quemado como estaba, con la cabeza practicamente cortada y arrojado al rio como si fuese un animal, usted habria sentido lo mismo.

– Me figuro que si-dijo Rathbone bajando mas la voz e inclinando un poco la cabeza, como si estuviera en presencia del fallecido.

Lord Justice Sullivan se inclino hacia delante con el rostro transido de amargura.

– ?Tiene algun proposito todo esto, sir Oliver? Confio en que no haya olvidado a que parte representa en este caso -dijo Sullivan con un deje de advertencia, mirandolo con subita dureza.

– No, senoria -respondio Rathbone respetuosamente-. Mi deseo es descubrir la verdad. Se trata de un asunto demasiado grave y terrible para conformarse con menos, en interes de la humanidad.

Sullivan gruno, y por un instante Rathbone tuvo miedo de haber llevado su juego demasiado lejos. Miro de reojo al jurado y supo que iba por buen camino. El alivio lo envolvio como un calido manto. Entonces se acordo de Phillips temblando de panico en Newgate a causa del goteo del agua y su satisfaccion se esfumo.

Se volvio de nuevo hacia Orme.

– ?Usted y el senor Durban trabajaban toda la jornada y luego hacian horas extraordinarias por su cuenta?

– Si, senor -contesto Orme, que habia aprendido a cenirse a las preguntas.

– ?El senor Monk tambien actuo con tan apasionada entrega?

Tenia que preguntarlo; era el plan.

– Si, senor -respondio Orme sin ninguna vacilacion; en todo caso, se mostro mas categorico.

– Entiendo. No es de extranar, y es digno de encomio.

Tremayne se removia en su asiento, impacientandose por lo que parecia una reiteracion gratuita de lo que el mismo habia establecido. Sospechaba que Rathbone se traia algo entre manos, pero no lograba deducir que, y eso le molestaba.

El jurado estaba perplejo.

Rathbone considero llegado el momento de aclarar adonde iba. Una tras otra fue abordando las pruebas que primero Durban y luego Monk habian buscado, preguntando a Orme por los indicios que relacionaban los abusos a menores con el barco de Phillips. Ni una sola vez dio a entender que no los hubiese, solo que el horror de los hechos habia impedido ver claramente la ausencia de vinculos fehacientes con Jericho Phillips.

El barco existia. Era incuestionable que a bordo vivian ninos de edades comprendidas entre los cinco o seis anos y los trece o catorce. Habia burdeles flotantes frecuentados por hombres con toda clase de preferencias sexuales, bien para participar o simplemente para mirar. En las oscuras callejas y callejones de los muelles se traficaba con fotografias pornograficas. ?Que prueba irrefutable habian encontrado Durban, Monk o el propio Orme de que esos desdichados ninos fuesen los mismos a quienes Phillips proporcionaba un hogar?

No habia ninguna. El horror de tamana crueldad, la codicia y la obscenidad habian conmovido tan profundamente a los tres policias que estos se habian dejado llevar por la desesperacion a la hora de detener y castigar a los autores del crimen, descuidando la obligacion de contrastar los hechos. Era perfectamente comprensible. Cualquier hombre decente caeria en el mismo error. Ahora bien, seguro que a cualquier hombre decente tambien le consternaria la idea de declarar culpable de tan nefando crimen a una persona equivocada, sentenciandola a morir en la horca.

El tribunal levanto la sesion para ir a almorzar, dejando en el ambiente una subita, espantosa y absoluta sensacion de confusion, la evidencia de que todas las certezas se habian barrido de un plumazo. Solo permanecia el horror y, con el, la impotencia.

Rathbone habia conseguido exactamente lo que queria. Y lo habia hecho con brillantez. Ni siquiera el sagaz y habil Tremayne habia visto la trampa hasta haber caido en ella. Salio palido de la sala, enojado consigo mismo.

* * *

Hester estaba aguardando para testificar sobre su participacion en la investigacion cuando Tremayne fue a su encuentro durante el receso del almuerzo. Sentada en uno de los bares que servian comida, el nerviosismo le impedia hacer mas que darle un mordisco de vez en cuando al bocadillo que tenia delante, y luego le costaba tragar.

Tremayne se sento frente a ella con el semblante sombrio y ademanes de disculpa. El tambien rehuso comer mas que un emparedado y beber una copa de vino blanco.

– Lo siento, senora Monk -dijo en cuanto se quedaron a solas, de modo que no le oyeran terceros que pasaran cerca de ellos-. No ha ido tan bien como esperaba o, mejor dicho, como habia dado por sentado. Demostrar la relacion entre Phillips y las victimas de su depravacion esta costando mas de lo previsto. -Sin duda Tremayne reparo en la sorpresa de su rostro-. Sir Oliver es uno de los abogados mas brillantes de Inglaterra, demasiado inteligente para atacarnos abiertamente -explico-. Supe que algo andaba mal cuando se puso a abundar en el horror del crimen. Tendria que haberme dado cuenta de lo que estaba haciendo.

Hester se consterno y tuvo un escalofrio.

– ?Que esta haciendo?

Tremayne se sonrojo y todo rastro de ironia se borro de su expresion, siendo sustituida por amabilidad.

– ?Acaso no sabia que defiende este caso, senora Monk?

– No.

En cuanto contesto vio el gesto de comprension de Tremayne y deseo no haberlo admitido. Sin duda sabia o intuia que era amiga de Rathbone y habia reparado en que se sentia traicionada.

– Perdone -dijo Tremayne quedamente-, ha sido una torpeza por mi parte. Esta dando a entender que la policia actuo movida no solo por la logica, sino tambien por la piedad y la indignacion. Demostraron que el crimen se habia cometido, pero descuidaron los pormenores para relacionarlo de modo incontestable con Jericho Phillips. -Bebio un sorbo de su vino sin apartar los ojos de los de ella-. Ha hecho patente que por el momento no hemos dado ningun motivo para que torturase y asesinara a uno de sus chicos; y eso suponiendo que consigamos probar que Figgis se contaba entre ellos. Y no le falta razon al senalar que por ahora no lo hemos conseguido mas alla de toda duda fundada.

– ?Quien podria dudarlo? -dijo Hester con vehemencia-. Todo encaja a la perfeccion. De hecho, es la unica respuesta que tiene sentido.

– Sopesando las probabilidades es cierto -concordo Tremayne. Se inclino un poco sobre la mesa-. Pero la ley exige que lo sea mas alla de toda duda fundada si vamos a ahorcar a un hombre por ello. Lo sabe de sobra, senora Monk. No es usted novata en cuestiones legales.

– No me estara diciendo que va a salir impune, ?verdad? -dijo Hester con voz ronca. Aquella posibilidad no se la habia planteado siquiera. Phillips era culpable. Era cruel, sadico y profundamente corrupto. Habia abusado de un sinfin de ninos y asesinado al menos a uno. Casi habia matado a un barquero tan solo para distraer a la policia y asi poder escapar. Monk y Orme lo habian visto hacerlo.

– No, claro que no -le aseguro Tremayne-. Pero tendre que describir escenas muy violentas y ofensivas, y pedirle que reviva en el estrado algunas cosas que me consta que preferiria olvidar. Me disculpo por ello porque confiaba en ahorrarle este mal trago.

– ?Por el amor de Dios, senor Tremayne -repuso Hester con acritud-, no me importa lo mas minimo sobre que o quien me interrogue! Por mas que resulte desagradable o embarazoso ?que importancia tiene? Estamos hablando del sufrimiento de unos ninos. ?Que clase de persona se preocupa por trivialidades como la incomodidad a costa de algo semejante?

– Algunas personas dejarian que otros pagaran casi lo que fuera con tal de eludir la verguenza, senora Monk -contesto Tremayne.

Hester considero que aquello no merecia respuesta.

* * *

Hester subio al estrado por los empinados peldanos curvos poniendo sumo cuidado en no tropezar con las faldas. Se enfrento al tribunal, viendo a Tremayne debajo de ella, en la tarima reservada a los letrados. A su derecha, lord Justice Sullivan ocupaba su encumbrado sitial, magnificamente tallado. Los doce sombrios miembros

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