros de que pudiesen filmar. Nadie sabria nada hasta que llegase La Condesa.
Asi que el rancho, apoyado en una sola pata, esperaba.
Y mientras tanto, este torpe acto de equilibrio lo escrutaba con indiferencia (lo contemplaba socarron, dirian otras) un hombre bajo de larga barba blanca, que tenia firmemente asentados los dos pies en el suelo, cuyas periodicas apariciones en los castillos de popa y las torrecillas esculpidas por el tiempo del Cerro Siwash tenian tal aire de cosa oculta y sobrenatural que podian excitar las imaginaciones de mentes ansiosas, aunque a algunos pudiesen resultarles solo desconcertantes y solo provocarles recelo.
Pero ahora, mientras observamos los acontecimientos del rancho, y observamos, ademas, al viejo caballero observador, ahora no es tiempo ni de emocion desmedida ni de burla cinica. Debemos considerar este asunto con frialdad, con objetividad, con una filosofia de totalidad operante. Debemos suspender, temporalmente, el enfoque critico, enfoque analitico. Dediquemonos mas bien a reunir los datos, con independencia del atractivo estetico o del valor social teorico, y a desplegarlos luego ante nosotros no como el augur despliega las entranas del pavo, sino como despliega sus articulos el periodista. Seamos, pues, periodistas y, como todos los buenos periodistas, presentemos los datos y los hechos en un orden que satisfaga las famosas cinco condiciones.
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LA QUINTA manana, cuando el sol del veranillo de San Martin salia de las colinas como
El desayuno en la cama era una tradicion que habia instituido la senorita Adrian en el Rosa de Goma. A Sissy le parecio una idea excelente hasta que alzo la servilleta de su bandeja y encontro cafe descafeinado con sacarina, lima fresca sin azucar y un trozo de tostada de pan dietetico: las clientes estaban sometidas a un regimen estricto de novecientas calorias diarias. Al menos lo estaban cuando Debbie no llevaba la cocina. Sissy habia desayunado mejor en la carcel.
La doncella de la manana, que era tambien terapeuta de banos, le entrego su bandeja aquel quinto dia y se quedo alli, como para correrse una juerga sadica viendo a Sissy desvelar una comida capaz de destrozar las papilas gustativas de un santo. Pero cuando nuestra Sissy alzo la servilleta, descubrio (ademas de un vaso de asteres de la pradera) una hamburguesa de queso doble de carne, un paquete de galletas, una lata fria de refresco y una barrita de caramelo; en suma, exactamente el tipo de desayuno que Sissy se hubiese procurado en la carretera.
Un dragon al que hubiese servido la princesa Ana en una bandeja no habria sonreido con mayor satisfacion gastronomica.
– Saludos de Bonanza Jellybean -dijo la doncella-. Luego subira personalmente a verte.
Y asi, cuando Sissy extraia la ultima gota del refresco de la lata y se relamia la ultima huella de chocolate de los labios, unos nudillos llamaron a su puerta y aparecieron la melena, los dientes y las tetas de una vaquera tan linda que Sissy se ruborizo solo de verla. Llevaba un sombrero Stetson tostado con asteres prendidos; una camisa verde de saten bordada de potros que despedian fuego anaranjado por los ollares, panuelo al cuello, chaleco de cuero de un blanco de cadaver, falda de la misma piel cadaverica, tan breve que si sus muslos hubiesen sido un reloj, la falda habria sido las doce menos cinco, y botas de artesania Tony Lama, con cuyas puntas podrias escarbarte los dientes. Prendidas a las botas llevaba unas espuelas de plata, y rodeaba su fina cintura, justo encima de donde la grasa infantil abombaba levemente su vientre, un ancho cinturon tachonado de turquesas, del que pendia un pistolera que habitaba un autentico revolver de seis tiros de nariz tan larga como malas noticias de la clinica. Relampagueaba muslos de miel al andar, saltaban sus pechos como bollitos de desayuno cargados de helio y, entre mejillas tintadas de rojo, donde mas grasa infantil se demoraba en madurar, habia una sonrisilla capaz de hacer recordar a plasticos y minerales sus antiguas conexiones animadas.
Dio a Sissy un apreton en el codo (no atreviendose a acercarse demasiado al pulgar) y se sento a un lado de la cama.
– Bienvenida, socia -dijo-. Que alegria tenerte aqui, Dios mio. Es un honor. Lamento haber tardado tanto en venir a verte, pero hemos tenido mucho trabajo estos dias… y hemos tenido tambien que hacer muchos planes.
Cuando pronuncio la palabra «planes», su voz adquirio un tono conspiratorio, casi amenazador.
– Bueno, al parecer sabes quien soy -dijo Sissy- y hasta puede que sepas que soy. Gracias por el desayuno.
– Oh, claro que se quien es Sissy Hankshaw -dijo Jelly-. Tambien yo he hecho algo de autoestop. Pero en fin, es como decirle a Annie Oakley que eres un buen tirador porque una vez tiraste una lata de tomate de un tocon de una pedrada. En realidad no he hecho autoestop serio. Pero empece hacia los once anos, y solia escaparme de casa cada dos meses o asi, buscando un sitio en que pudiese ser vaquera. Sin embargo, alguien acababa mandandome de vuelta a Kansas City, No me dejaron quedarme en ningun rancho y en algunos me hicieron encerrar. La justicia me cogio muchas veces antes de que pudiera salir de Kansas. Pero anduve por ahi lo suficiente para oir hablar de
Poniendo su bandeja en la mesilla de noche, Sissy la interrumpio:
– No, me temo que esa parte no es verdad. Jack me admiraba mucho y se dedico a seguirme. Pasamos una noche hablando y abrazandonos en un maizal, pero no fue mi amante ni mucho menos. Era un hombre muy agradable y un escritor mas honrado que sus criticos, incluyendo al companerito de juegos de La Condesa, Traman, que dijo de el tantas cochinadas, Pero era basicamente un primitivo en cuanto al autoestop. Ademas, yo siempre viaje sola.
– Bueno, eso no importa; esa parte nunca me intereso en realidad. Los beaknits son anteriores a mi epoca, y de los jipis lo unico que consegui fue yerba mala, lugares comunes y una gonorrea. Pero tu, aunque no fueses vaquera, eras para mi una especie de inspiracion. El ejemplo de tu vida me ayudo a luchar por ser una vaquera.
La ciudad de Nueva York tiene su provision de luz solar en la cuenta de un banco suizo e intenta arreglarselas con los intereses, que son intereses trimestrales compuestos. En contraste, el sol de Dakota es tan claro
– Hablame de eso -dijo Sissy.
– De…
– De lo de ser vaquera. ?Como es ese asunto? Cuando pronuncias la palabra, es como si estuviese escrita con radio sobre una perla.
Jelly poso los pies sobre la cama, sin preocuparle que sus botas portasen testimonio de la facilidad digestiva de la especie equina.
– Vi la primera vaquera en un catalogo de Sears. A los tres anos. Hasta entonces solo habia oido hablar de «vaqueros». Dije: «papi, mami, eso es lo que quiero que me traiga Santa Claus». Y aquella Navidad tuve un traje