nariz-. Digo yo que hara algo, ?no?

Su voz dejaba traslucir una nota de inquietud que rayaba en el miedo.

Monk se detuvo. El piloto del transbordador no merecia el esfuerzo de fingir, pero Scuff merecia sinceridad y el coraje de no decepcionarlo. Miro al nino y vio la vulnerabilidad que brillaba en sus ojos.

– Si, claro que voy a hacer algo -dijo Monk con firmeza-. Pero tengo que reflexionar antes de hacerlo para que esta vez me salga bien.

Scuff meneo la cabeza, aspirando aire entre los dientes, pero parte de su miedo se disipo.

– Tiene que ir con cuidado, senor Monk. Puede que haya sido el mejor sabueso en tierra firme, pero eso no sirve con los maleantes del rio. Aunque ahora que lo pienso, ese abogado es muy listo. Tan encopetado con sus pantalones a rayas y sus zapatos lustrados. -Por un momento su cara fue pura compasion-. Pero esta mas pringado que los cuartos traseros de un perro.

Siguio el paso de Monk por el adoquinado.

– No esta pringado -lo corrigio Monk-. Su trabajo consiste en librar a la gente de los cargos, si puede. Es culpa mia haberselo puesto en bandeja.

Scuff se mostraba esceptico.

– ?Alguien le esta retorciendo el brazo para que lo haga, entonces?

– Es posible. Aunque podria ser simplemente que el fundamento de la ley exige que incluso el peor de nosotros merece un juicio justo.

Scuff hizo una mueca de profundo desagrado.

– El peor de nosotros merece bailar al final de una soga, y si usted no sabe eso no esta listo para salir de su casa a solas.

– Eso no cambia nada, Scuff -dijo Monk abatido-. Phillips esta libre y a mi me toca arreglar el desaguisado y trincarlo por alguna otra cosa.

– Lo ayudare -dijo Scuff de inmediato-. Me necesita.

– Me gustaria contar con tu ayuda, pero no la necesito -dijo Monk con tanta delicadeza como pudo-. Aun no tengo muy claro por donde empezar, aparte de revisar lo que ya se y ver donde hay agujeros, y luego seguir indagando hasta que pueda trincarlo por pornografia o extorsion. Es peligroso, y no quiero correr el riesgo de que te hagan dano.

Scuff lo medito un momento. Intentaba caminar al mismo paso que Monk, pero sus piernas no eran lo bastante largas y a cada tres o cuatro zancadas tenia que dar un saltito.

– No tengo miedo -dijo al cabo-. Al menos no tanto como para parar.

Monk se detuvo y Scuff lo imito dos pasos despues.

– No dudo de tu coraje -dijo Monk claramente, mirando a Scuff a los ojos-. De hecho, si tuvieras un poco menos estarias mas seguro.

– ?Quiere meterme el miedo en el cuerpo? -pregunto Scuff incredulo.

Monk tomo una decision rapida.

– Si eso impide que caigas en manos de hombres como Phillips, si.

Scuff se quedo alli plantado, y la testarudez de su expresion fue revelando poco a poco pesadumbre.

– Piensa que no valgo para nada, ?verdad? -dijo, amagando un sollozo.

Monk se enfurecio consigo mismo por haberlos puesto a ambos en semejante situacion. Ahora se veia atrapado entre negar el hecho de que le importaba el nino, lo cual seria una hiriente mentira cuyo dano quiza nunca podria reparar, o admitir que su decision se basaba en el sentimiento mas que en la razon. O la alternativa, tal vez aun mas cruel, de insinuar que realmente pensaba que Scuff era un inutil. Esta ultima no cabia siquiera tomarla en consideracion.

Echo a caminar de nuevo.

– Pienso que vales mucho -dijo en voz baja, aflojando un poco el paso para que el nino no tuviera que dar saltos a fin de no rezagarse-. Porque sabes muchas cosas y tienes cerebro, pero no estas preparado para pelear, y esto puede ponerse muy feo. Si tengo que largarme corriendo, no quiero tener que parar para asegurarme de que estas bien. ?Alguna vez has oido la expresion «rehen de fortuna»?

– No, nunca -dijo Scuff con recelo, aunque habia una chispa de esperanza en sus ojos.

– Significa que algo te importa tanto que no puedes permitirte perderlo, de manera que la gente puede hacerte hacer lo que sea -explico Monk-. Porque tu crees que eso vale mucho, o no quieres que alguien lo destruya -anadio, no fuera que Scuff se avergonzara.

Scuff dio unas cuantas vueltas a la idea, estudiandola.

– ?Oh! -dijo al fin-. O sea que usted no querria que Phillips me ahogara, por poner un ejemplo, o que me cortara el cuello, ?no? Para que le dejara en paz. Pero si a usted le da igual, le dice que haga lo que quiera y lo pesca. ?Es eso?

– Algo parecido -afirmo Monk, pensando que el nino lo habia entendido bastante bien.

– Caramba -dijo Scuff asintiendo-. Bueno, si topamos con alguien tan bobo como para dejarse atrapar, tendremos que asegurarnos de que sea alguien que no nos importe… demasiado. Supongo que la senora Monk es uno de esos rehenes, ?no? Dejaria escapar al mismisimo diablo con tal de salvarla, ?verdad?

La conclusion de Scuff era ineludible.

– Si -admitio Monk-. Por eso se mantiene alejada de Phillips y de los barrios bajos del puerto. Que es adonde yo voy ahora y, antes de que sigas discutiendo, tu no vendras.

– A ella quiza pueda decirle lo que tiene que hacer porque es una mujer -observo Scuff deteniendose y poniendose muy tieso, con los pies ligeramente separados-. Yo no. -Inspiro profundamente-. Y usted no es mi padre. Pero aun asi cuidare de usted. ?Por donde va a comenzar? Ya lo se: por cuando sacaron del rio el cuerpo de Fig. Mas vale que empecemos de una vez. Si se queda ahi plantado acabara echando raices.

Y sin aguardar respuesta, echo a caminar con aire despreocupado hacia el borde del dique y la escalinata mas proxima donde podrian tomar un transbordador. No volvio la vista atras para ver si Monk lo seguia.

A Monk le irrito que Scuff se hubiese mostrado mas habil que el pero, no obstante, en el fondo sabia que Scuff estaba intentando quedarse con el sin sacrificar su propia dignidad. Deseaba a toda costa sentirse parte de algo y creia que el unico modo de lograrlo era siendo util. ?Cual era el riesgo, en realidad, comparado con los que corria a diario viviendo en la orilla del rio, gorroneando comida y cobijo a cambio de los trozos de carbon o los tornillos de laton que recuperaba del fango durante la bajamar?

Alcanzo a Scuff.

– Tienes razon, iba a comenzar justamente por ahi.

– Claro -dijo Scuff con indiferencia, como si en realidad no le importara, aunque tras encogerse de hombros camino mas erguido, evitando la mirada de Monk. No queria que descifrara sus pensamientos, en aquel preciso momento; se sentia demasiado vulnerable-. Podemos coger un transbordador para bajar un trecho -agrego-. Seguro que a estas horas encontramos a los gabarreros tomandose una taza de te.

Monk no supo si darle las gracias o no. Opto por no hacerlo; podia parecer un poco condescendiente.

– Eso espero -dijo en cambio-. A mi tambien me vendria bien una.

Scuff hizo una mueca. A Monk le constaba que el chaval abrigaba grandes esperanzas de que le ofrecieran una, si tenia suerte; tal vez incluso un bocadillo. Era poco probable que hubiese comido algo en lo que iba de dia.

Siguiendo su sugerencia, tomaron el transbordador aguas abajo y preguntaron por el gabarrero a quien querian ver. Tardaron mas de una hora en encontrarlo porque ya habia vuelto al trabajo, primero a cargar para luego perderse entre el trafico. Hicieron parte de sus pesquisas donde un grupo de hombres se apinaba en torno a un brasero sobre el que hervian agua, y Monk compro un tazon de te y una gruesa rebanada de pan. Ofrecio lo mismo a Scuff, que se lo penso tanto tiempo como oso antes de decir, con estudiada indiferencia, que no le importaria dejarse invitar. En todo momento miro a Monk por el rabillo del ojo para asegurarse de que no se le escapara la ocasion.

Monk fingio no percatarse.

– Ya le conte lo que sabia -dijo el gabarrero cansinamente-. ?Deje en paz a ese cabron! ?Yo no puedo contarle nada mas!

Estaban sentados en las pacas de lona mientras la embarcacion de fondo plano avanzaba lenta y pesadamente rio abajo hacia Greenwich.

– Se muy bien lo que me conto -le aseguro Monk-, y todas las pruebas lo sustentan. Pero no le preguntamos

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