mentira seguia siendo el mal menor.
– Si, gracias. Ahora por fin tengo una idea mas clara de donde debo buscarla.
– No me importa, ?sabe? -dijo la senora Myers con dulzura.
– ?Como dice? -pregunto Hester confundida, sabiendo que debia de parecer tonta.
– Pienso que John Cordwainer es un hombre muy decente, y que forma una pareja perfecta con Stella-dijo la senora Myers con franqueza-. Ojala dejara de dar por sentado que no apruebo su relacion ya que la aceptaria de buen grado. Ya tiene edad suficiente para prescindir de lo que yo piense. Lo unico que me debe es sacar el mayor provecho de su vida.
Hester sintio que le quitaban un enorme peso de encima y se encontro sonriendo como una idiota.
– ?En serio? -dijo con fingida inocencia, como si no supiera de que estaban hablando.
– Su sonrisa la delata -dijo la senora Myers secamente-. Pero me alegra que haya mantenido su palabra. Aunque si no lo hubiese hecho, me habria sido mas facil abordar el tema. ?Como diablos voy a decir nada sin que ella se entere de que me he inmiscuido en su intimidad?
Hester le agradecio de nuevo la ayuda y bajo la escalinata sonriendo mas abiertamente.
Como era de esperar, no era nada facil que te dejaran entrar en la prision de Holloway, como tampoco lo era obtener permiso para ver a un recluso en concreto. El primer impulso de Hester fue pedirle a Monk que se lo consiguiera; luego se mordio la lengua y busco alguna otra cosa que decir.
Le pregunto que tenia previsto hacer el lunes y, cuando se lo hubo contado, escogio una hora en la que el estaria lejos de la Comisaria de Wapping para personarse alli y ver si podia hablar con Orme. Le explicaria con exactitud lo que deseaba, y seguro que el entenderia el porque.
Orme resolvio acompanarla y pedir permiso in situ. Quiza lo hizo asi por amabilidad con ella, aunque Hester tuvo la impresion de que su curiosidad tambien era apremiante. Y quiza quisiera conocer a la unica hermana de un hombre al que habia conocido y respetado durante buena parte de su vida de adulto.
Era esto ultimo lo que turbaba a Hester. No sabia como decirle a Orme que preferia ver a Mary a solas ya que su presencia quiza la inhibiria, impidiendo que se abriera a ella. Ademas, con igual sentimiento cuando no igual importancia para el caso, temia que finalmente resultara una experiencia angustiante para el. Hester habia observado su rostro cuando habian descubierto hechos alarmantes sobre Durban, datos que arrojaban dudas sobre su honestidad, su moralidad, incluso sobre la gentileza que siempre habia sido parte integrante de su caracter. Orme habia intentado ocultar sus sentimientos, ahogarlos con lealtad, pero su afliccion era patente e iba en aumento.
Hester se volvio para plantarle cara en el lugubre pasillo de la carcel.
– Gracias, senor Orme. No podria haber hecho esto sin usted, pero ahora necesito, al menos la primera vez, hablar con ella a solas.
Orme se dispuso a discutir, sus emociones eran demasiado fuertes para reprimirlas mediante el respeto que por regla general gobernaba su conducta con ella, no solo como esposa de su comandante, sino porque asi lo hacia con toda mujer.
– Usted trato al senor Durban durante anos -se le adelanto Hester-. Le conocio mucho mejor que ella. Piense en como se sentira. Tal vez le importe demasiado lo que usted piense de ella para hablar con franqueza. Tenemos que saber la verdad. -Lo dijo con firmeza, poniendo enfasis en la ultima palabra, sosteniendole la mirada-. Si perdemos esta oportunidad, no habra ninguna otra. Por favor, dejeme hablar con ella a solas esta primera vez.
Orme esbozo una sonrisa entre divertida y socarrona.
– ?Acaso me esta protegiendo, senora?
Hester cayo en la cuenta de que quiza fuese asi. ?Estaria complacido u ofendido? No tenia ni idea. La verdad presentaba al menos la ventaja de descargarse la conciencia.
– Perdone -admitio-. Sospecho que si.
Orme parpadeo unos instantes, Hester apenas llego a verlo bajo la mortecina luz del pasillo, pero entendio que no estaba disgustado.
La hicieron pasar a una simple celda con una mesa de madera y dos sillas, y un momento despues la celadora hizo entrar a una mujer que rondaba los sesenta anos. Era de estatura mediana y tenia el rostro un poco descarnado, lo cual provoco que Hester la mirara una segunda vez para darse cuenta de que, tras la palidez y el temor, era una mujer guapa. Sus ojos eran de color avellana, igual que los de Durban.
Tomo asiento cuando Hester la invito a hacerlo, pero despacio, tensa por la inquietud.
Hester se sento a su vez. La celadora dijo que estaria detras de la puerta por si la necesitaban, y que disponian de treinta minutos. Luego se marcho.
Hester sonrio, deseando saber como disipar el temor de aquella mujer sin poner en peligro su mision.
– Me llamo Hester Monk -comenzo-. Mi marido es el actual comandante de la Policia Fluvial del Tamesis en Wapping, cargo que antes ocupaba su hermano.
De subito se pregunto si Mary estaria enterada de su muerte. ?Como habia sido tan torpe? ?Cuanto hacia que no se veian ella y Durban? ?Que sentimientos habia entre ellos?
Mary hizo amago de asentir, moviendo apenas la cabeza.
Habia llegado la hora de dejar de andarse con rodeos. Hester bajo la voz.
– ?Alguien le conto que murio heroicamente a finales del ano pasado? Dio su vida para salvar la de muchos otros.
Aguardo, observandola.
Los ojos de Mary Webber se arrasaron en lagrimas que al cabo resbalaron por sus mejillas.
Hester saco un panuelo de su pequeno bolso y lo dejo sobre la mesa para que Mary lo cogiera.
– Lo siento. Ojala no hubiese tenido que darle esta noticia. Su hermano la busco desesperadamente pero, que yo sepa, no consiguio dar con usted. ?Estoy en lo cierto?
Mary nego con la cabeza. Alargo el brazo hasta el panuelo blanco de algodon y de pronto vacilo. Estaba limpio y deslumbrante comparado con la manga gris de su uniforme de presa.
– Por favor… -la insto Hester.
Mary lo cogio y se enjugo las mejillas. Emanaba un ligero perfume, aunque tales cosas debian quedar muy alejadas de su mente en aquel momento.
Hester prosiguio, consciente de que los minutos iban discurriendo hacia el olvido.
;-El senor Durban era un heroe para sus hombres, pero ahora hay otras personas que se han propuesto desmantelar la Policia Fluvial, y estan manchando su nombre con esa finalidad. Y se donde nacio y paso los primeros anos de su vida. Hable con la senora Cordwainer… -Reparo en la sonrisa que asomaba a los labios de Mary, aunque empanada por su profunda pena-. Tambien se que usted ahorraba dinero y que le enviaba cuanto podia. ?Sabe que fue de el despues de que se marchara del hospital?
Mary pestaneo y se enjugo las lagrimas de las mejillas.
– Si. Estuvimos en contacto mucho tiempo. -Trago saliva-. Hasta que me di cuenta de la clase de hombre que era Fishburn. -Bajo la vista-. Despues de eso, estaba avergonzada, y me mantuve apartada de su camino. Cuando mataron a Fishburn, cambie de nombre y me mude. Entonces abri una casa de huespedes y…
– No es preciso que me lo cuente -interrumpio Hester-. Se como llego usted aqui. Me figuro que por eso no pudo encontrarla su hermano.
Mary levanto la vista.
– No queria que supiera donde estaba. Supongo que las pocas personas que me conocen le mintieron para ocultarselo. Sin duda sabian que yo no queria que supiera siquiera… que supiera que habia caido tan bajo. Cuando era pequeno… me admiraba. Estabamos… -Volvio a bajar la vista-. Estabamos muy unidos entonces… todo lo unidos que se podia estar, habida cuenta de lo poco que nos veiamos. Pero nunca deje de pensar en el. Ojala…
Sin darse cuenta, Hester alargo el brazo y cogio la mano que Mary tenia sobre la rugosa mesa.
– Me parece que lo habria comprendido. Era un buen hombre, y sabia que no hay nadie sin tacha. Odiaba la crueldad, e incluso el forzaba un poco la ley para impedir que alguien hiciera dano a las mujeres y sobre todo a los ninos. Muchas personas lo admiraban, pero tambien habia algunas que lo odiaban, y unas pocas que se