De sanctis reliquis era muy clara: Cinco veces habra venido el tiempo de juventud cuando hayas de invertirlo. Fuera del alcance de su filo, pasa y vuelve a pasar.

Y en ese primer punto, Adamsberg y sus colaboradores habian cometido un grave error de calculo al decidir multiplicar por cinco la edad de quince anos. Atraidos hacia la pista de la enfermera, todos habian interpretado el texto de manera que correspondiera a los setenta y cinco anos del angel de la muerte. Pero en los tiempos en que se copiaba el De reliquis, quince anos era una edad adulta en que la mujer ya era madre y el hombre montaba a caballo. Se abandonaba el tiempo de la juventud a los doce anos. Era, pues, a los sesenta cuando llegaba el momento de invertir el avance de la muerte y pasar fuera del alcance de su guadana. Ariane iba a cumplir sesenta anos cuando inicio la serie de crimenes tanto tiempo meditados.

Adamsberg habia iniciado la grabacion oficial, el interrogatorio de Ariane Lagarde el seis de mayo a la una y veinte de la madrugada, bajo vigilancia por homicidios premeditados y tentativa de homicidios, en presencia de los agentes Danglard, Mordent, Veyrenc, Estalere y del doctor Romain.

– ?Que pasa, Jean-Baptiste? -preguntaba Ariane con la mirada amablemente puesta en la pared.

– Te leo el acta de acusacion en su primera redaccion -explico con suavidad Adamsberg.

Sabia todo y no sabia nada, y su mirada, cuando Adamsberg la cruzaba fugazmente, era dificilmente sostenible, agradable y altiva, comprensiva y rabiosa, en ella se debatian sucesivamente Alfa y Omega. Una mirada sin consciencia que hacia perder pie a sus interlocutores, remitiendolos a sus locuras intimas, a la idea intolerable de que, quiza, detras de su propio muro se ocultaban monstruos ignorados, dispuestos a abrir en ellos el crater de un volcan desconocido.

Adamsberg enuncio la larga lista de crimenes, pendiente de algun estremecimiento, de si al menos uno de ellos encendia alguna reaccion en el rostro imperial de Ariane. Pero Omega era demasiado astuta para ponerse al descubierto y, agazapada tras su velo impenetrable, escuchaba sonriendo en la sombra. Y solo esa sonrisa un tanto rigida y mecanica revelaba su existencia de reclusa.

– … por los asesinatos de Panier, Jeannine, de veintitres anos y de Bedalan, Christiane, de veinticuatro anos, amantes de Lagarde, Charles, su esposo; por haber fomentado y organizado la fuga de Langevin, Claire, de setenta y cinco anos, encarcelada en la prision de Friburgo, Alemania; por el homicidio de Karlstein, Otto, de cincuenta y seis anos, vigilante en la prision de Friburgo; por los homicidios de Chatel, Elisabeth, de treinta y seis anos, secretaria de una agencia; de Villemot, Pascaline, de treinta y ocho anos, empleada en una zapateria; de Tounde, Diala, de veinticuatro anos, sin oficio conocido; de Paillot, Didier, de veintidos anos, sin oficio conocido; por tentativa de asesinato en la persona de Retancourt, Violette, de treinta y cinco anos, teniente de policia; por el asesinato de Grimal, Gilles, de cuarenta y dos anos, cabo de gendarmeria; por tentativa de asesinato en la persona de Bidault, Francine, de treinta y cinco anos, tecnica de superficie; por segunda tentativa de asesinato ante testigos en la misma persona de Retancourt, Violette; por profanacion de los cuerpos de Chatel, Elisabeth, y de Villemot, Pascaline.

Adamsberg aparto la hoja, saturado. Ocho asesinatos, tres tentativas de homicidio, dos exhumaciones.

– Por la mutilacion de Narciso, gato de once anos -murmuro-; por la evisceracion del Gran Rufo, ciervo de diez puntas, y de dos de sus congeneres anonimos. ?Me has oido, Ariane?

– Me pregunto que estas haciendo, eso es todo.

– Siempre me guardaste rencor, ?verdad? Nunca me perdonaste haber anulado rus resultados en el caso Hubert Sandrin.

– Vaya. No se por que tienes esa idea fija.

– Cuando organizaste tu plan, elegiste mi brigada. Tu exito, combinado con mi ruina, te parecia lo mas adecuado.

– Me destinaron a tu brigada.

– Porque habia una plaza vacante que solicitaste. Dejaste al doctor Romain fuera de combate haciendole tomar excrementos de grulla.

– ?Excrementos de grulla? -pregunto Estalere en voz baja.

Danglard alzo las manos en ademan de ignorancia. Ariane saco un cigarrillo de su bolso, y Veyrenc le dio fuego.

– Mientras pueda fumar -dijo gentilmente a la pared-, puedes hablar todo lo que quieras. Ya me habian prevenido contra ti. No tienes sentido comun. Tu madre tenia razon, el viento te pasa silbando por los oidos.

– Deja a mi madre en paz, Ariane -dijo pausadamente Adamsberg-. Danglard, Estalere y yo te vimos entrar a las once de la noche en la habitacion de Retancourt con una jeringuilla llena de Novaxon. Dime que piensas de eso.

Adamsberg se habia puesto frente a ella junto a la pared, y Ariane se habia vuelto inmediatamente hacia la mesa vacia.

– Pregunta a Romain -dijo-. Segun el, la jeringuilla contenia un excelente antidoto contra el Novaxon, que iba a curarla con toda seguridad. Tu y Lavoisier os oponiais, so pretexto de que ese medicamento estaba todavia en fase experimental. Me limite a hacer un favor a Romain. Alguien tenia que hacerlo, ya que el no tenia fuerzas para ir en persona al hospital. Como iba yo a imaginar que habia una historia entre Retancourt y Romain. Y que ella lo drogaba para tenerlo a su merced. Se pasaba el dia metida en su casa, pegada a el como una sanguijuela. Supongo que el se habra dado cuenta del dano que le estaba haciendo y que querria aprovechar esa ocasion para deshacerse de ella. En el estado en que estaba Retancourt, la muerte se habria atribuido a una recaida de la intoxicacion.

– Por el amor de Dios, Ariane -exclamo Romain tratando de levantarse.

– Dejala -dijo Adamsberg volviendo a su silla, lo que tuvo por efecto que Ariane girara hacia el otro lado.

Adamsberg abrio su libreta, se echo hacia atras y garabateo unos instantes. Ariane tenia talento, mucho talento. Delante de un juez, su version podia convencer. ?Quien iba a dudar de la palabra de la famosa forense frente al humilde doctor Romain, que habia perdido sus facultades?

– Conocias bien a la enfermera -prosiguio-, la habias interrogado a menudo para tus investigaciones. Sabias quien la habia detenido. Bastaba un paso para lanzarme tras su pista. Siempre y cuando la enfermera estuviera libre, naturalmente. Mataste al carcelero, la ayudaste a fugarse vestida de medico. Luego te colocaste aqui, en el meollo, con un formidable chivo expiatorio preparado para funcionar. Solo te quedaba acabar la mixtura, tu mezcla mas grandiosa.

– No te gustan las mezclas -dijo con indulgencia.

– No mucho. ?Copiaste la receta, Ariane? ?O te la sabias de memoria desde la infancia?

– ?De cual? ?De la Granalla? ?De la Violina?

– ?Sabias que el cerdo tiene un hueso en el morro?

– Si -dijo Ariane sorprendida.

– Lo sabes, efectivamente, porque lo dejaste en el relicario de san Jeronimo con los huesos de cordero. Conoces ese relicario desde siempre, igual que el De reliquis. ?Y sabias que el gato tiene un hueso en la verga?

– No, reconozco que no.

– ?Y que el ciervo tiene otro en forma de cruz en el corazon?

– Tampoco.

En una nueva tentativa, Adamsberg se fue hasta la puerta, y la forense se volvio tranquilamente hacia Danglard y Veyrenc, ambos transparentes a sus ojos.

– Cuando supiste que Retancourt se reponia a gran velocidad, te falto tiempo para hacerla callar.

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