Mas al suroeste se distinguia la silueta de la refinada ciudad costera de Worthing, desdibujada, como muchos de sus residentes ancianos, en la calima distante. Al norte se abria la vista casi ininterrumpida, salvo por algunas torres de alta tension, de la hierba verde de los Downs y los campos de trigo. Algunos estaban recien segados, con balas cuadradas o cilindricas colocadas como si fueran fichas de un enorme juego de mesa; en otros, las cosechadoras estaban trabajando, tan pequenas desde aqui arriba como coches de juguete.
Pero la mayoria de los miembros presentes esta manana en el campo de golf tenian tan vista la panoramica que apenas se fijaban en ella. Los jugadores formaban una mezcla de la elite de profesionales y empresarios de Brighton y Hove (y de aquellos que querian imaginar que eran parte de la elite), un bonito desfile de senoras para quienes el golf se habia convertido en el sosten de su mundo y un gran numero de jubilados, principalmente hombres con aire perdido que aqui parecian de todo menos vivos.
Bishop, en el noveno hoyo, sudando como todos los demas, se concentro en la Titleist blanca y reluciente que acababa de plantar en el tee. Flexiono las rodillas, balanceo las caderas y agarro con fuerza la madera 1, preparandose para practicar el swing. Solo se permitia realizarlo una vez, era una disciplina; creia firmemente en seguir las disciplinas. Aislandose del zumbido de un abejorro, miro una mariquita que aparecio de repente en la hierba justo delante de el. Como si se posara para toda la eternidad, recogio las alas delanteras y despues cerro las traseras.
Una vez su madre le dijo algo sobre las mariquitas, algo que intentaba recordar. Una supersticion sobre que traian suerte, o dinero, aunque el no era supersticioso -no mas que otra gente, en cualquier caso-. Consciente de que sus tres companeros estaban esperando a salir despues de el, y que los jugadores que tenian detras ya se encontraban en el
A pesar de que aquella manana habia llegado exhausto al club, estaba jugando como nunca. Tres bajo par en los primeros ocho hoyos, ni su companero ni sus dos oponentes daban credito a lo que veian. De acuerdo, era un jugador medio, con un handicap que se habia mantenido en dieciocho durante muchos anos, pero a los demas les parecia que esta manana habia tomado una especie de pildora magica que habia transformado tanto su humor, normalmente muy serio, como su juego. En lugar de pasearse con ellos taciturno y callado, inmerso en su propio mundo interior, habia contado un par de chistes e incluso les habia dado una palmadita en la espalda. Era como si algun demonio secreto que normalmente llevaba en su alma se hubiera esfumado. Aquella manana, al menos.
Para acabar los nueve primeros hoyos de una forma estupenda, lo unico que tenia que hacer era no pasar apuros en este. Habia una larga hilera de arboles a la derecha, llena de maleza densa capaz de tragarse una pelota y no dejar rastro de ella. Mucho terreno abierto a la izquierda. Siempre era mas seguro apuntar un poco a la izquierda en este hoyo, pero hoy se sentia con tanta confianza que iba a golpear directamente hacia el
Su amigo intimo Glenn Mishon, cuya larga melena castana le conferia un aspecto mas parecido a una vieja estrella del rock que al agente inmobiliario de mayor exito de Brighton, le sonrio, sacudiendo la cabeza con incredulidad.
– ?Quiero un poco de lo que sea que te hayas tomado! -dijo.
Brian se aparto, guardo el palo en la bolsa y observo a su companero prepararse para golpear. Uno de sus oponentes, un dentista irlandes diminuto que llevaba unos bombachos y una boina escocesa, estaba bebiendo un trago de una petaca de pie, que no dejaba de ofrecer a todos, a pesar de que solo eran las once menos diez de la manana. El otro, Ian Steel, un buen jugador a quien conocia desde hacia anos, llevaba unas bermudas caras y un polo con las palabras Hilton Head Island grabadas.
Ninguno de sus golpes le hizo sombra.
Cogio su carrito y empezo a caminar a grandes zancadas, guardando las distancias con los demas, resuelto a mantener la concentracion y a no distraerse con charlas triviales. Si podia terminar los primeros nueve con un chip y un solo putt se anotaria un increible cuatro bajo par. ?Podia hacerlo! ?Tan cerca estaba del
Bishop era un hombre de cuarenta anos, rostro delgado y friamente atractivo y con el pelo castano arreglado y peinado hacia atras; media metro ochenta y cinco y estaba dotado de una buena forma fisica. La gente comentaba a menudo su parecido con el actor Clive Owen, y a el no le importaba. Le gustaba; alimentaba su nada desdenable ego. Siempre vestido correctamente para cada ocasion -aunque con ropa llamativa-, aquella manana lucia un polo Armani azul de cuello abierto, pantalones de cuadros escoceses, zapatos de golf impecablemente brillantes y gafas de sol Dolce & Gabbana.
Por lo general, no habria tenido tiempo para jugar al golf en un dia entre semana, pero como le habian elegido recientemente para el comite de este prestigioso club -y aspiraba a ser capitan-, era importante para el que lo vieran participar en los actos que se organizaban. Obtener la capitania en si no significaba mucho para el. Lo que buscaba era el prestigio del titulo. El North Brighton era un buen lugar para establecer contactos, y varios de los inversores de su negocio eran miembros. Al mismo tiempo -quizas algo mas importante-, era una forma de hacer feliz a Katie, ayudandola a promover sus ambiciones locales en la ciudad, algo en lo que insistia sin cesar.
Era como si su mujer hiciera listas mentales sacadas de algun libro de texto sobre como ascender socialmente. Cosas que habia que ir tachando una tras otra. Inscribirse en el club de golf, hecho; entrar en el comite, hecho; acceder al Rotary Club, hecho; ser presidenta de la division del Rotary, hecho; entrar en el comite de la Sociedad Nacional para la Prevencion de Abusos a Menores, hecho; formar parte de la organizacion benefica Rocking Horse Appeal, hecho. Y, hacia poco, habia comenzado una lista nueva, la planificacion de la siguiente decada, y le habia dicho que debian cultivar la amistad de las personas que algun dia podian conseguir que lo eligieran High Sheriff o Lord Lieutenant de East o West Sussex.
Se detuvo a una distancia cortes por detras de la primera de las cuatro pelotas que habia en la calle, advirtiendo con cierta petulancia lo adelantada que estaba la suya respecto a las demas. Ahora que se encontraba mas cerca podia ver lo bueno que habia sido su
– Buen golpe -dijo el irlandes, ofreciendole la petaca.
El la rechazo con un movimiento de la mano.
– Gracias, Matt. Demasiado temprano para mi.
– ?Sabes lo que decia Frank Sinatra? -contesto el irlandes.
Distraido de repente al ver al secretario del club, un ex militar pulcro, delante del edificio del club con dos hombres y senalando en su direccion, Bishop dijo:
– No…, ?que?
– «Me dan pena las personas que no beben, porque cuando se levantan por la manana, saben que su dia no va a mejorar.»
– Nunca he sido fan de Sinatra -comento Bishop, atento a los tres hombres que se dirigian hacia ellos a grandes zancadas-. Era un frivolo sensiblero.
– ?No hay que ser fan de Sinatra para disfrutar de la bebida!
Haciendo caso omiso de la petaca de bolsillo que el irlandes le ofrecio ahora por segunda vez, se concentro en la importante decision sobre que palo coger. La forma elegante de atacar era utilizar su wedge, luego, esperaba, solo necesitaria un putt corto. Pero anos de ardua experiencia en este juego le habian ensenado que cuando se llevaba ventaja, habia que sopesar las posibilidades. En esta superficie arida de agosto, un putt bien jugado, a pesar de que estuviera fuera del
Miro al secretario del club, que llevaba un blazer azul y pantalones grises de franela; se detuvo en el extremo mas alejado del green y senalo hacia el. Los dos hombres que lo flanqueaban, un tipo negro alto y calvo que