Se como actuan. Como ya no hay pena de muerte, se montan sus brigadas de ejecucion. Pues bien, esto no va a funcionar conmigo. Por tanto, es mejor que rece para que salgamos de aqui sanos y salvos antes de que lleguen ellos. Oiga, puede dejar esa porqueria. Nos vamos ahora mismo.

Dios mio, penso ella, dice lo que piensa. Hubiera sido mejor no haber hecho nada, no haber telefoneado a Allan, habernos marchado del apartamento lo antes posible, confiar en la esperanza de estrellar el coche en cualquier parte. Y entonces, por un momento, parecio como si el corazon se le detuviera literalmente, y la invadio una espantosa frialdad. Habia una diferencia en la habitacion, en el piso. Algo habia cambiado. Y supo en seguida de que se trataba. El incesante ruido de fondo del trafico a lo largo de la avenida, leve pero continuo, habia cesado, y nada se movia en Ladbroke Road. La policia estaba desviando el trafico. Ambas calles habian sido cerradas. No se arriesgaban a permitir una salida. El asedio habia comenzado. Y de un momento a otro, tambien el se daria cuenta.

No me es posible soportarlo, penso. El nunca sera capaz de hacer frente a un asedio. Ni yo tampoco. Tiene la intencion de hacer lo que habia dicho. Y apenas advierta que la policia esta ahi afuera, nos matara. Tengo que apoderarme de esa pistola. Y debo hacerlo ahora.

Le dijo:

– Mire, esto ya esta a punto. Lo he preparado todo. Sera mejor que nos lo comamos. Solo nos costara unos pocos minutos, y siempre sera mejor que pararnos en pleno camino.

Hubo un momento de silencio y despues el hablo de nuevo, con una voz que parecia de hielo.

– Quiero ver ese Shakespeare. Vaya a buscarlo.

Con un tenedor, extrajo unos cuantos espaguetis de la sarten y los probo con dedos temblorosos. Sin mirar a su alrededor, dijo:

– Estan casi en su punto. Olga, yo estoy ocupada. ?No puede ir a buscarlo usted mismo? Ya sabe donde esta.

– Vaya a buscarlo, si no es que quiere verse libre de este saco de huesos.

– Esta bien.

Habia de ser ahora.

Obligo a sus manos a inmovilizarse. Con los dedos de la izquierda se desabrocho los dos botones superiores de la blusa, como si en la cocina hiciera de pronto demasiado calor. La lonja de higado se encontraba en el escurridor, frente a ella, sangrante bajo su envoltorio. Hundio las manos en ella, desgarrandola y triturandola, ensuciandoselas hasta quedar totalmente pringadas de sangre. Fue cuestion tan solo de unos segundos. Y despues, con un gesto instantaneo, se paso una mano a traves del cuello y dio media vuelta, con los ojos desorbitados y la cabeza echada hacia atras, y tendio hacia el las manos banadas en sangre. Sin esperar siquiera ver reflejado el terror en sus ojos, ni oir su exclamacion entrecortada, semejante a un sollozo, se lanzo contra el y los dos cayeron al suelo. Oyo el golpe de la pistola contra el suelo al desprenderse de su mano, y despues otro golpe mas sordo cuando choco contra la puerta.

El se habia entrenado. Era tan eficaz en combate como ella y estaba igualmente desesperado. Y era fuerte, mucho mas fuerte de lo que ella esperaba. Con una repentina sacudida convulsiva se coloco sobre ella, su boca contra la suya, enfurecido como un violador, con su agrio aliento proyectado en la garganta de ella. Kate hundio la rodilla en su entrepierna, oyo un grito de dolor, aparto las manos de el de su garganta y deslizo sus manos ensangrentadas por el suelo, buscando la pistola. Despues lanzo un grito de agonia cuando el le introdujo los pulgares en los ojos. Con los cuerpos entrelazados, ambos buscaban desesperadamente la pistola, pero ella no veia. Sus ojos eran estrellas danzantes de colores, y fue la mano derecha de el la que encontro el arma.

El disparo estremecio el aire como una explosion. Despues hubo otra explosion y la puerta del apartamento se abrio de par en par. Kate tuvo la extrana sensacion de unos cuerpos masculinos que saltaban por el aire con los brazos extendidos, con pistolas empunadas rigidamente, y despues alzandose junto a ella como sombrios colosos. Alguien la levantaba. Hubo gritos, voces de mando, una exclamacion de dolor. Y entonces vio a Dalgliesh en el umbral de la puerta, y avanzaba hacia ella, deliberadamente, poco a poco, como en una pelicula a camara lenta, pronunciando su nombre, y al parecer con el deseo de que ella solo fijara sus ojos en el. Pero ella se volvio y miro a su abuela. Aquellos ojos hundidos todavia contenian la fijeza vidriosa del paroxismo del miedo. Los cabellos seguian colgando con sus mechas multicolores. En su frente, todavia seguia adherido el cuadrado de gasa. Pero alli no habia nada mas. Nada. La parte inferior de su cara habia sido arrancada por el disparo. Y, atada a su silla de ejecucion por las tiras de tela que la propia Kate habia asegurado, ni siquiera podia caerse. Durante aquel segundo en el que ella pudo contemplarla, le parecio a Kate que aquella figura sentada clavaba en ella una mirada de apenado asombro, lleno de reproche. Despues se encontro sollozando intensamente, enterrando la cara junto a la chaqueta de Dalgliesh, manchandola con sus manos ensangrentadas. Pudo oir que el murmuraba.

– Todo va bien, Kate. Todo va bien. Todo va bien.

Pero no era asi. Nunca habia sido asi y jamas lo seria.

Dalgliesh seguia plantado alli, sosteniendola entre sus fuertes brazos, en medio de las estruendosas voces masculinas, las ordenes, los rumores de forcejeo. Y entonces se aparto de el, pugnando por recuperar el dominio sobre si misma, y vio por encima de su hombro a Swayne, centelleantes y triunfantes sus ojos azules. Estaba esposado. Un inspector al que ella no conocia lo arrastraba fuera de la habitacion. Pero el se volvio para mirarla a ella, como si fuese la unica persona alli presente. Despues, con un movimiento de la cabeza, senalo hacia el cadaver de su abuela y dijo:

– Bien, ahora ya te has librado de ella. ?No piensas darme las gracias?

SEPTIMA PARTE. Colofon

I

Massingham nunca habia podido comprender por que era tradicional que la policia asistiera al entierro de la victima de un asesinato. Cuando el crimen todavia estaba sin resolver, ello podia tener cierta justificacion, aunque el nunca habia creido en la teoria de que el asesino tendia a exponerse a la vista del publico solo por la satisfaccion de ver enterrar o incinerar los restos de su victima. Profesaba, tambien, una aversion irrazonable a la cremacion -a lo largo de generaciones, su familia habia preferido saber donde yacian los huesos de sus antepasados- y le disgustaba la musica religiosa enlatada, una liturgia desprovista de gracia y de significado, y la hipocresia de tratar de dignificar un simple acto de higienica eliminacion con connotaciones falsas.

El funeral de la senora Miskin le permitio alimentar todos estos prejuicios, y se sintio todavia mas disgustado cuando se procedio al ritual de examinar las coronas, una hilera pateticamente reducida de ofrendas florales junto a la pared del crematorio, y descubrio que una de ellas, particularmente esplendida, procedia de la brigada. Se pregunto a quien le habrian confiado la mision de comprarla y si aquel mensaje de pesame, mas bien exagerado, iba dirigido a la senora Miskin, que no habia de verlo, o a Kate, que no lo hubiera deseado. Pero, al menos, la ceremonia fue breve y, por suerte, coincidio con el extravagante funeral de una estrella pop en la capilla contigua, de modo que el interes del publico y la prensa por su reunion, mucho mas sobria, quedo misericordiosamente reducido.

Habian de regresar al apartamento de Lansdowne Road y, mientras esperaba a Dalgliesh en el coche, quiso suponer que Kate se habria ocupado de disponer los refrescos de rigor, pues necesitaba desesperadamente echar un trago. El acto parecia haber agriado tambien el humor de su jefe. Camino de Londres, en direccion sur, este se mostro todavia menos comunicativo de lo que era su costumbre. Massingham dijo:

– ?Leyo aquel articulo del padre Barnes en uno de los suplementos dominicales, senor? Al parecer, asegura que en Saint Matthew ocurrio una especie de milagro, ya que Paul Berowne tenia estigmas en las munecas despues de la primera noche que paso en aquella sacristia.

Los ojos de Dalgliesh estaban clavados en la carretera, frente a el.

– Lo lei.

– ?Y cree que es cierto?

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