– Tiene razon.

Di unos pasos tropezantes, como empujado por su voz.

Luego me detuve y me di vuelta.

– ?Quiere que haga algo por usted?

Logro arrancar una sonrisa a sus mejillas y sacudio la cabeza.

El camion rojo del correo se detuvo junto a el.

Segui mi camino, mas alla del hospital.

Pense en ir a mi libreria favorita y entre en una calle de negocios atestados. Se suponia que mi libro saldria en cualquier momento, pero ese tipo de cosas ya no me hace feliz en lo mas minimo.

Un poco antes de la libreria, sobre la misma acera, hay una pequena heladeria barata, y a la orilla de la calle, frente a ella, se encuentra un hombregajo a punto de convertirse en hombrarbol. Es un varon joven, al que plantaron hace ya un ano. El rostro ha adquirido un tinte marron matizado de verde, y tiene los ojos cerrados con fuerza. Con la larga espalda un poco doblada, esta levemente inclinado hacia adelante. Las piernas, el torso y los brazos, visibles a traves de las ropas reducidas a harapos por la exposicion al viento y la lluvia, ya estan vegetalizados, y aqui y alla brotan ramas. Se ven hojas tiernas en los extremos de los brazos, alzados por encima de los hombros como alas batientes. El cuerpo, que se ha convertido en arbol, e incluso el rostro, ya no se mueve en absoluto. El corazon se ha hundido en el tranquilo mundo de las plantas.

Imagine el dia en que mi esposa llegaria a ese estado, y una vez mas se me retorcio el corazon de dolor, tratando de olvidar. Era la angustia de tratar de olvidar.

Si en la esquina de esta heladeria doblo y sigo derecho, pense, puedo ir hasta donde esta mi esposa, de pie, puedo encontrarme con mi esposa. Puedo ver a mi esposa. Pero no es conveniente ir, me dije. No hay modo de saber quien podria verte; si la mujer que la delato te interrogara, te verias realmente en problemas. Me detuve ante la heladeria y me asome calle abajo. El movimiento de peatones era el de siempre. Perfecto. Cualquiera lo pasara por alto si solo te detienes y hablas un poco. Si solo intercambias una o dos palabras. Desafiando a mi propia voz que gritaba '?No vayas!” avance vivamente por la calle.

Con el rostro palido, mi esposa estaba de pie al borde de la acera, frente a la ferreteria. Sus piernas no habian cambiado, y solo daba la impresion de que los pies se hubieran enterrado en el suelo hasta los tobillos. Inexpresiva, como esforzandose por no ver nada, por no sentir nada, miraba, fijamente hacia adelante. Comparadas con como se las veia dos dias antes, sus mejillas parecian un poco huecas. Dos obreros que pasaban la senalaron, hicieron una broma vulgar, y siguieron su camino, con risotadas estruendosas. Me acerque a ella y alce la voz.

– ?Michiko! -le grite al oido.

Mi esposa me miro, y la sangre le invadio las mejillas. Se paso una mano por el cabello enredado.

– ?Viniste otra vez? No tendrias que hacerlo, en serio.

La empleada de la ferreteria, que vigilaba el negocio, me vio. Con aire de fingida indiferencia, aparto los ojos y se retiro al fondo del local. Lleno de gratitud por su consideracion, me acerque unos pasos mas a Michiko y la enfrente.

– ?Te vas acostumbrando?

Reunio todas sus fuerzas para lograr una sonrisa en el rostro endurecido.

– Mmmm. Estoy acostumbrada.

– Anoche llovio un poco.

Mirandome aun con ojos amplios, obscuros, asintio levemente.

– Por favor no te preocupes. Apenas si siento algo.

– Cuando pienso en ti, no puedo dormir -deje caer la cabeza-. Siempre estas de pie, afuera. Cuando pienso en eso, me resulta imposible dormir.Anoche hasta pense en traerte un paraguas.

– Por favor, no hagas nada de eso -mi esposa fruncio apenas el entrecejo-. Seria terrible que hicieras algo asi.

Un camion grande paso detras de mi. El polvo blanco cubrio el cabello y los hombros de mi esposa con un tenue velo, pero a ella no parecio molestarle.

– En realidad estar de pie no es tan desagradable -hablo con deliberada despreocupacion, esforzandose por impedir que yo me preocupara.

Percibi un cambio sutil en las expresiones y el modo de hablar de mi esposa respecto a dos dias antes. Parecia como si sus palabras hubiesen perdido algo de delicadeza, y como si el alcance de sus emociones se hubiese empobrecido hasta cierto punto. Observarla asi, desde afuera, ver como se vuelve poco a poco inexpresiva, es aun mas desolador por haberla conocido como era antes: las respuestas agudas, su alegre vivacidad, las expresiones ricas, plenas.

– Esa gente -le pregunte, senalando con los ojos hacia la ferreteria-, ?se portan bien contigo?

– Bueno, si. Tienen buen corazon. Solo una vez me dijeron que les pidiera cualquier cosa que necesitara. Pero aun no han hecho nada por mi.

– ?No tienes hambre?

Sacudio la cabeza.

– Es mejor no comer.

Eso es. Incapaz de soportar ser una mujergajo, esperaba convertirse en mujerarbol aunque fuera un solo dia antes.

– Asi que por favor no me traigas nada de comer -clavo los ojos en mi-. Por favor olvidame. Estoy segura de que incluso sin hacer ningun esfuerzo en especial, voy a olvidarte. Me alegra que hayas venido a verme, pero despues la tristeza dura mucho mas. Para los dos.

– Tienes razon, desde luego, pero… -despreciando a ese ser que no podia hacer nada por su propia esposa, deje caer otra vez la cabeza-. Pero no te olvidare -hice un movimiento afirmativo con la cabeza. Llegaron las lagrimas-. No olvidare. Nunca.

Cuando alce la cabeza y la mire otra vez, ella tenia clavados en mi ojos que habian perdido algo de su brillo, con todo. el rostro resplandeciendo en una sonrisa tenue como una imagen tallada de Buda. Era la primera vez que la veia sonreir asi.

Senti que estaba teniendo una pesadilla. No, me dije, esta ya no es tu esposa.

El traje que nevaba puesto cuando la arrestaron se habia ensuciado y arrugado terriblemente. Pero como es logico no me permitirian llevarle ropa para cambiarse. Mis ojos captaron una mancha obscura que tenia en la falda.

– ?Eso es sangre? ?Que paso?

– Oh, esto -hablo temblorosa, bajando los ojos hacia la falda, confundida-. Anoche dos borrachos me hicieron una broma.

– ?Bastardos! -senti una rabia feroz ante la inhumanidad de los borrachos. Si la hubiera expresado ante ellos, habrian dicho que dado que mi esposa ya no era humana, no importaba la que ellos hicieran.

– ?No pueden hacer ese tipo de cosa! ?Es contra la ley!

– Es cierto. Pero no puedo reclamar.

Y como es logico yo tampoco podia ir a la policia y reclamar. Me considerarian aun mas una persona problematica.

– Te veran -dijo mi esposa con ansiedad-. Te la ruego, no te entregues.

– No te preocupes -le sonrei, autodespreciandome-. Me falta valor para eso.

– ?Bastardos! Que es lo que… -me mordi el labio. El corazon me dolia casi hasta romperse-. ?Sangro mucho?

– Mmmm, un poco.

– ?Duele?

– Ya no duele.

Michiko, que habia sido antes tan orgullosa, ahora solo dejaba ver un poco de tristeza en la cara. La forma en que habia cambiado me sacudio. Un grupo de muchachos y muchachas, que nos compararon penetrantemente a mi y a mi esposa, pasaron detras de mi.

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