Sutton no las presento, se limito a decir a Nellie que Hester era de fiar, que sabia cuando hablar y cuando no.
Nellie gruno.
– Es igual -dijo de manera cortante-. ?Que quieres? -le pregunto a Sutton, ignorando a Hester por completo.
– Me gustaria saber mas sobre la Policia Fluvial -contesto Sutton.
– ?Para que? -Nellie lo miro recelosa-. Nunca se van a cruzar en tu camino.
– Es por un amigo mio -dijo Sutton.
– Si tu «amigo» tiene problemas, mas vale que trate con los polis normales -dijo Nelly claramente-. La Policia Fluvial son un atajo de cabrones, pero honrados.
– ?Honrados? -Sutton enarco las cejas.
– La mayoria -admitio Nellie.
– ?Monk?
– Antes era un poli normal, segun dicen. Un desalmado, y muy listo. Se aferra a un caso como un maldito bulldog. -Miro a
– ?Pero honrado? -insistio Sutton.
– Si. Dejalo en paz. Mas vale que no sepa que existes.
– ?Orme?
– Recto cual zanca de escalera -respondio, y aspiro fuerte para despejarse la nariz.
– ?Durban?
– Que mas da. Esta muerto. Hizo explotar un barco consigo a bordo.
– ?Pero era honrado?
Nellie ladeo la cabeza y torcio la boca como si oliera un huevo podrido.
– Si vas a por Jericho Phillips otra vez es que estas loco. Tenia algo contra Durban, igual que Durban contra el. No se que seria, y supongo que mejor que sea asi. Aunque me gusta saber cosas. Nunca sabes cuando pueden ser utiles. Pero alguien tenia bien pillado a Durban; no se si era el propio Phillips o solo que estaba enterado. Lo que si se es que el senor Durban no era ni de lejos el que su querida Policia Fluvial pensaba que era. Tenia secretos, el tipo, y nunca descubri cuales eran, asi que no merece la pena que me pregunte, senor Sutton, por mas que piense que estoy en deuda con usted.
Sutton tuvo que contentarse con eso, al menos en lo que a Nellie atania. Una vez en la calle no le dijo nada a Hester, aparte de preguntarle si queria continuar.
– ?Faltaria mas! -contesto Hester, aunque la angustia se estaba aduenando de ella.
La palabra de una mujer que bien podria ser perista de objetos robados, madame de un burdel o algo peor, no deberia mancillar la reputacion de un buen hombre. No era la palabra de Nellie lo que la perturbaba, eran sus propios temores a proposito del motivo que empujo a Durban a perseguir tan implacablemente a Phillips para luego, de repente, interrumpir las pesquisas.
?Y por que habia reabierto el caso, cuando ningun elemento clave habia cambiado? Rathbone, con su proverbial talento, habia senalado los puntos flacos de su razonamiento, sembrando dudas y preguntas cuyas respuestas necesitaba conocer. Se sentia avergonzada, pero eso no acallaba las voces de su cabeza.
Y sufria por Monk, pues sabia en que medida la paz interior que por fin habia alcanzado se debia a que un hombre como Durban, honesto, sensato y poseedor de una gran fortaleza, le habia delegado la tarea que el mismo no podria llevar a cabo. Durban habia confiado a Monk el mando de sus hombres, y Monk nunca habia sido un buen jefe. Era valiente, inteligente, imaginativo, a veces despiadado, pero hasta entonces no habia despertado simpatia. Nunca antes habia inspirado lealtad o verdadera confianza.
A lo largo de los anos desde que tuviera el accidente, ramalazos de memoria le habian devuelto escenas aisladas, y la deduccion habia llenado buena parte de los espacios vacios que quedaban entre ellas. La imagen resultante era la de un hombre que a el no siempre le gustaba. Y resultaba facil comprender por que a los demas tampoco.
Se habia esforzado mucho en cambiar. Durban era el unico hombre que habia visto lo mejor de su persona y habia depositado su confianza en el. Ahora que Oliver Rathbone se habia convertido en un extrano de la noche a la manana, un hombre a quien ya no entendian, Durban era en mayor medida un factor clave para preservar la confianza, las certidumbres que hacian llevadera la afliccion.
Hester tenia miedo de lo que Monk iba a descubrir sobre el y del dano que le causaria. Por consiguiente, tenia que ser la primera en saberlo; solo asi podria protegerlo o, si eso no era posible, al menos caminar a su lado a traves de lo que les deparase el futuro.
Siguio a Sutton por el oscuro callejon hacia la siguiente persona a quien interrogaria en su nombre.
Capitulo 5
Monk salio de casa y echo a caminar hacia el embarcadero del transbordador. El tambien estaba agobiado por la preocupacion e incluso mas por la culpa. El panorama del rio era todo bullicio y luminosidad. Gabarras cargadas hasta los topes lo surcaban en ambas direcciones, oscuras contra el reflejo del sol en el agua. No lograba quitarse de la cabeza que Phillips estaba en libertad, libre no solo de la carcel y de su ejecucion, sino de volver a ser acusado otra vez del asesinato de Fig. Por mas pruebas que aportara Monk ahora, no podrian utilizarse contra el. ?Cabia imaginar un fracaso mas rotundo?
Cruzo Rotherhithe Street y enfilo el estrecho callejon que conducia a la escalinata de Princes Stairs. El olor a sal y cieno prenaba el aire. Aun no habian dado las nueve de la manana pero, en aquella epoca del ano, el sol hacia horas que habia salido y el calor apretaba. Apenas soplaba viento que aliviase el bochorno. Oia los gritos de los gabarreros y los estibadores a doscientos metros de distancia. La marea estaba alta, el agua era mansa y presentaba un aspecto oleoso. No habia suficiente corriente para mover los barcos anclados, y las maranas de mastiles y jarcias permanecian inmoviles bajo el cielo azul.
Habia tenido ocasion de matar a Phillips, y fue su propia arrogancia la que lo convencio de que ya lo habia vencido; de ahi que no lo hubiera hecho. Su intencion fue vindicar la memoria de Durban y demostrar al mundo que habia tenido razon. Y habia querido ser el quien lo hiciera: asi todos sus hombres lo sabrian y lo respetarian por ello. Verian que habia pagado la deuda contraida con Durban y que se habia ganado una especie de derecho a ocupar su puesto, en vez de serle ofrecido sin mas.
Solo que, por supuesto, no habia sido asi. Todo lo contrario: habia garantizado que Phillips se librara de pagar, no solo ahora sino para siempre. Era libre para regresar a su barco con sus ninos, quienes serian mas cautivos que nunca en sus desdichadas vidas.
Un transbordador golpeo el embarcadero y el piloto grito, rompiendo el hilo de los pensamientos de Monk.
Monk salio de su ensimismamiento y bajo. No era preciso que diera indicaciones; hacia aquel trayecto a diario y casi todos los hombres lo conocian. Un saludo con la cabeza era cuanto esperaban de el. Seguramente medio rio estaba al corriente del resultado del juicio. Tal vez le compadecian, aunque no faltaria quien lo despreciara por ello. Phillips lo habia dejado en ridiculo. O Rathbone. O, a decir verdad, el mismo se habia puesto en ridiculo. Si hubiese tenido suerte, se habria salido con la suya, pero eso no alteraria el hecho de que se habia fiado demasiado de las declaraciones, que habia permitido que los sentimientos le ofuscaran la razon y que como resultado hubiese cometido errores por descuido. No tenia nada que decirle al piloto. En realidad no tenia nada que decirle a nadie hasta que hubiese rescatado algo de entre las cenizas.
Pago su pasaje, se apeo en la otra orilla, en Wapping New Stairs, y subio el breve tramo de escalones hasta el nivel de la calle.
Un nino le aguardaba de pie. Era enjuto y nervudo, de semblante avispado. Se habia encasquetado una gorra que le tapaba casi todo el pelo. Llevaba una camisa harapienta a la que le faltaban varios botones, y las perneras de sus pantalones eran desiguales, como desiguales eran sus botas, una marron y la otra negra. Aparentaba unos diez u once anos de edad.
– Da pena verle -dijo a Monk en tono desdenoso-. Vaya cara de perro. Me figuro que es normal. Lo hizo fatal. -Echo a caminar detras de el cuando Monk enfilo por el muelle en direccion a la comisaria. El nino se sorbio la