instrucciones de Julius, Dalgliesh levanto la tapa del maletero y extendio la arrugada sabana en el suelo. Alzar el cuerpo de Philby de la silla no fue cosa facil. Luego Dalgliesh la plego y la coloco sobre el cuerpo.

– Metase al lado -le dijo Julius.

?Podia esta ser la mejor oportunidad de actuar, incluso la unica oportunidad? ?Ante la propia casa de Julius con el cadaver en el coche y las pruebas bien evidentes? ?Evidentes para quien? Dalgliesh sabia que si saltaba sobre Julius ahora no ganaria mas que dar rienda suelta durante un segundo a la frustracion y la colera hasta que lo alcanzara la bala. Y en lugar de un solo cuerpo, serian dos los transportados a la torre negra y arrojados al mar. Con el ojo de la mente veia a Julius de pie en solitario triunfo al borde del acantilado y la pistola girando en el aire como un pajaro que cae para hender las turbulentas olas, bajo las cuales la marea en descenso vapulea dos cuerpos. El plan seguiria su curso. Un poco mas tedioso y mas largo, puesto que habria dos cuerpos que trasladar sin ayuda por el promontorio, pero, ?quien podia impedirselo? Desde luego, la senora Reynolds no, aunque se acercara ya pedaleando por la carretera del pueblo. ?Y si sospechaba, si llegaba a comentar casualmente al desmontar para saludar a Julius en la carretera que le habia parecido oir un disparo? Aun quedarian dos balas en el revolver. Y Dalgliesh ya no estaba seguro de la cordura de Julius.

Pero al menos algo podia hacer en aquel momento, algo que ya habia pensado hacer, aunque no resultaria facil. Tenia la esperanza de que, como minimo durante un par de segundos, la tapa del maletero lo ocultara parcialmente de la vista de Julius. Pero Julius estaba justo detras del coche, veia a Dalgliesh perfectamente. No obstante, aquella posicion ofrecia una ventaja. Los ojos grises nunca se movian, no se atrevian a apartarse de su rostro. Si era rapido y astuto, y tenia suerte, quiza lo lograra. Se llevo las manos a las caderas en un gesto casual. Percibia el ligero peso de la cartera de fina piel que llevaba en el bolsillo posterior de los pantalones, curvada sobre la nalga.

– Le he dicho que se ponga al lado -dijo Julius con peligrosa calma-. No pienso arriesgarme a dejarme ver con usted.

El pulgar y el indice derechos de Dalgliesh retorcieron el boton del bolsillo. Gracias a Dios el ojal era holgado.

– Entonces mas vale que vaya de prisa si no quiere tener que explicar un cuerpo muerto por asfixia -dijo.

– Despues de pasar un par de noches en el mar tendra los pulmones demasiado llenos de agua para que se note.

Tenia el boton desabrochado. Introdujo el indice y el pulgar derechos cuidadosamente en el bolsillo y agarro la cartera. Ahora todo dependia de si lograba sacarla con suavidad, de si era capaz de dejarla caer tras la rueda del coche sin que Julius se diera cuenta.

– No funciona asi, ?sabe? En la autopsia se vera perfectamente que estaba muerto antes de llegar al agua.

– Y sera cierto, con una bala en el cuerpo. Cuando lo vean, dudo de que busquen signos de asfixia. Pero gracias por advertirme. Conducire deprisa. Metase ahi.

Dalgliesh se encogio de hombros y se inclino con repentina energia para introducirse en el maletero, como si abandonara momentaneamente toda esperanza. Apoyo la mano izquierda en el parachoques. Alli al menos dejaria una huella de la palma de la mano dificil de explicar. Pero entonces se acordo. Habia apoyado la mano en el parachoques al cargar el cayado, los sacos y la escoba en el maletero. Era una pequena desilusion, pero lo deprimio. Dejo caer la mano derecha y la piel se deslizo entre el pulgar y el indice para ir a parar al suelo. No siguio la mas minima orden peligrosamente serena. Julius ni hablo ni se movio, y continuo vivo. Si le acompanaba la suerte, permaneceria con vida hasta que llegaran a la torre negra. Sonrio ante la ironia de que ahora su corazon se alegrara por un obsequio que hacia menos de un mes habia recibido tan de mala gana.

La tapa del maletero se cerro. Estaba aprisionado en completa oscuridad, absoluto silencio. Sintio un segundo de panico claustrofobico, una irresistible necesidad de extender el cuerpo encogido y aporrear el metal con los punos. El coche no se movia. Julius tendria ahora libertad para mirar el reloj. El cuerpo de Philby yacia junto a el. Percibia el olor del muerto como si todavia respirara, una amalgama de grasa, bolas de alcanfor y sudor; el aire del maletero estaba cargado de su presencia. Sintio una punzada de culpabilidad por el hecho de que Philby estuviera muerto y el vivo. ?Podria haberlo salvado advirtiendole con un grito? Pero sabia que el unico resultado hubiera sido la muerte de los dos. Philby hubiera seguido avanzando, tenia que seguir avanzando. Y aun de haber dado media vuelta y haber echado a correr, Julius lo hubiera seguido para liquidarlo. Pero ahora, la sensacion de la carne humeda y fria contra la de el, el vello de las flaccidas munecas erizado como si fueran cerdas, le causaban la misma comezon que un reproche. El automovil dio una pequena sacudida y se puso en marcha.

No habia modo de saber si Julius habia visto la cartera y la habia cogido, aunque le parecia poco probable. No obstante, ?la encontraria la senora Reynolds? Estaba en el camino por el que habia de pasar. Casi con seguridad desmontaria de la bicicleta delante del garaje. Si la encontraba, suponia que no descansaria hasta devolverla. Penso en su propia senora Mack, la viuda de un guardia de la policia metropolitana que le limpiaba el piso y de vez en cuando le preparaba una comida, en su obsesiva honradez, en su meticuloso interes por las pertenencias de quien le daba empleo, las perpetuas notas explicativas sobre piezas de ropa que faltaran, el incremento en el coste de las compras y los gemelos extraviados. No, la senora Reynolds no descansaria mientras tuviera la cartera en su poder. La ultima vez que habia ido a Dorchester habia cobrado un cheque; los tres billetes de diez libras, el manojo de tarjetas de credito, el carnet de la policia, todo ello la preocuparia muchisimo. Seguramente perderia algo de tiempo yendo a Villa Esperanza. Al no encontrarlo alli, ?que haria? Suponia que llamaria a la policia local aterrorizada de pensar que podia denunciar la perdida antes de que ella informara del hallazgo. ?Y la policia? Si tenia suerte, advertirian la curiosa circunstancia de que la cartera hubiera caido precisamente en medio del camino. Sospecharan o no, tendrian la cortesia de intentar ponerse de inmediato en contacto con el. Quiza considerarian que valia la pena llamar a Toynton Grange, puesto que la casita por el ocupada no tenia telefono. Descubririan que inexplicablemente no podian establecer comunicacion. Al menos habia una posibilidad de que creyeran conveniente mandar una patrulla, y si habia alguna cerca, llegaria enseguida. Logicamente, una accion debia seguir a la otra. Y en una cosa tenia suerte: la senora Reynolds, recordo, era la viuda del guardia del pueblo. Al menos, no tendria miedo de llamar por telefono, sabria a quien acudir. Su vida dependia de que viera la cartera. Unos centimetros cuadrados de piel marron en las losas del patio. Y la luz era cada vez mas tenue bajo aquel cielo tormentoso.

Julius conducia a toda velocidad incluso por el irregular terreno del promontorio. El coche se detuvo. Ahora abriria la verja. Unos pocos segundos mas de movimiento y volvio a detenerse. Debia de haberse encontrado a la senora Reynolds y estaria charlando con ella. Al cabo de medio minutos volvieron a ponerse en marcha, en esta ocasion con la lisa carretera bajo las ruedas.

Podia hacer una cosa mas. Se llevo la mano a la cara y se mordio el pulgar izquierdo. La sangre tenia un sabor dulce y caliente. La extendio por el techo del maletero y despues de levantar la sabana oprimio el pulgar contra la moqueta del fondo. Grupo AB, RH negativo. Era un grupo bastante raro. Con suerte, Julius no advertiria estas manchitas delatoras. Esperaba que los investigadores de la policia fueran mas perspicaces.

Comenzo a sentir que le faltaba aire, le martilleaba la cabeza. Se dijo que habia aire suficiente, que la opresion que notaba en el pecho no era mas que un efecto psicologico. Entonces el coche dio una pequena sacudida. Ello indicaba que Julius habia dejado la carretera para situarse en la hondonada oculta tras el muro de piedra que separaba la carretera del promontorio. Era un lugar idoneo para detenerse. Aunque pasara otro coche, y ello era poco probable, el Mercedes no seria visible. Ya habian llegado. Estaba a punto de dar comienzo el ultimo trecho del viaje.

Unos ciento cuarenta metros de hierba irregular salpicada de piedras los separaban del lugar donde se erigia la torre negra, agazapada con aire malevolo bajo el cielo amenazador. Dalgliesh sabia que Julius preferiria hacer un solo viaje. Querria alejarse cuanto antes de la carretera, querria que todo acabara para poder marcharse. Y, lo que era mas importante, no debia tener contacto fisico con ninguna de las dos victimas. Sus ropas nada revelarian cuando los hinchados cuerpos fueran por fin recuperados al mar. Julius sabia lo dificil que resultaria erradicar los infinitamente pequenos restos de cabello, de fibras o de sangre de su propia ropa sin realizar una limpieza delatora. Hasta el momento, estaba totalmente limpio. Seria una de sus mejores cartas. Dalgliesh podria vivir al menos hasta que alcanzaran el refugio de la torre. Estaba lo

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