– Ahora debes irte.
– Cuando seas una mujer arbol -dije al separamos-, pedire que te transplanten a nuestro jardin.
– ?Puedes conseguirlo?
– Tendria que ser capaz de conseguirlo -asenti con energia-. Tendria que ser capaz.
– Me gustaria mucho que la lograras -dijo mi esposa, inexpresivamente.
– Bueno, hasta la proxima.
– Me sentiria mejor si no regresaras -dijo ella en un murmullo, con los ojos bajos.
– Lo se. Esa es mi intencion. Pero es probable que venga, de todos modos.
Nos quedamos unos minutos en silencio.
Despues mi esposa hablo bruscamente.
– Adios.
– Ummm.
Empece a caminar.
Cuando mire hacia atras al llegar a la esquina, Michiko me seguia con la mirada, aun sonriendo como un Buda tallado.
Con un corazon que parecia a punto de partirse en dos, camine. De pronto adverti que habla llegado frente a la estacion. Sin querer, habia regresado a mi trayecto de costumbre.
Frente a la estacion hay una pequena cafeteria a la que siempre voy, llamada
En el apartado vecino tres estudiantes hablaban sobre un critico que acababan de arrestar y a quien habian convertido en un hombregajo.
– Oi que lo plantaron en plena avenida Ginza.
– Le gustaba el campo. Siempre vivio en el campo. Por eso lo ubicaron en un lugar como ese.
– Parece que le hicieron una lobotomia.
– Y los estudiantes que trataron de recurrir a la fuerza en la Asamblea, protestando por el arresto… los arrestaron a todos y tambien los convertiran en hombregajos.
– ?No eran casi treinta? ?Donde los plantaran a todos?
– Dicen que los plantaran frente a su propia universidad, a ambos lados de una calle llamada Camino de los Estudiantes.
– Ahora tendran que cambiarle el nombre. Ponerle Avenida de la Violencia, o algo asi.
Los tres dejaron escapar risitas.
– Eh, no hablemos mas de eso. Puede oimos alguien.
Se callaron los tres.
Cuando abandone la cafeteria y enfile hacia casa, me di cuenta de que ya empezaba a sentirme yo mismo como un hombregajo. Canturreando para mis adentros las palabras de una cancion popular, segui mi camino.
Soy un hombregajo al costado del camino. Tu tambien eres una mujergajo. Que diablos importa, nosotros dos, en, este mundo. Hierbas secas que nunca florecen.
Yasutaka Tsutsui