– ?Es verdad? -pregunto Hester, pese a que todavia no la habian incluido en la conversacion.
– Si, claro que es verdad. Muchos vecinos del barrio lo saben.
– Entonces cuentemelo, por favor.
Palk la miro, por primera vez, con suma curiosidad.
– Tiene que entenderlo, Durban era un hombre muy apasionado -comenzo-. Simpatico a primera vista, divertido cuando queria. Yo lo he visto hacer reir a una habitacion llena de gente. Y generoso, tambien. Pero se tomaba ciertas cosas muy a pecho y, segun parece, esa tal Mary Webber era una de ellas. Nunca supe por que. Nadie supo decirme que o quien era para que le importara tanto.
– ?Durban no llego a encontrarla?
– No lo se, senorita, pero si no lo hizo, no fue porque no lo intentara. Todo esto empezo cuando fue a casa de Ma Wardlop. Es un burdel; habra una docena de chicas. Le pregunto si habia visto a Mary Webber. -Meneo la cabeza-. No se daba por vencido de ninguna de las maneras. Finalmente Ma Wardlop le dijo que una de las chicas sabia algo y lo llevo a su habitacion. Alli la interrogo durante mas de una hora, hasta que oyeron que la chica le gritaba. Entonces Ma fue en busca de un recaudador de hacienda que vive a dos portales del suyo. Un hombre fornido. -Palk apreto los labios, adoptando un aire de profunda tristeza-. Abrio la puerta de un empellon y dijo que encontro a Durban en una posicion en la que ningun policia deberia estar con una puta, pero no explico a que se referia exactamente. La chica dijo que la habia forzado. El sostuvo que no la habia tocado.
Hester no contesto. Su mente corria de una imagen repulsiva a otra, tratando de hallar una respuesta que no indignara a Monk.
Palk torcia el gesto con repugnancia, pero era imposible saber si era por Durban o por la mentira que la prostituta podia haber dicho.
– Ma Wardlop dijo que mantendria la boca cerrada sobre aquel asunto si Durban tenia el tino de hacer lo mismo. Solo que eso incluia cualquier cosa que viera en el futuro, y el lo sabia.
– Chantaje -dijo Hester sucintamente.
Palk asintio de nuevo.
– Durban le dijo que se fuera al infierno y que se llevara al recaudador de hacienda con ella -respondio Palk con cierta satisfaccion, y al sonreir revelo una dentadura sorprendentemente sana y blanca-. Le contestaron que no solo harian correr la voz en la calle sino que lo sacarian en los periodicos. El les dijo que coincidia con el duque de Wellington: «publicad y sed condenados». No estaba dispuesto a permitir que nadie lo hiciera callar.
– ?Y que sucedio? -pregunto Hester, con una mezcla de miedo y admiracion, un nudo en el estomago, respirando despacio, como si el sonido de su aliento pudiera impedirle oir lo que Palk diria a continuacion. Que estupidez. Durban estaba muerto y ya no cabia hacerle mas dano. Y sin embargo le importaba que hubiese tenido el coraje y el honor de desafiarlos.
– Nada, hasta la siguiente vez en que los pesco robando a un cliente -contesto el hombrecillo-, y metio a Ma Wardlop en la carcel por ello. Entonces si que lo publicaron. -Sus ojos no se apartaron de los de Hester-. Fue muy embarazoso para Durban, pero capeo el temporal. Perdio un buen punado de supuestos amigos. Vaya manera de descubrir que no lo eran. Se reian de el en lugares donde antes lo llamaban «senor». Le dolio, pero solo le vi demostrarlo una vez, y aun entonces solo un momento. Lo encajo como un hombre, nunca se quejo, y nunca, que yo sepa, se avino a hacer la vista gorda.
– ?Que le paso a la chica? -pregunto Hester, sintiendo un reconfortante alivio, si bien enseguida volvio a ponerse tensa por miedo a la siguiente respuesta.
– Nada -dijo Palk, que descifraba sus sentimientos como si estuvieran impresos en papel-. Durban no era asi. Sabia que la chica solo hacia lo que tenia que hacer para ir tirando. Tenia mal genio, pero nunca se desquitaba con las mujeres y los ninos. Era indulgente, a su manera, como si supiera lo que era ser pobre, pasar hambre o estar solo. -Sonrio al recordarlo-. Le dio una paliza de miedo a Willy Lyme porque pegaba a su esposa, pero fue delicado como una mujer con el viejo Bert cuando perdio la cabeza y ya no sabia ni quien era.
»El pobre desdichado se arrojo al canal para ahogarse, Durban salto al agua detras de el y lloro al no poder salvarlo. Pobre Bert. Durban vino a su funeral. Nunca lo supe a ciencia cierta, pero me da que pago buena parte de las exequias. Bert no tenia ni seis peniques a su nombre. -Miro detenidamente a Hester-. No entiendo por que quiere saber todo esto, senorita. Ahora no puede hacerle dano a Durban pero hay mucha gente a la que no le haria ninguna gracia que hablara mal de el. Seria un mal asunto.
– Intento detener a quienes lo harian -repuso Hester. Palk se quedo perplejo, escrutando su semblante. Hester le sonrio-. Mi marido ocupo su puesto en la Policia Fluvial porque Durban lo recomendo. Intentamos resolver el ultimo caso de Durban pero fallamos tan estrepitosamente que no podemos volver sobre el. Quiero demostrar que el tribunal se equivoco y que nosotros llevabamos razon; Durban, mi marido y yo.
– No servira de nada -senalo Palk.
– Si que servira. Nosotros lo sabremos, y eso es importante.
– ?Monk, ha dicho? ?El tipo nuevo de Wapping?
– Si.
– No le sera facil seguir los pasos de Durban.
– Depende de adonde estuviera yendo.
Palk la miro sin parpadear.
– Cierto y falso -dijo-. Ningun hombre tiene siempre la razon, aunque el la tenia mas veces que la mayoria.
Hester se levanto.
– Eso espero. Pero necesito saber la verdad, sea cual sea.
– ?Y entonces se la contara a todo el mundo?
– Depende. Todavia no se cual es.
Palk asintio.
– Esta bien. Pero tenga cuidado, hay mucha gente capaz de matar para asegurarse de que no lo haga.
– Ya lo se -repuso Hester.
Palk se puso de pie con dificultad, un hombro casi un palmo mas alto que el otro, y los acompano hasta la puerta.
Monk salio de nuevo por la manana, con Scuff a su lado, vestido como la vispera y calzando sus viejas botas. Muy pronto Monk le proporcionaria algo mejor, pero ahora se veia en la obligacion de volver a rastrear la busqueda que Durban hiciera de Mary Webber en su momento. Hubiese preferido ir solo. El esfuerzo de disimular sus sentimientos y mantener una conversacion afable pesaba mas que cualquier ayuda que pudiera brindarle Scuff. Pero era el mismo quien no le habia dejado otra opcion. Aparte de herirlo con su rechazo, no se atrevia a dejar que Scuff deambulara solo por ahi. Lo habia puesto en peligro y debia hacer cuanto pudiera para protegerlo de las consecuencias.
A media manana, tras varios intentos fallidos, falto poco para que le robara precisamente el mismo descuidero que andaba buscando. Se encontraban en la darsena de Black Eagle, entre un cargamento de madera y una cuadrilla de gabarreros que descargaba tabaco, ron y azucar sin refinar. No soplaba nada de brisa procedente del rio y los olores flotaban como suspendidos en el aire. La marea estaba baja, se oia el sorbeteo del agua en las algas de la escalinata y los golpes de las barcazas contra la piedra.
Una discusion entre un gabarrero y un estibador acabo enfrentando a media docena de hombres que se gritaban y empujaban. Era un metodo de robo que Monk habia presenciado muchas veces. Los transeuntes se detenian a mirar, en poco rato se congregaba una muchedumbre, y mientras estaban pendientes de la pelea, los carteristas llevaban a cabo su silencioso trabajo.
Monk noto la sacudida, se volvio sobre sus talones y se topo cara a cara con una anciana sin dientes que le sonreia, y en ese mismo instante percibio un contacto tan ligero a sus espaldas que el ladron ya se habia alejado un par de metros cuando Monk se abalanzo sobre el sin alcanzarlo. Fue Scuff quien lo derribo de una rapida patada en la espinilla que lo dejo despatarrado en el suelo, chillando indignado y sujetandose la pierna izquierda.
Monk lo puso de pie de un tiron sin ninguna piedad. Diez minutos despues los tres estaban sentados en lo alto de la escalinata, el descuidero entre Monk y Scuff, mostrandose incomodo pero dispuesto a hablar.