– Sabe dormir de pie sin caerse.
– No es normal.
– No -confirmo Adamsberg.
Retancourt se detuvo delante de ellos y dirigio un signo afirmativo a los dos hombres.
– Que si, que de acuerdo -dijo.
– Perfecto -dijo Mordent-. ?Vamos alla, comisario? ?O seguimos con la quiromancia?
– No se que es la quiromancia -replico Adamsberg cortante.
?Que demonios le pasaba a Mordent, ese buen pajarraco desplumado, amable y competente? Irreprochable en el trabajo, experto en cuentos y leyendas, diserto y conciliador… Adamsberg sabia que la eleccion, entre sus dos comandantes, de llevar a Danglard al coloquio de Londres habia irritado a Mordent. Pero formaria parte del siguiente grupo para ir a Amsterdam. Era equitativo, y Mordent no era de los que se quedan mucho tiempo irritados, ni era su estilo privar a Danglard de una inmersion britanica.
– Es la ciencia de las lineas de la mano. O sea una perdida de tiempo. Y el tiempo es algo que se desperdicia demasiado aqui. Emile Feuillant, hace un momento se preguntaba usted donde iba a dormir esta noche; parece que la cuestion se ha resuelto.
– En la casa.
– En el cobertizo -rectifico Retancourt-. La casa esta todavia precintada.
– Bajo arresto -dijo Mordent.
Adamsberg se despego de la pared y dio unos pasos por la alameda, con las manos en los bolsillos. Hacia crujir la grava bajo las suelas, le gustaba ese ruido.
– Eso no es de su competencia, comandante -dijo separando las palabras-. Todavia no he llamado al inspector de division, que todavia no ha llevado la demanda ante el juez. Demasiado pronto, Mordent.
– Demasiado tarde, comisario. El inspector de division me ha llamado, y el juez ha ordenado el arresto domiciliario de Emile Feuillant.
– ?Ah si? -dijo Adamsberg girandose con los brazos cruzados-. ?Llama el inspector de division, y usted no me lo pasa?
– Dijo que no queria hablar con usted. Tuve que obedecer.
– No es el procedimiento.
– Usted se pasa los procedimientos por el forro.
– Ahora no. Y el procedimiento dice que este arresto es prematuro y no motivado. Hay las mismas razones para seguir al hijo Vaudel, o a algun miembro de la familia del pintor. Retancourt, ?como es esa familia?
– Como un bloque soldado, devastado, obnubilado por la revancha. La madre se mato siete meses despues de su hijo. El padre es mecanico, los otros dos hijos estan en las carreteras, uno con camiones, otro en la Legion.
– ?Que dice de esto, Mordent? Vale la pena echar una ojeada, ?no? ?Y Pierre hijo desheredado? ?No cree que tambien estaba al corriente? ?Que mejor que hacer que acusen a Emile y quedarse con la herencia entera? ?Se lo ha dicho al inspector de division?
– No tenia la informacion. Y la opinion del juez es terminante. Los antecedentes de Emile Feuillant pesan mas que un burro muerto.
– ?Desde cuando se lanza un arresto basandose en una simple opinion? Sin esperar los analisis del laboratorio, sin ningun elemento material…
– Tenemos dos elementos materiales.
– Perfecto. Acepto ser informado. Retancourt, ?los conoce?
Retancourt raspo el suelo con el pie, dispersando gravilla como un animal irritado. La teniente presentaba una carencia en sus cualidades fuera de normas: no estaba dotada para las relaciones sociales. Una situacion ambigua, delicada, que exigiera reacciones sutiles o artificios, la dejaba incompetente e inerme.
– ?Que cono pasa, Mordent? -pregunto con voz ronca-. ?Desde cuando la justicia tiene tanta prisa? ?Quien la apremia?
– Ni idea. Yo obedezco, eso es todo.
– Obedece demasiado -dijo Adamsberg-. ?Los dos elementos?
Mordent alzo la cabeza. Emile se hacia olvidar, tratando de prender fuego a una ramita.
– Hemos contactado la residencia de ancianos donde vive la madre de Emile Feuillant.
– No es una residencia donde se vive -gruno Emile-. Es un asilo donde se palma.
Emile soplaba ahora en la brasilla que habia encendido al extremo de la ramita. Madera demasiado verde, noto Adamsberg, no prendera.
– La directora lo confirma: hace al menos cuatro meses que Emile dijo a su madre que pronto irian a vivir a otro sitio juntos, y a todo plan. Todo el mundo lo sabe.
– Claro -dijo Emile-. Ya les he explicado que Vaudel me habia predicho que seria rico. Se lo conte a mi madre; es normal, ?no? ?Tengo que repetir o que? ?Que es esto, una guerra de nervios?
– Su explicacion se tiene de pie -dijo tranquilamente Adamsberg-. ?El segundo elemento, Mordent?
Esta vez, Mordent sonrio. Pisa firme, penso Adamsberg, ataca al pez en el vientre. Mirandolo bien, Mordent tenia mala cara. Hundida, con violeta bajo los ojos hasta media mejilla.
– Hay estiercol de caballo en su camioneta.
– ?Y que? -dijo Emile dejando de soplar a la ramita.
– Hay cuatro pegotes de estiercol en la escena del crimen. El asesino lo llevaba en las botas.
– No tengo botas. No veo que tiene que ver.
– Pues el juez si lo ve.
Emile se habia puesto de pie, habia tirado la ramita, se habia metido en el bolsillo el tabaco y las cerillas. Se mordia el labio con expresion subitamente exhausta. Descorazonado, lamentable, inmovil como un viejo cocodrilo. Demasiado inmovil. ?Acaso fue en ese momento cuando Adamsberg lo comprendio? Nunca tuvo la respuesta exacta. Lo que supo sin duda alguna es que se habia apartado, alejandose de Emile, despejando espacio como para dejarle el terreno libre. Y Emile se disparo, precisamente con la rapidez irreal de un cocodrilo, tal que uno no tiene tiempo siquiera de ver el movimiento de ataque. Antes de poder contarlo, el reptil ha atrapado al nu por el muslo. Antes de poder contarlo, Mordent y Retancourt estaban en el suelo, y resultaba imposible saber donde habia golpeado Emile. Adamsberg le vio alejarse por la alameda, saltar un muro. Lo atisbo aun cruzando un jardin, todo ello a una velocidad prodigiosa que solo Retancourt podia igualar. Pero la teniente llevaba retraso. Se levantaba sujetandose el vientre, y se precipitaba en pos del hombre, lanzando toda su masa para aumentar la rapidez, elevando sin problema sus ciento diez kilos para saltar el murete.
– Refuerzos inmediatos -llamo Adamsberg por radio-. Sospechoso huido oeste-suroeste. Rodear la zona.
Mas tarde, pero nunca tuvo la respuesta exacta, se pregunto si habia puesto conviccion en su voz.
A sus pies, Mordent se sujetaba la entrepierna, emitiendo un quejido jadeante, dejando brotar las lagrimas. Por automatismo, Adamsberg se inclino sobre el, le sacudio vagamente el hombro en senal de comprension.
– Operacion calamitosa, Mordent. No se que es lo que intenta usted hacer, pero la proxima vez hagalo mejor.
10
Sostenido por el comisario, Mordent cojeaba para reunirse con el resto del equipo. La teniente Froissy habia relevado a Lamarre y enseguida se habia ocupado del aprovisionamiento y de la instalacion de la comida en la mesa del jardin. Se podia contar con Froissy, abastecia como en tiempos de guerra. Flaca, famelica, su obsesion por la comida la habia conducido a instalar escondites repletos de alimentos en el seno de la Brigada. Se sospechaba que eran mas numerosos que los escondites de vino del comandante Danglard. Habia quien afirmaba que aun se encontraria comida dos siglos despues, en los escondrijos disimulados en los recovecos del edificio, mientras que las botellas de Danglard llevarian mucho tiempo vacias.
El teniente Noel tenia su idea sobre Froissy. Noel era el miembro mas brutal del equipo, vulgar con las mujeres, primitivo con los hombres, despectivo con los acusados. Creaba mas problemas que bondades, pero Danglard consideraba necesaria su presencia y afirmaba que Noel catalizaba lo peor de lo que todo madero lleva