Wapping?

– Creo que no. Pero antes de eso habia estado en la Policia Metropolitana.

Seguro que Rathbone no sacaria a relucir su perdida de memoria, aunque la duda basto para que a Monk se le helara la sangre en las venas.

Pero Rathbone no lo ataco por ahi.

– ?Por que dejo la Policia Metropolitana? -pregunto.

Sullivan se mantuvo impasible, pero como si le costara contener la emocion. Tenia el semblante encendido y los punos cerrados encima de la mesa.

– Sir Oliver, ?esta cuestionando las aptitudes profesionales del senor Monk, su reputacion o su honestidad? - pregunto.

– En absoluto, senoria. -Ahora si que el semblante de Rathbone traslucia una muy patente irritacion. Tambien apretaba los punos con fuerza-. Creo que el senor Durban poseia unas dotes de mando que el senor Monk admiraba en grado sumo por haber fracasado en demostrarlas el mismo en el pasado. El senor Durban, al elegirlo como sucesor, le brindo la ocasion de intentarlo por segunda vez, oportunidad que muy pocos hombres tienen. El senor Durban tambien manifesto mas confianza en el de la que el tenia en si mismo.

»Demostrare que la sensacion de estar en deuda con Durban llevo al senor Monk a excederse en su autoridad, asi como en su buen criterio, en la persecucion de Jericho Phillips y que lo hizo con el fin de pagar lo que consideraba una deuda. Tambien tenia el profundo deseo de ganarse el respeto de sus hombres justificando el empeno que Durban habia puesto en dar caza al asesino.

Tremayne se puso de pie de un salto, sumamente consternado, olvidando incluso dirigirse al juez.

– Eso son suposiciones muy grandes y bastante imprudentes, sir Oliver.

Rathbone se volvio hacia Sullivan dandose aires de inocencia.

– Mi cliente esta acusado de un crimen terrible, senoria. Si es hallado culpable lo ahorcaran. Respetando los limites de la ley, ningun esfuerzo es demasiado grande para asegurarse de que se hace justicia y de que no permitimos que los sentimientos, bien de compasion o de repulsa, gobiernen nuestros pensamientos y nos obnubilen la razon. Nosotros tambien deseamos que alguien pague, pero ese alguien tiene que ser el culpable.

– Por supuesto que si-dijo Sullivan energicamente-. Prosiga, sir Oliver, pero vaya al grano.

Rathbone hizo una ligerisima reverencia.

– Gracias, senoria. Senor Monk, ?siguio las notas de Durban para volver sobre sus pesquisas o dio usted por buenas sus observaciones y deducciones?

– Las segui de nuevo y volvi a interrogar a las mismas personas, en la medida de lo posible -contesto Monk con un tono que daba a entender que la respuesta era obvia.

– Pero en cada caso usted ya sabia que prueba estaba buscando -senalo Rathbone-. Por ejemplo, el senor Durban comenzo por un cadaver sin identificar y tuvo que hacer cuanto pudo para averiguar quien era el nino. Usted comenzo sabiendo que el senor Durban creia que la victima era Walter Figgis. Solo tenia que demostrar que llevaba razon. Se trata de dos procedimientos absolutamente diferentes. -Varios jurados se movieron inquietos en sus asientos. Para su mayor tristeza, veian claramente la diferencia-. ?Esta seguro de que no se limito a confirmar lo que usted deseaba creer? -pregunto, remachando su argumento.

– Si, estoy seguro -dijo Monk con decision.

Rathbone sonrio con la cabeza bien alta, la luz brillaba en sus cabellos rubios.

– ?Como se identifica el cadaver de un nino que ha estado varios dias en el agua, senor Monk? -pregunto desafiante-. Sin duda habria sufrido… graves cambios. La carne… -apunto, sin concluir la frase.

La atmosfera que reinaba en el tribunal se altero. La realidad de la muerte habia entrado de nuevo en la sala y el enfrentamiento verbal parecia un tanto irrelevante.

– Por supuesto que habia cambiado -dijo Monk a media voz-. Lo que antes habia sido un nino magullado, quemado y desnutrido pero lleno de vida, se habia convertido en un trozo de carne fria, como algo que un carnicero desechara. Pero solo teniamos eso para trabajar. Seguia siendo importante que averiguaramos quien era. -Se inclino un poco hacia delante por encima de la barandilla del estrado-. Todavia tenia pelo, y estatura, una forma facial, alguna prenda de vestir y un buen pedazo de piel, suficiente para adivinar su color, y por supuesto los dientes. Los dientes de cada persona son distintos. -Se oyeron gritos ahogados. Mas de una mujer reprimio un sollozo. Monk no vacilo en ser muy grafico-. En este caso, Durban habia escrito que presentaba senales de quemaduras viejas en la parte interior de los brazos y los muslos. -Todos debian conocer aquella horrible obscenidad-. Nadie se quema en esos sitios por accidente.

El semblante de Rathbone palidecio, su postura perdio elegancia.

– Eso es una vileza, senor Monk -dijo en voz baja-, pero no una prueba de identidad.

– Es un principio -lo contradijo Monk-. ?Un nino desnutrido que sido torturado, y que ha comenzado a dar signos de estar convirtiendose en un hombre, y que nadie se haya quejado de su desaparicion? Eso restringe el ambito de la busqueda en muy buena medida, gracias a Dios. Durban hizo varios dibujos del aspecto que seguramente tendria el nino. Era muy habilidoso con el lapiz. Los mostro a diestro y siniestro a lo largo del rio, sobre todo a personas que pudieran haber visto a un mendigo, un ladronzuelo o un rapinador.

– ?Suponia que pertenecia a una de esas categorias?

– No lo se, pero era el lugar evidente por el que comenzar y, como se ha visto, el correcto.

– Ah, si -asintio Rathbone-. Alguien reconocio uno de esos dibujos que hizo Durban partiendo de lo que quedaba del nino. Ha mencionado el pelo, el color de la piel, la forma del craneo y demas. Corrijame si me equivoco, senor Monk, pero ?esas caracteristicas tan vagas no dan por lo menos mil conjuntos diferentes de rasgos?

Monk no perdio la compostura, pues sabia que Rathbone queria hacerle morder el anzuelo.

– Por supuesto. Pero por mas desesperada que sea la situacion de muchos ninos de la orilla del rio, no desaparecen mil chiquillos de esa edad a la vez sin que nadie lo denuncie.

– ?De modo que junto ese tragico cadaver con el rostro de un nino que un rapinador dio por desaparecido, e identifico el cuerpo como el de Walter Figgis? -pregunto Rathbone, abriendo mucho los ojos y esbozando una sonrisa.

Monk se trago su sarcasmo. Le constaba que Rathbone estaba actuando para un publico que observaba las sombras de su rostro y escuchaba la mas leve inflexion de su voz.

– No, sir Oliver, el comandante Durban considero muy probable que el cadaver fuese el de Figgis. Cuando tropece con ciertas fotografias obscenas de Figgis, tomadas cuando estaba vivo, fue identificado por quienes lo conocian, y entonces el comandante Durban las contrasto con el cadaver. Tenia unas orejas peculiares, y una de ellas aun no la habian deteriorado el agua ni las criaturas carroneras que la habitan y se alimentan de los muertos.

Rathbone no tuvo mas remedio que aceptarlo.

Tremayne sonrio con alivio, relajandose un poco en su asiento.

Sullivan se echo un poco hacia delante en su alto sitial, volviendose primero hacia Rathbone, luego hacia Tremayne y de nuevo hacia Rathbone.

Rathbone prosiguio.

– ?Usted vio esas fotografias… obscenas?

– Si, estaban con los papeles de Durban. -Monk no pudo evitar hacer patente la violencia de su indignacion. Lo intento; sabia que debia controlarse. Estaba dando testimonio. Solo debian importar los hechos, pero aun asi le temblaba el cuerpo y noto que comenzaba a sudar-. Los rostros se veian con absoluta claridad, incluso tres de las quemaduras. Encontramos dos de ellas en los mismos sitios.

– ?Y la tercera? -pregunto Rathbone con delicadeza.

– Esa parte de el se la habian comido los peces -contesto Monk con voz temblorosa, tomada por el horror y el sufrimiento de las palabras de Durban en la pagina de caligrafia desgarbada con la que describia una imagen de desintegracion y perdida.

– La imagen de tragedia o de bestialidad que evoca resulta casi insoportable -reconocio Rathbone-. No me extrana que le costara hablar de ella, o que el senor Durban dedicara incontables horas de su tiempo, y tambien de su dinero, para enjuiciar a quien lo hubiese hecho. ?Seria correcto decir que usted lo sentia tanto como el? - Encogio muy levemente los hombros-. ?O quiza no?

Solo habia una respuesta posible. Rathbone habia elegido sus palabras con la precision de un artista. Todos

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