multitud, sentada a una mesa, cantando mientras tocaba un grupo bavaro.
Dick dijo que habian remado directamente a la orilla del lago, llamandola a gritos. Su amigo habia salido apresuradamente de la barca y habia corrido hacia ella, pero ya no estaba. Habia desaparecido entre la gente. Dijo que no podia estar seguro, por supuesto, que ni el ni Lesley podian estar absolutamente seguros. Despues de todo, habian pasado nueve anos desde la ultima vez que habian visto a Sandy. Y en Munich, en verano, como en cualquier otro lugar, se veian decenas de mujeres rubias atractivas con el pelo largo. Pero Dick le habia asegurado que tanto el como Lesley pensaban que el parecido era asombroso. Ademas, la mujer los habia mirado, y parecio reconocerlos. Entonces, ?por que se habia marchado?
Se habia ido dejando una jarra grande de cerveza casi llena.
Y las personas sentadas cerca de ella afirmaban no haberla visto antes.
A Sandy le gustaba tomarse una cerveza cuando hacia calor. Una del millon, billon, trillon de cosas que a Roy Grace le encantaban de ella eran sus apetitos en la vida. La comida, el vino, la cerveza. Y el sexo. Al contrario de muchas otras mujeres con las que habia salido antes que ella. Sandy era distinta: le gustaba todo. El siempre lo habia atribuido al hecho de que no fuera cien por cien britanica. Su abuela, un gran personaje, a quien habia visto muchas veces antes de que muriera -y por quien sentia gran simpatia-, era alemana. Una refugiada judia que habia emigrado en 1938. El hogar de su familia estaba en un pequeno pueblo en el campo, cerca de Munich.
Dios santo. El pensamiento le asalto ahora por primera vez.
?Sandy podria haber regresado a sus raices?
Habia hablado a menudo sobre ir alli de visita. Incluso habia intentado convencer a su abuela para que fuera con ella y le ensenara donde habian vivido, pero los recuerdos eran demasiado dolorosos para la anciana. Un dia, le habia prometido Grace a Sandy, irian juntos.
Un crujido seco, seguido por un chasquido, lo devolvio al momento presente.
Los pechos de Katie Bishop aparecian al reves. Debajo de tiras de piel, ahora quedaban expuestos las costillas, los musculos y los organos de su abdomen. El corazon, los pulmones, los rinones y el higado brillaban. Como el corazon ya no latia, solo se deslizo un hilito de sangre perezoso en la mesa metalica concava sobre la que descansaba el cuerpo.
Nadiuska, sujetando lo que parecian unas tijeras de podar, comenzo a cortar las costillas de la mujer muerta. Cada chasquido espeluznante de los huesos al romperse sumia a Grace, y a todos los demas presentes en la sala, en una especie de silencio extrano de concentracion. No importaba a cuantas autopsias hubiera asistido uno, nada te preparaba para aquel sonido, esa realidad espantosa. Aquella persona habia sido un ser humano que habia vivido, que habia amado, y ahora veia como habia quedado reducida a la categoria de un pedazo de carne colgado en una carniceria.
Y por primera vez en su carrera, fue demasiado para el. Con toda la confusion que sentia acerca de Sandy dando vueltas en su mente, retrocedio, alejandose tanto como pudo de la mesa sin salir de la sala.
Intento centrar sus pensamientos. La mujer habia sido asesinada por alguien, casi con total seguridad. Merecia mas que un poli distraido, obsesionado con la posibilidad de que alguien hubiera visto a su mujer desaparecida anos atras. De momento, tenia que intentar borrar de su cabeza la llamada de Dick Pope y concentrarse en su trabajo.
Penso en el marido de la fallecida, Brian; en la manera como se habia comportado en la sala de interrogatorio de testigos. Algo le daba mala espina. Y entonces se percato de que, por culpa del cansancio y la confusion, habia olvidado por completo hacer algo. Algo que habia aprendido hacia poco y que le diria, de modo concluyente, si Brian Bishop les habia contado la verdad.
Capitulo 22
Sophie se bajo del tren en la estacion de Brighton y recorrio el anden. Tras utilizar su abono de temporada en el punto de control, piso el suelo pulido del vestibulo. Debajo del inmenso techo de cristal, una paloma solitaria volaba a gran altura. Un anuncio por megafonia resono en todo el edificio, una voz masculina cansada que enumeraba los destinos y los lugares donde iba a parar algun tren.
Sudaba profusamente por el calor pegajoso y porque no corria nada de aire, y estaba muerta de sed. Se detuvo en el quiosco de prensa a comprar una lata de Coca-Cola, que abrio bruscamente y que apuro en dos tragos. Se moria, literalmente, por ver a Brian.
Entonces, delante de sus narices, vio las letras negras garabateadas en el tablon blanco del
Debajo del titular, con las mismas palabras, habia una fotografia en color de una imponente mansion de estilo Tudor, la entrada y la calle de delante estaban acordonadas con cinta policial y atestadas de vehiculos, incluidos coches patrulla, varias furgonetas y el enorme trailer laboratorio que pertenecia al centro de investigaciones cientificas. Habia una fotografia mucho mas pequena en blanco y negro de Brian Bishop con pajarita, junto a una mujer atractiva con un elegante peinado.
El articulo debajo decia:
A primera hora de esta manana se ha hallado, en Dyke Road Avenue, el cuerpo de una mujer en la mansion del adinerado empresarlo Brian Bishop, de cuarenta y un anos de edad, y su mujer Katie, de treinta y cinco. Un patologo del Ministerio del Interior acudio a la casa y, posteriormente, se procedio al levantamiento del cadaver.
La Policia de Sussex ha abierto una investigacion, dirigida por el comisario Roy Grace del Departamento de Investigacion Criminal de Sussex.
Bishop, natural de Brighton y director ejecutivo de International Rostering Solutions PLC, una de las cien empresas de mayor crecimiento en el Reino Unido este ano segun el Sunday Times, declino hacer comentarios. Su mujer es miembro del comite de la organizacion benefica infantil Rocking Horse Appeal, con sede en Brighton, y ha contribuido a recaudar dinero para muchas causas locales.
Esta tarde se realizara la autopsia al cadaver.
Con el estomago revuelto, Sophie se quedo mirando la pagina. Nunca habia visto ninguna fotografia de Katie Bishop, no tenia ni idea de como era fisicamente. Dios mio, era guapa. Mucho mas atractiva que ella, mucho mas de lo que llegaria a serlo jamas. Parecia tener tanto estilo, ser tan feliz, tan…
Dejo el periodico en la pila, aun mas desconcertada ahora. Siempre le habia resultado dificil conseguir que Brian hablara de su esposa. Y, al mismo tiempo, aunque una parte de ella sentia una curiosidad ardiente de saberlo todo sobre la mujer, otra parte habia intentado negar su existencia. Nunca habia tenido una aventura con un hombre casado, nunca habia querido tenerla, habia intentado vivir siempre segun un codigo moral sencillo. «No hagas nada que no querrias que nadie te hiciera a ti.»
Todo aquello cayo en saco roto cuando conocio a Brian. Se habia quedado prendada de el, simplemente. Hipnotizada. Aunque todo habia comenzado como una amistad inocente. Y ahora, por primera vez, estaba mirando a su rival. Y Katie no era la mujer que ella esperaba. En realidad, no sabia que esperar porque Brian nunca hablaba demasiado de su esposa. En su mente, se habia imaginado a una viejecita de rostro avinagrado y con el pelo recogido en un mono. Una carcamal espantosa que habia atraido a Brian a un matrimonio sin amor. No esta belleza impresionante, segura de si misma y de aspecto alegre.
De repente se sintio totalmente perdida. Se pregunto que diablos se creia que estaba haciendo alli. Sin ganas, saco el movil del bolso, el de lona barata color limon que compro a principios de verano porque se habia puesto de moda, pero que ahora estaba tan sucio que daba verguenza. Igual que ella, tal como comprobo al verse y observar la ropa cutre en el espejo de un fotomaton.
Tendria que ir a casa a cambiarse y asearse. A Brian le gustaba que tuviera buen aspecto. Recordo la mirada de desaprobacion que parecio lanzarle una vez que tuvo que quedarse trabajando hasta tarde en el despacho y se reunio con el en un pequeno restaurante sin haberse cambiado de ropa.
Tras un momento de vacilacion, marco su numero y se llevo el telefono al oido, concentrandose con fiereza y sin percatarse todavia del hombre de la capucha que se encontraba tan solo a unos metros de ella y que, al parecer, echaba un vistazo a una serie de libros de bolsillo en un expositor giratorio del quiosco.
Mientras otro anuncio rugia por la megafonia y resonaba a su alrededor, Sophie alzo la vista hacia el enorme reloj de cuatro caras con sus numeros romanos.