cuarto de bano y le desvistio. Pronto se acostumbraria. Pronto desapareceria la sensacion de extraneza.

La piel del nino era de color verde oscuro, aceitunada, y parecia fina, puesto que Mahler podia ver con claridad las venas por debajo de ella. Tenia el tronco cubierto de pequenas ampollas llenas de liquido, como si tuviera la varicela. Ojala pudiera expulsar aquellos gases que le hinchaban tanto la tripa. Eso haria que Elias pareciera menos monstruoso, seria posible mirarlo como si… como si hubiera sufrido quemaduras o cualquier otra cosa.

La cara de Elias permanecio inmovil mientras le quitaba la ropa. Mahler no sabia si veia algo. Sus ojos asomaban solo como dos gotas de resina seca bajo los parpados caidos.

Mahler lo coloco con cuidado dentro de la banera. El pequeno no protesto. Cuando el agua se cerro alrededor de su cuerpo, el expulso un eructo de aire podrido. Lleno de agua el vaso del cepillo de dientes y se lo acerco a los labios. Como Elias no hizo ningun movimiento para beber, Mahler volco el vaso de manera que cayera algo de agua dentro de la boca. Volvio a salir.

Entonces el periodista recordo algo. Algo que habia leido sobre Haiti, acerca de lo que necesitan los muertos que resucitan.

Tuvo que controlar el impulso de ir hasta la estanteria y comprobarlo, no podia dejar a Elias solo en la banera. Con una esponja le lavo minuciosamente todas las partes del cuerpo. Lo peor eran los dedos de las manos y de los pies, y el pene. Tenian el color azul oscuro de la gangrena y carecian absolutamente de vida.

Por ultimo le lavo la cabeza. Mientras le frotaba el champu por el pelo, cerro los ojos y pudo fingir por un momento. No notaba ninguna diferencia en comparacion con cuando antes le lavaba la cabeza a Elias. Pero en el momento en que abrio los ojos para aclararle, vio que se le habian quedado mechones entre los dedos.

«No, no…».

Le enjuago el cabello con una jarra, no se atrevio a secarselo por miedo a que se le cayera mas. El agua de la banera estaba marron y Mahler quito el tapon, luego lo aclaro con agua templada de la ducha.

«La tripa…, esa tripa…».

Mahler le puso a Elias la mano sobre el vientre y apreto suavemente. Como no ocurrio nada, apreto un poco mas fuerte. El vientre cedio y se oyo el burbujeo. Apreto aun mas. El burbujeo continuo, como cuando uno saca despacio el aire de un globo; del recto le salio un liquido marron claro, que fue buscando el desague de la banera, y subio un olor que obligo a Mahler a darse media vuelta, abrir la tapa del vater y vomitar.

«Esto va bien… Esto va bien…».

Si. Elias tenia ahora mejor aspecto, segun pudo constatar cuando se volvio. Su cuerpo ya no se parecia al de las victimas del hambre, pero la piel…

Mahler lo aclaro otra vez y lo saco de la banera, lo envolvio en una toalla blanca y lo llevo hasta la cama, busco un tubo de crema hidratante y le froto con cuidado cada centimetro de su cutis acartonado. Para su satisfaccion, la piel, tras un minuto, parecia igual de seca que antes. Eso queria decir que absorbia la pomada. Le volvio a untar el cuerpo con crema una y otra vez, hasta que vacio el contenido del tubo.

Cuando pellizco un trozo de piel de Elias entre el indice y el pulgar, noto que estaba menos dura que antes. Menos como cuero, mas como goma. Pero igual de reseca. Tendria que comprar mas crema.

El trabajo le proporciono un poco de alivio. Conseguir que su piel fuera mas suave era lo primero que el habia podido hacer por Elias, la unica mejoria que habia conseguido.

«Haiti…».

No tuvo necesidad de leerlo; lo recordo.

Fue a la cocina y lleno un vaso con agua hasta la mitad, luego anadio una cucharadita de sal y lo removio hasta que se deshizo la sal. La probo. Saladisima. Lleno el vaso de agua, lo movio y volvio a probarlo. Tiro la mitad y volvio a echar agua. Si. Ahora sabia mas o menos como el agua del mar.

Al entrar en la habitacion, le asalto la duda. A los enfermos graves solian darles glucosa, suero glucosado. El solo podia apoyarse en la mitologia para justificar su decision.

«De todas formas, esto no puede ser… peligroso, ?verdad?».

La llama vital de Elias era terriblemente debil. Parecia como si no hiciera falta mucho para que se apagara totalmente. ?Un trago de agua salada no iria a…?

Se quedo sentado en el borde de la cama con el vaso de agua en la mano.

Haiti era el unico lugar del mundo donde estaba extendida la creencia en los zombis. Y lo que necesitan los muertos cuando vuelven al mundo de los vivos es agua de mar. En toda mitologia hay algo de verdad, si no no habria sobrevivido. Asi pues…

Coloco la mano detras de la cabeza de Elias y se le mojo con el pelo cuando lo levanto, lo sento y le acerco el vaso a los labios, lo inclino y dejo caer dentro un poco de agua. La garganta del pequeno se movio hacia arriba con un pequeno espasmo. Y hacia abajo. Trago.

Mahler tuvo que dejar el vaso en la mesilla para coger a su nieto en brazos. Debio contenerse para no darle un abrazo de oso que pudiera lastimar alguna parte de su fragil cuerpo.

– Tu puedes, pequeno. ?Tu puedes!

Elias ni se movio, su cuerpo seguia tan rigido como antes, pero habia hecho algo. Habia bebido.

Quiza la alegria de Mahler no residia tanto en la senal de vida de su nieto como en el hecho de que el podia hacer algo por el nino. No tenia que quedarse de brazos cruzados mirandolo. Podia ponerle crema en la piel, podia darle de beber. Quiza habia mas cosas que el podia hacer, pero eso el tiempo lo diria. Ahora…

Animado por el exito, volvio a coger el vaso, se lo acerco a la boca, pero lo vertio demasiado rapido, y se le escurrio. La garganta ni se movio.

– Espera… Espera…

Gustav fue corriendo a la cocina, rebusco en el cajon de las medicinas una jeringa de plastico que le habian dado en la farmacia junto con el frasco de paracetamol liquido que compro una vez que Elias tuvo fiebre. Lleno la inyeccion con agua salada del vaso, e introdujo con cuidado un centilitro entre los labios de Elias. Este bebio. Mahler continuo hasta que la inyeccion quedo vacia. Entonces la volvio a llenar. Diez minutos despues, Elias se habia bebido todo el vaso y Mahler volvio a recostar la cabeza mojada de su nieto sobre las almohadas.

No se habia producido ningun cambio visible, pero solo el hecho de que Elias, segun parecia ahora, tuviera una voluntad, o al menos un impulso de asimilar algo de fuera…

Mahler le arropo en la cama, luego se tumbo a su lado.

Elias seguia oliendo mal, pero el bano se habia llevado lo peor de la pestilencia. Ademas, el hedor se mezclaba ahora con el olor a jabon y a champu. Mahler giro la cabeza sobre la almohada y entorno los ojos, trato de ver a su nieto, pero fue imposible. Su perfil suave aparecia completamente cambiado por aquellos pomulos prominentes, la nariz hundida, los labios.

«No esta muerto. Vive. Se pondra bien…».

Mahler se quedo dormido.

* * *

En el despertador de la mesilla eran las diez y media cuando le desperto el telefono. Lo primero que penso fue: «?Anna!».

No habia hablado con ella; quiza habia ido ya al cementerio. Echo una mirada rapida a Elias, que seguia como el lo habia dejado, luego cogio el telefono.

– Si, soy Mahler.

– Soy yo, Anna.

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