– ?Y esta al mando de aqui?
– Si, general.
– Lea esto -le ordeno Schellenberg mostrandole la directiva del Fuhrer-. Ahora, usted y sus hombres estan bajo mi mando. Es una cuestion de la maxima importancia para el Reich.
Leber volvio a entrechocar los talones y devolvio la hoja de papel, ha sus ordenes, general.
– El
– ?Y nuestras obligaciones, general?
– Le informare unas tarde. ?Funciona bien su equipo receptor de radio?
– Oh, si, general. Es lo mejor que tiene la Luftwaffe. A veces, los aviones que regresan cruzando el canal se pierden. Tenemos que ser capaces de hablar con ellos en caso necesario.
– Bien -asintio Schellenberg-. ?Conoce usted por casualidad un lugar llamado
– Me temo que no lo conozco, general.
– No importa. Ya nos las arreglaremos. Y ahora, encuentrenos un
– Desde luego, general. ?Me permite preguntar si pasaran aqui la noche?
Schellenberg se volvio a contemplar el lugar tan desolado en que se encontraban.
– Preferiria no tener que hacerlo, sargento, pero nunca se sabe. Vuelva a repostar el Stork y dejelo preparado para el vuelo de regreso.
– Jesus -dijo Devlin cuando Leber les condujo hasta un vehiculo de campana aparcado junto a la caseta de radio-. ?Que les parece este lugar? Menudo puesto piojoso. Me pregunto como habran podido montarlo.
– Esto es mejor que Rusia -le dijo Asa Vaughan.
Asa condujo, con Devlin sentado a su lado y Schellenberg detras, llevando un mapa extendido sobre las rodillas.
– Aqui esta. La carretera situada al sur de Cherburgo se dirige hacia Carentan. Esta por ahi, en alguna parte de la costa.
– ?No habria tenido mas sentido aterrizar en la base de la Luftwaffe, en Cherburgo? -quiso saber Asa.
– ?Como hara el Fuhrer cuando llegue? -replico Schellenberg sacudiendo la cabeza con un gesto negativo-. Prefiero no asomar demasiado la cabeza por el momento. No necesitamos pasar por Cherburgo.
Al sur hay una verdadera red de carreteras comarcales que atraviesan la zona hasta la costa. Cuarenta y cinco kilometros, cincuenta como mucho.
– De todos modos, ?cual es el proposito de este pequeno viaje? -le pregunto Devlin.
– Ese lugar, Belle Ile, me intriga. Me gustaria ver lo que tenemos alli, ya que estamos en las cercanias. Luego se encogio de hombros, y Devlin pregunto:
– Me estaba preguntando…, ?sabe el
– Esta enterado de nuestro vuelo a Chernay, o lo estara pronto. Le gusta recibir informes con regularidad.
– Ah, si general, eso es una cosa, pero ese otro lugar, Belle Ile, podria ser otra.
– Ya lo puede asegurar, senor Devlin.
– Santa madre de Dios, que zorro es usted -dijo Devlin-. Siento lastima del cazador cuando este usted por los alrededores.
Muchas de las carreteras comarcales eran tan estrechas que dos vehiculos no habrian podido pasar juntos, pero al cabo de media hora se cruzaron con la carretera principal que iba hacia el sur, desde Cherburgo a Carentan. Fue aqui donde Schellenberg tuvo problemas con el mapa; posteriormente, tuvieron un golpe de suerte y vieron un cartel al lado de la carretera, en las afueras del pueblo de St. Aubin, en el que se indicaba el 12.° Destacamento Paracaidista. Por detras de los arboles se observaban una serie de edificios bajos.
– Probemos por aqui -dijo Schellenberg, y Asa salio de la carretera.
Los hombres que encontraron en el patio de la granja eran todos paracaidistas, tipos duros y jovenes, que habian envejecido antes de tiempo, con el cabello muy corto. La mayoria de ellos llevaban uniformes de camuflaje y botas de salto. Unos cuantos estaban sentados en bancos, contra la pared, limpiando sus armas. Un par trabajaba arreglando el motor de un transporte blindado de tropas. Levantaron la mirada con curiosidad al ver llegar el
– Esta bien -dijo el-, continuen con lo que estaban haciendo.
Un joven capitan salio de la granja. Tenia la Cruz de Hierro de primera y de segunda clase, los distintivos de haber participado en Creta y con el Afrika Korps. Tambien tenia una cinta de Guerra de Invierno. Un joven fornido, de aspecto duro.
– ?Esta usted al mando de esto? -pregunto Schellenberg.
– Si, general. Capitan Erich Kramer. ?En que puedo ayudarle?
– Andamos buscando un lugar llamado
– Muy bien. Esta situado a unos quince kilometros de aqui, hacia el este, junto a la costa. Permitame mostrarselo en mi mapa de campana.
Le siguieron y entraron en la granja. El salon habia sido acondicionado como un puesto de mando, con radio y mapas a gran escala sujetos a la pared. La carretera que conducia a Belle Ile estaba perfectamente indicada.
– Excelente -dijo Schellenberg-. Digame algo:
?con que proposito se halla estacionada aqui su unidad?
– En mision de seguridad, general. Patrullamos la zona y tratamos de mantener a raya a la Resistencia francesa.
– ?Les plantean muchos problemas?
– En realidad, no -contesto Kramer echandose a reir-. En esta unidad solo me quedan treinta y cinco hombres. Tuvimos suerte de poder salir de Stalin- grado a tiempo. Esto es una especie de cura de descanso para nosotros.
Salieron al exterior y, al regresar al coche, Devlin dijo:
– Creta y el Afrika Korps, por lo que veo, ademas de Stalingrado. ?Conocio usted a Steiner?
Hasta los hombres que estaban limpiando las armas levantaron las cabezas al oir mencionar el nombre.
– ?El coronel Kurt Steiner? -pregunto Kramer-. ?Quien no lo conoce en nuestras unidades? Es una leyenda en el regimiento paracaidista.
– ?Quiere decir que lo conoce personalmente?
– Lo he visto en varias ocasiones. ?Y usted, lo conoce?
– Desde luego que si.; -Hemos oido rumores de que ha muerto -dijo Kramer.
– Ah, no deben ustedes creer todo lo que se diga por ahi -le dijo Devlin.
– Capitan -se despidio Schellenberg devolviendole el saludo cuando Asa condujo el coche, alejandose.
– Santo Dios -dijo Devlin-, a veces me pregunto por que Steiner no se abre paso de regreso a traves del canal, caminando sobre las aguas.
Belle Ile era realmente espectacular, un castillo coronando una colina junto al mar, con un vasto estuario extendiendose delante, y la orilla cubierta de arena alli donde se habia retirado la marea. Asa dirigio el vehiculo hacia la unica carretera que serpenteaba hasta el castillo. Habia un estrecho puente que salvaba un foso, aunque mas bien parecia una garganta. Dos grandes puertas permanecian abiertas en una entrada en forma de arco; desembocaron en un patio interno empedrado. Asa freno a los pies de unos amplios escalones que conducian a la entrada principal, con muros y torres elevandose por encima de ellos.
Bajaron del vehiculo; Schellenberg dirigia la marcha. La puerta era de roble, algo combada por la edad y reforzada con cerrojos de hierro oxidado y bandas de acero. A su lado habia una campana, que colgaba del muro. Schellenberg tiro de la cadena y el tintineo arranco ecos en todo el patio, rebotando en las paredes.
– Jesus -exclamo Devlin-. Todo lo que necesitamos ahora es un Quasimodo.
Un momento mas tarde la puerta se abrio con un crujido y el Quasimodo aparecio alli mismo, o alguien muy similar. Se trataba de un hombre muy viejo, con el cabello gris cayendole hasta los hombros, un frac negro de