El hombre se disculpo confundido ante mi repentina depresion.

– Fue grosero de mi parte. No lo estoy criticando a usted. Soy yo quien tendria que sentirse avergonzado.

– No -le dije, despues de mirar con rapidez a nuestro alrededor-. No puedo dejar de escribir, porque no tengo el valor necesario. ?Dejar de escribir! Caramba, despues de todo, ese seria un gesto contra la sociedad.

El hombre mayor siguio acariciando al perrogajo. Despues de una larga pausa hablo:

– Es doloroso, dejar de escribir de pronto. Ahora que hemos llegado a esto, creo que me sentiria mejor si hubiese seguido escribiendo temerariamente critica social, y me hubiesen arrestado. Incluso hay momentos en que creo eso. Pero solo era un diletante, nunca conoci la pobreza, perseguia suenos de tranquilidad. Deseaba llevar una vida comoda. Como persona de gran dignidad, no podia soportar verme expuesto a los ojos del mundo, ridiculizado. Asi que deje de escribir. Una historia lamentable.

Sonrio y sacudio la cabeza.

.-No, no, no hablemos de eso. Nunca se sabe quien puede estar oyendo, incluso aqui, en la calle.

Cambie de tema.

– ?Vive cerca?

– ?Conoce el salon de belleza de la calle principal? Pase por alli. Me llamo Hiyama -hizo un movimiento de cabeza hacia mi-. Venga a visitarme alguna vez. Estoy casado, pero…

– Muchisimas gracias.

Le de mi nombre.

No recordaba a ningun escritor llamado Hiyama. Sin duda escribia con seudonimo. No tenia intenciones de visitar su casa. Estamos en un mundo en que incluso dos o tres escritores que se reunen son considerados asamblea ilegal.

– Es hora de que pase el camion postal.

Mire mi reloj pulsera mientras me paraba.

– Temo que es mejor que me vaya -dije.

Volvio hacia mi una triste cara sonriente y se inclino.

Despues de acariciar un poco la cabeza del perrogajo, abandone el parque.

Desemboque en la calle principal, pero solo habia una cantidad ridicula de coches que pasaban; los peatones eran pocos. Junto a la acera estaba plantado un gatarbol, de treinta o cuarenta centimetros de altura.

A veces doy con un gatogajo que acaba de ser plantado y aun no se ha convertido en gatarbol. Los gatogajos nuevos me miran la cara y maullan o gimen, pero aquellos cuyas cuatro patas plantadas en el suelo se han vegetalizado, con los rostros verdosos rigidamente inmoviles y los ojos bien cerrados, solo mueven las orejas de vez en cuando. Despues estan los gatogajos a quienes les brotan ramas del cuerpo y punados de hojas. La mente de estos parece estar vegetalizada por completo: ni siquiera mueven las orejas. Aun cuando pueda distinguirse un rostro de gato, seria mejor llamarlos gatarboles.

Tal vez sea mejor convertir a los perros en perrogajos, pense. Cuando se les termina la comida, se vuelven malos y hasta atacan a la gente. ?Pero por que tienen que convertir a los gatos en gatogajos? ?Hay demasiados gatos perdidos? Para mejorar la condicion alimenticia, aunque sea un poco? O tal vez para reverdecer la ciudad…

Cerca del hospital enorme que se encuentra en la esquina donde se intersectan las autopistas hay dos hombrarboles, y junto a estos arboles un hombregajo. Este hombregajo viste uniforme de cartero, y no se puede distinguir hasta que punto se le han vegetalizado las piernas, por los pantalones. Tiene treinta y cinco o treinta y seis anos, es alto, un poco encorvado de hombros.

Me acerque a el y le tendi mi sobre, como siempre.

– Por certificado, entrega especial, por favor.

El hombregajo, asintiendo en silencio, acepto el sobre y saco estampillas y un formulario de correo certificado de su bolsillo.

Me di vuelta con rapidez despues de pagar el franqueo.

No habia nadie mas a la vista. Decidi tratar de hablarle.

Siempre le llevo el correo cada tres dias, y aun no habia tenido oportunidad de hablar con el con cierta calma.

– ?Que hizo? -le pregunte en voz baja.

El hombregajo me miro sorprendido. Despues, una vez que recorrio la zona con los ojos, contesto con expresion amarga:

– Decir cosas innecesarias no me hara ningun bien. Se supone que ni siquiera tengo que contestar.

– Lo se -dije, mirandolo a los ojos.

Cuando vio que no me iba, suspiro hondo.

– Solo dije que la paga es baja. Lo que es mas, me oyo: el patron. Porque la paga de un cartero es realmente baja -con expresion sombria, sacudio la mandibula hacia los dos hombrarboles que estaban juntos a el-. A estos tipos les paso lo mismo. Solo por dejar escapar algunas quejas acerca de la paga baja. ?Los conoce? -me pregunto.

Senale a uno de los hombrarboles.

– Recuerdo a este, porque le entregue una gran cantidad de correspondencia. Al otro no lo conozco. Ya era un hombrarbol cuando me mude aqui. -Ese era mi amigo -dijo.

– ?El otro no era encargado, o jefe de seccion?

Asintio.

– Correcto. Era encargado.

– ?No tiene usted hambre, o frio?

– No se siente demasiado -contesto, aun inexpresivo. Cualquiera que es convertido en hombregajo pronto se vuelve inexpresivo-. Incluso creo que ya me parezco bastante a una planta. No solo en como siento las cosas, sino tambien en el modo en que pienso. Al principio era triste, pero ahora no importa. Solia tener mucho hambre, pero dicen que la vegetalizacion se desarrolla mas rapido cuando uno no come.

Me miro con ojos opacos. Era probable que esperase convertirse pronto en hombrarbol.

– Dicen que a la gente con ideas radicales les hacen una lobotomia antes de convertirlos en hombregajos, pero tampoco me hicieron eso. No habia pasado un mes desde que me plantaron aqui y ya no me sentia furioso.

Le dio un vistazo a mi reloj pulsera.

– Bueno. ahora sera mejor que se vaya. Casi es la hora de llegada del camion postal.

– Si -pero aun no podia irme, y vacile, inquieto.

– Oiga -dijo el hombregajo-. ?Por casualidad algun conocido suyo fue convertido hace poco en hombregajo?

Herido en lo mas hondo, lo mire a la cara por un momento, despues asenti lentamente.

– Mi esposa, para ser precisos.

– Aja, su esposa, ?eh? -por unos instantes me miro con el mayor interes-. Me preguntaba si no se trataba de algo asi. De otro modo nadie se molesta en hablarme. ?Que hizo entonces, su esposa?

– Se quejo de que los precios eran altos en una reunion de amas de casa. Si eso hubiera sido todo, perfecto, pero ademas critico al gobierno. Estoy empezando a tener exito como escritor, y creo que la ansiedad de ella por ser la esposa de ese escritor hizo que lo dijera. Una de las mujeres la delato. La plantaron sobre el costado izquierdo del camino mirando desde la estacion hacia el ayuntamiento, cerca de la ferreteria.

– Ah, en ese lugar -cerro los ojos un poco, como recordando el aspecto de los edificios y los negocios de la zona-. Es una calle bastante tranquila. Mejor asi, ?verdad? -abrio los ojos y me miro, inquisitivo-. No va a ir a verla, ?no? Es mejor no verla con mucha frecuencia. Tanto para ella como para usted. Asi los dos pueden olvidar mas pronto.

– Si, lo se.

Deje caer la cabeza.

– ?Su esposa? -pregunto, con un matiz comprensivo en la voz-. ?Alguien le ha hecho algo?

– No. Hasta ahora nada. Solo esta alli, de pie, pero aun asi…

– Eh -el hombregajo que hacia las veces de buzon alzo la mandibula para llamarme la atencion-. Llego. El camion postal. Mejor que se vaya.

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