Tremayne hizo que Orme explicara con bastante detalle el proceso de hallar otras personas que habian corroborado lo que sabian sobre el nino. Una habia anadido que su nombre completo era Walter Figgis. Otras, mediante una laboriosa tarea que Rathbone permitio que Tremayne abreviara, confirmaron que habia barcos en el rio que daban cobijo a ninos. En algunos de ellos se trataba muy mal a los ninos. Pero, por supuesto, no existian pruebas. Tremayne, sabiamente, se abstuvo de abundar en ello. Las generalidades bastaron para impresionar al jurado y al publico que presenciaba la vista, causandoles una repugnancia tan profunda que muchos de ellos estaban literalmente temblando. Algunos parecian asqueados hasta tal punto que Rathbone temio que fueran incapaces de controlarse.
El propio Rathbone era consciente de una profunda afliccion que rara vez habia sentido hasta entonces, solo tal vez en casos muy depravados de violacion y tortura. Levanto la vista hacia Phillips y no vio en el nada que cupiera interpretar como compasion o verguenza. Casi le ahogo una ola de ira. Comenzo a sudar y la peluca le molesto como un casco. La toga de seda negra lo asfixiaba, se sentia preso en ella.
Entonces tuvo miedo. ?Acaso Phillips estaba por encima de los sentimientos humanos? ?Y Rathbone habia prometido servirse de su experiencia para ponerlo en libertad de modo que pudiera regresar al rio? No podia librarse de ello; era un deber pactado que ya habia aceptado, dando su palabra de que lo llevaria a cabo, no solo al tribunal sino tambien a Arthur Ballinger y, por tanto, indirectamente a Margaret.
Rehusar ahora daria a entender al jurado que sabia algo que condenaba al acusado mas alla de cualquier duda fundada. Estaba atrapado por la misma ley a la que deseaba servir por encima de todo.
Tuvo la desagradable sensacion de que Phillips lo sabia tan bien como el. De hecho, por eso no mostraba el menor miedo.
Aplazaron la vista para el almuerzo antes de que Tremayne terminara. Orme era uno de sus principales testigos, y tenia la intencion de sonsacarle hasta la ultima palabra condenatoria que pudiera.
Reanudaron la sesion tras el receso mas breve posible, y la tarde comenzo con Tremayne preguntando a Orme sobre la muerte de Durban. Rathbone se pregunto cuanto sabria Tremayne en realidad. Nunca se habia hecho publica toda la verdad sobre el caso Louvain y el hundimiento del
– El senor Durban fallecio el diciembre pasado, ?estoy en lo cierto, senor Orme? -pregunto Tremayne con una actitud apropiadamente grave.
– Si, senor.
– ?Y el senor Monk le sucedio como comandante de la Policia Fluvial en la comisaria central, sita en Wapping?
– Si, senor.
Lord Justice Sullivan estaba comenzando a mostrarse un poco impaciente. Arrugo la frente y dijo:
– ?Tiene su razon de ser esta cuestion, senor Tremayne? La concatenacion de los hechos parece bastante clara. El senor Durban hizo cuanto estuvo en su mano por resolver el caso para la policia y, al no tener exito, siguio investigando en su tiempo libre. Lamentablemente fallecio y el senor Monk le sustituyo en el puesto, haciendose cargo de sus documentos, entre los que habia notas sobre los casos sin cerrar. Aparte de eso, ?hay algo mas que este tribunal deba saber?
Tremayne se quedo un tanto perplejo.
– No, senoria. Creo que no hay nada mas que exponer.
– Pues, siendo asi, me atreveria a decir que el jurado no tendra ninguna dificultad en seguir este orden cronologico. Prosiga.
La voz de Sullivan tuvo un tono incisivo y cerro los punos sobre la gran mesa que tenia delante. No estaba disfrutando con aquel caso. Tal vez para el no fuera mas que una tragedia de lo mas oscura y sordida. Desde luego no presentaba matices ni filigranas legales, como tampoco el rigor intelectual que Rathbone sabia era tan de su agrado. Por un instante penso si Tremayne tendria trato social con el juez. Sus domicilios eran relativamente cercanos, en la margen sur del rio. ?Serian amigos, enemigos o quiza ni siquiera conocidos? Rathbone conocia a Tremayne y le caia bien. A Sullivan nunca le habia visto fuera de la sala.
Tremayne se volvio de nuevo hacia el estrado.
– Senor Orme, ?el caso se reabrio oficialmente? ?Surgieron nuevas pruebas, tal vez?
– No, senor. El senor Monk estuvo revisando los papeles para ver si habia algo…
Rathbone se puso de pie.
– «?Si, si, si!» -dijo Sullivan enseguida-. Senor Orme, por favor limitese a decir lo que sabe, lo que vio y lo que hizo usted.
Orme se sonrojo.
– Si, senoria. -Miro a Tremayne con reproche-. El senor Monk me dijo que habia encontrado documentos sobre un caso sin cerrar y me mostro las notas del senor Durban sobre el caso Figgis. Dijo que estaria bien que pudieramos cerrarlo. Estuve de acuerdo con el. Siempre me fastidio no haberlo concluido.
– ?Tendria la bondad de decirle al tribunal lo que hizo usted entonces? Dado que usted trabajo en el caso con el senor Durban, es de suponer que el senor Monk tuviera interes en aprovechar la informacion que usted pudiera darle.
– En efecto, senor, mucho interes.
Entonces Tremayne condujo a Orme por la sucesion de pruebas. Pregunto acerca de los barqueros, los gabarreros, los estibadores, los gruistas, los proveedores de buques, los caseros, los prestamistas, los estanqueros, los vendedores de periodicos y los dependientes de cererias con quienes el y Monk habian hablado en la interminable busqueda de un vinculo entre el nino, Fig, y el barco a bordo del cual Jericho Phillips llevaba a cabo su comercio. Siempre anduvieron buscando una persona dispuesta a prestar declaracion sobre el uso que Phillips hacia de su embarcacion y a dar fe de que Fig se encontraba alli contra su voluntad. Todo era circunstancial; cabos sueltos, conexiones de segunda y tercera mano.
Rathbone miro al jurado y vio confusion en sus rostros, seguida de aburrimiento. No seguian el hilo. Sus expresiones reflejaban indignacion, ira e impotencia, pero la certeza de que hubiera alguna prueba valida los seguia eludiendo. Estaban perdidos entre complejidades, y como tenian bien presente la infamia del crimen, se sentian frustrados y comenzaban a enojarse. La jornada concluyo con un sentimiento de odio en la sala, y la policia se aglomero en torno a Phillips para conducirlo a los calabozos que se hallaban debajo de los tribunales.
Rathbone se dispuso a interrogar a Orme la manana siguiente. Sabia exactamente lo que queria obtener de el, pero tambien era consciente de que debia poner mucho cuidado en no suscitar el antagonismo del jurado, cuyas simpatias estaban por entero con la victima, y tampoco el de la policia que tanto se habia esforzado en hacerle justicia. Se situo en medio del entarimado de la sala entre la galeria y el estrado, mostrandose deliberadamente relajado, como si estuviera un punto sobrecogido, identificandose mas con Orme que con la maquinaria de la ley.
– Supongo que se ocupa de muchas tragedias terribles, senor Orme -dijo a media voz. Queria obligar al jurado a aguzar el oido para que le prestara toda su atencion. La emocion debia ser grave, contenida, incluso intima para cada uno de los miembros, como si estuviera solo ante el horror y la carga que representaba. Asi comprenderian a Durban y tambien la razon por la que Monk, a su vez, habia seguido sus mismos pasos. Rathbone no habia previsto que fuera a desagradarle tanto hacer aquello. Enfrentarse al hombre real era muy diferente de las teorias intelectuales sobre la justicia, por mas pasion que se pusiera en ellas. Mas no era posible echarse atras sin caer en la traicion. Cuando tuviera que interrogar a Hester seria peor.
– Si, senor -confirmo Orme.
Rathbone asintio.
– Pero eso no ha embotado su sensibilidad ni ha mermado su dedicacion a buscar que se haga justicia a las victimas de incalificables torturas y muertes.
– No, senor.
Orme tenia la tez palida y las manos ocultas en los lados, pero mantenia la espalda erguida y tensa.
– ?El senor Durban tambien estaba tan consternado?
– Si, senor. Este caso fue…, fue uno de los peores. Si hubiese visto el cuerpo de ese nino, senor, consumido y