latidos volvieron a su ritmo habitual. Anna no habia notado nada.
– Elias ya no existe -dijo.
– Anna… yo… -jadeo Mahler.
Anna asentia a su propia afirmacion, y anadio:
– Elias esta muerto.
– Anna, yo estoy… seguro de que…
– No me entiendes. Se que es el cuerpo de Elias. Pero Elias ya no existe.
El no supo que decir. Los calambrazos en el brazo remitieron, dejando su cuerpo relajado, la tranquilidad despues de ganar una batalla.
– Entonces, ?que quieres hacer? -inquirio con los ojos cerrados.
– Cuidar de el, por supuesto. Pero Elias ha desaparecido. Existe en nuestros recuerdos. Ahi debe permanecer. En ningun otro sitio.
– Si… -respondio Mahler con un asentimiento. No sabia lo que queria decir con eso.
El taxista se habia pasado la noche llevando pacientes desde Danderyd y hablaba de lo estupida que era la gente. Tenian miedo de los muertos como lo tenian de los fantasmas o de los aparecidos, cuando ese no era para nada el problema. El problema eran
– Tira el cadaver de un perro a un pozo. Despues de tres dias el agua esta tan emponzonada que se corre el riesgo de morir si se bebe de esa agua. O fijate en la guerra de Ruanda; decenas de miles de muertos, si, pero eso no fue lo peor. La gran tragedia fue el agua. Los muertos fueron arrojados a los rios y murio aun mas gente por la falta de agua, o por beber la que habia.
Las bacterias que los muertos traian consigo. Ese era el gran peligro.
David Zetterberg advirtio que el conductor llevaba una caja de panuelos de papel en el salpicadero, debajo del taximetro. No sabia si era verdad lo que decia aquel hombre, pero el simple hecho de que lo creyera…
El dejo de escucharle cuando el taxista empezo a hablar de las esporas halladas en el cometa procedente de Marte que habia aterrizado hacia cuatro anos. Era evidente que aquel tipo estaba obsesionado, y David no le presto atencion mientras seguia hablando de unos resultados secretos.
«?Tendran pensado hacerle la autopsia? ?Se la habran hecho ya?».
Cuando llegaron a las inmediaciones del Instituto Karolinska, el taxista le pregunto la direccion exacta.
– Medicina Forense -contesto David.
El conductor se quedo mirandolo.
– ?Trabaja alli?
– No.
– Mejor para usted.
– ?Y eso?
El taxista meneo la cabeza y, con el tono de quien esta revelando un secreto, dijo:
– Digamos que… buena parte de esa gente esta bastante pirada.
Cuando David se bajo del vehiculo junto a un edificio de ladrillo bastante anodino, el taxista le guino el ojo.
– Suerte… -le deseo antes de marcharse.
Se dirigio a recepcion y explico el motivo de su visita. La recepcionista, que, por cierto, parecia no tener ni idea de lo que le estaba hablando, tuvo que hacer varias llamadas hasta que al final dio con la persona indicada, y le pidio a Zetterberg que se sentara y esperase.
En la sala de espera solo habia dos sillas con la tapiceria ribeteada. El se ahogaba en aquel ambiente, y justo cuando estaba a punto de levantarse y salir a esperar al aparcamiento, aparecio alguien a traves de las puertas de cristal que daban a la parte interior.
David, sin pensar en ello, habia esperado que apareciera un tipo de dos metros con la bata manchada de sangre, pero salio a recibirle una mujer menuda de unos cincuenta anos, con el cabello corto y cubierto de canas, y los ojos azules protegidos detras de unas gafas enormes. Ni siquiera habia una mancha de sangre en la bata blanca. Ella le tendio la mano.
– Hola. Soy Elisabeth Simonsson.
David le estrecho la mano. El apreton fue fuerte y seco.
– David. Yo… Eva Zetterberg es mi mujer.
– Si. Lo entiendo. Siento la…
– ?Esta aqui?
– Si.
Pese a su determinacion, a David le puso nervioso la mirada inquisitiva que le echo aquella mujer, como si buscara en sus entranas las huellas de un crimen. El se cruzo los brazos sobre el pecho para protegerse.
– Me gustaria verla.
– Lo siento. Entiendo como se siente, pero no puede ser.
– ?Y eso por que?
– Porque estamos… examinandola.
El hizo una mueca. Habia advertido la brevisima pausa antes de pronunciar la palabra «examinandola». Ella habia pensado decir otra cosa. El cerro el puno y dijo:
– ?No pueden hacer esto!
Elisabeth ladeo la cabeza.
– ?El que? ?A que se refiere?
Zetterberg estiro los brazos hacia la puerta por la que ella habia salido, hacia las salas.
– ?Joder, que no podeis hacerle la autopsia a alguien que
Ella parpadeo, y despues hizo algo que sorprendio a David. Se echo a reir. Aquella cara pequena quedo surcada por una red de arrugas causadas por la risa que enseguida desaparecieron. La mujer agito la mano.
– Perdona -se disculpo; echo las gafas hacia atras y continuo-: Comprendo que estes… pero no tienes que preocuparte por eso.
– No, ?que es lo que haceis entonces?
– Pues lo que te he dicho. La estamos examinando.
– Pero ?por que lo haceis
– Porque… yo, por ejemplo, soy toxicologa forense, es decir, que estoy especializada en la deteccion de sustancias extranas en los cuerpos muertos. Nosotros la estudiamos bajo el supuesto de que, digamos que… se haya introducido algo que no deberia estar ahi. Exactamente igual que lo hacemos cuando sospechamos que puede tratarse de un asesinato.
– Pero vosotros… vosotros aqui cortais a la gente, ?no?
La mujer arrugo la nariz ante esa descripcion de su lugar de trabajo, pero asintio y dijo:
– Si, lo hacemos. Porque tenemos que hacerlo. Pero en este caso… nosotros disponemos de instrumentos que no hay en ningun otro sitio. Que pueden usarse tambien cuando no… cortamos a la gente.
David se sento en la silla, apoyo la cara en las manos. Sustancias extranas…