– Mas odiara tener una victima mas. Su numero, Dremard, dese prisa.
Dremard repaso mentalmente las apreciaciones multiples y contradictorias oidas acerca de Adamsberg, genio o catastrofe, por temor a meter la pata en un sentido o en el otro, y al final opto por la prudencia.
– ?Tiene con que anotar, comisario?
Dos minutos despues, Adamsberg tenia al divertido Nolet en linea. Tenia invitados, el fondo de musica y palabras excitadas cubria un poco su voz.
– Siento interrumpirle, Nolet.
– Al contrario, Adamsberg -dijo Nolet en tono alegre-. ?Esta usted por aqui? ?Se viene con nosotros?
– Es a proposito de Chevron.
– ?Ah, perfecto!
Nolet tuvo que pedir con un gesto a sus amigos que bajaran el sonido, Adamsberg lo oyo mejor.
– Fue testigo en una boda en Auxerre, hace veintinueve anos. Y la ex esposa no quiere que se recuerde bajo ningun concepto.
– ?Pruebas?
– La pagina del registro fue arrancada.
– ?Y esa mujer habria llegado al extremo de matar a la testigo?
– Sin ninguna duda.
– Me interesa, Adamsberg.
– Hemos interrogado a su madre en Ginebra, desmiente todo matrimonio de su hija. Tiene miedo y esta en el punto de mira.
– Entonces ?hay que proteger al otro testigo?
– Precisamente, pero no se sabe quien es. Interrogue al entorno de Francoise Chevron. Busque a un hombre. Los testigos suelen ser masculino y femenino.
– ?Y el nombre de la ex esposa, Adamsberg?
– Emma Carnot.
Adamsberg oyo a Nolet salir de la sala y cerrar una puerta.
– Bien, Adamsberg, estoy solo. ?Se refiere a Carnot? ?Emma Carnot?
– La misma.
– ?Me esta pidiendo que ataque a la serpiente que acecha?
– ?Que serpiente?
– La de arriba, joder. La enorme serpiente que anda por sus recamaras. ?Me esta llamando desde su movil normal?
– No, Nolet, esta devorado de escuchas como una viga por la carcoma.
– Muy bien. ?Me esta pidiendo que ataque a una de las cabezas del sistema? ?Una cabeza pegada a la cabeza princeps del Estado? ?Sabe que cada escama de la serpiente esta pegada a la siguiente formando una armadura inviolable? ?Sabe lo que me quedara por hacer despues? ?Si es que me dejan hacer algo?
– Estare con usted.
– ?Y a mi que cono me importa, Adamsberg? -grito Nolet-. ?Donde estaremos?
– No lo se. Puede que en Kisilova. O en algun otro lugar incierto entre brumas.
– Joder, Adamsberg, ya sabe que siempre le he seguido. Pero esta vez no puedo. Bien se ve que no tiene hijos.
– Tengo dos.
– ?Ah, si? -dijo Nolet-. Eso es nuevo.
– Si. ?Entonces?
– Entonces no. No soy san Jorge.
– No se quien es.
– El que mata al dragon.
– Si -corrigio Adamsberg-. Yo tambien lo conozco.
– Mejor. Asi me comprende. Yo no me enfrento a la serpiente que acecha.
– Bien, Nolet. Entonces transfierame el caso Chevron. No tengo ganas de que muera un tipo por haber sido testigo hace veintinueve anos de la boda de una cabrona. Tanto si la cabrona se ha convertido en escama de serpiente como si no.
– Seria mas bien un diente de serpiente. Un colmillo.
– Como quiera. Deje a la serpiente en paz un rato, transfierame el caso y olvidelo todo.
– Esta bien -dijo Nolet suspirando-. Me voy a la oficina.
– ?Cuando me lo envia?
– No se lo envio, joder. Lo reabro.
– ?De verdad? ?O se va a sentar encima?
– Al menos confie en mi, Adamsberg, o lo tiro todo al Loira. A punto estoy.
Plog, penso Adamsberg al colgar. Nolet se iba a lanzar contra Emma Carnot y era bastante bueno. Si no le entraba miedo a la serpiente por el camino. Adamsberg no sabia que significaba la palabra «princeps», pero habia entendido. La gente empleaba un numero considerable de palabras complejas, y el se preguntaba cuando, como y donde los demas habian podido memorizarlas con esa facilidad. Pero el, al menos, se acordaba de
Se ducho, dejo su arma y sus dos moviles junto a su cama, se tumbo todavia humedo bajo el edredon rojo, echando de menos el azul desvaido de la
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Un grillo nervioso lanzo un breve chirrido de angustia desde el suelo. Adamsberg identifico la vibracion de su movil, el que estaba corroido de carcoma, y lo recogio mientras consultaba sus relojes. Entre las dos cuarenta y cinco y las cuatro quince de la madrugada. Se paso una mano por la cara para retirar el velo de sueno, consulto el aparato, que le transmitia dos mensajes. Paso de uno a otro, enviados por la misma persona con tres minutos de intervalo. El primero decia
– Dos mensajes que no entiendo -le dijo-. Creo que son desagradables. ?Cuanto tiempo necesita para identificar al propietario del movil?
– ?Para un numero desconocido? Un cuarto de hora. Diez minutos si la cosa va bien. Mas treinta para llegar a la Brigada, porque aqui solo tengo dos microordenatas. Cuarenta minutos. Dictemelo.
Adamsberg anuncio el numero, turbado por una sensacion de urgencia. Cuarenta minutos era demasiado tiempo.
– Este se lo puedo dar ahora mismo -dijo Froissy-. Acabe de identificarlo ayer por la tarde. Armel Louvois.
– Mierda.
– Acabo de empezar a listar sus llamadas, no llama mucho. Nada nuevo desde hace nueve dias, apago el