perpetua.

?Y el moral? ?Cuantos golpes dara la cola, rey Minos?

El camino del parque por el que iba torcia mas adelante, donde empezaba el bosque. Tenia que ser el bosque que habia visto en el mapa. La botella y el cuchillo golpeaban el uno contra el otro. Intento llevar la bolsa de modo que no sonaran.

Una nina aparecio en la calle delante de el. Una nina de unos ocho anos de vuelta a casa despues de la escuela con la cartera golpeandole la cadera.

?No! ?Nunca!

Ahi estaba el limite. Una nina tan pequena, no. Preferible el mismo, hasta que cayera muerto. La nina iba cantando algo. Acelero el paso para acercarse, para poder escucharla.

Pequeno rayo de sol que entras

por la ventana en mi casa…

?Todavia cantaban los ninos esa cancion? La nina tal vez tenia una profesora mayor. Que bien que esa cancion todavia existiera. Le habria gustado acercarse mas para oirla mejor, si, tan cerca como para sentir el olor de su pelo.

Camino mas despacio. Nada de liarla. La nina dejo la calle, continuo por un sendero hacia el bosque. Probablemente vivia en las casas que habia al otro lado. Que los padres se atrevieran a dejarla ir asi, totalmente sola. Tan pequena.

Se detuvo, dejo que la nina aumentara la distancia y desapareciera en el bosque.

Ahora sigue, pequena. No te entretengas jugando en el bosque. Espero cosa de un minuto, escuchando a un pinzon que cantaba en un arbol proximo. Luego siguio tras la nina.

Oskar iba de vuelta a casa despues de la escuela; muy abatido. Siempre se sentia peor cuando conseguia evitar el castigo de esamanera: haciendo de cerdo, o de cualquier otra cosa. Peor que si le hubieran dado una paliza. Lo sabia y, sin embargo, no era capaz de aceptar el castigo cuando este se avecinaba. Preferia rebajarse a lo que fuera. Ningun orgullo.

Robin Hood y el Hombre Arana tenian orgullo. Cuando Sir John o el Doctor Octopus los tenian arrinconados, ellos desafiaban al miedo, aunque no hubiera posibilidad de escapar.

Pero ?que sabia realmente el Hombre Arana? Como ya se sabe, conseguia escapar siempre, aunque fuera imposible. Era un personaje de comic que tenia que sobrevivir para el siguiente numero. El tenia sus fuerzas de Hombre Arana; Oskar, su grunido. Cualquier cosa con tal de sobrevivir.

Necesitaba consolarse. Habia pasado un dia terrible y ahora iba a tener un poco de compensacion. Aun a riesgo de encontrarse con Jonny y Micke camino hasta el centro de Blackeberg, hasta el Sabis. Subio arrastrando los pies por la vereda zigzagueante en lugar de subir por las escaleras, se relajo. Lo importante era estar tranquilo, no sudar.

Ya le habian pillado una vez robando en Konsum, el ano pasado. El guardia de seguridad queria llamar a su madre, pero estaba en el trabajo y Oskar no sabia su numero, no, no. Paso una semana angustiado cada vez que sonaba el telefono. Sin embargo, en lugar de eso llego una carta dirigida a su madre.

Idiotas. En el sobre ponia incluso «Comisaria de Policia de Estocolmo», y naturalmente Oskar lo abrio, leyo sus delitos, falsifico la firma de su madre y despues envio la carta de nuevo para confirmar que la habia leido. Cobarde puede, pero no tonto.

Y lo de cobarde… ?Era de cobardes lo que estaba haciendo ahora? Llenandose los bolsillos de la cazadora con Dajm, Japp, Coco y Bounty para terminar con una bolsa de cochecitos entre la cinturilla del pantalon y el estomago; fue a la caja y pago por un chupa chups de Dumle.

Volvio a casa con la cabeza alta y el paso ligero. No era el Cerdo al que todos podian patear, era el jefe de los ladrones que desafiaba los peligros para sobrevivir. Podia enganarlos a todos.

Cuando cruzo el arco de entrada al patio se sintio seguro. Ninguno de sus enemigos vivia alli, un circulo irregular dentro del circulo mas amplio que era la calle Ibsen. Una doble fortificacion. Alli estaba seguro. En ese patio no le habia pasado nada malo de verdad. Casi nada.

Alli habia crecido y alli habia tenido amigos antes de empezar la escuela. Fue en quinto cuando comenzo a sentirse rechazado en serio. A finales de ese curso se convirtio en el saco de los golpes de todos sus companeros, y aquello se extendio incluso a otros chicos que no iban a su clase. Llamaban cada vez menos para preguntarle si queria salir a jugar.

Fue tambien durante ese periodo cuando empezo con su cuaderno de recortes, al que ahora acudia de nuevo, para entretenerse.

– ?JIIINNN!

Se oyo un zumbido y algo le golpeo los pies. Un coche teledirigido de color granate echo marcha atras, dio la vuelta y subio por la cuesta en direccion a su portal a toda velocidad. Detras de los espinos, a la derecha del arco, aparecio Tommy con una larga antena que salia de su estomago, chuleando un poco.

– Te ha sorprendido, ?eh?

– Que rapido va.

– Si. Te lo vendo.

– ?Por cuanto…?

– Trescientas coronas.

– No. No las tengo.

Tommy le hizo una senal con el indice para que se acercara, dio la vuelta al coche en la cuesta y lo condujo hacia abajo a velocidad de rally, lo paro con un derrape delante de sus pies, lo cogio y, haciendole una caricia, dijo en voz baja:

– Cuesta novecientas en la tienda.

– Seguro.

Tommy miro el coche, examino a Oskar de arriba abajo.

– ?Doscientas entonces? Es totalmente nuevo, ya ves.

– Si, es muy bonito, pero…

– ?Pero?

– Nada.

Tommy asintio, puso el coche en el suelo y lo dirigio entre los arbustos de manera que las ruedas grandes y estriadas chirriaron, dio una vuelta al tendedero de las alfombras y otra vez cuesta abajo.

– ?Me dejas probarlo?

Tommy miro a Oskar como para decidir si era o no digno de ello, le tendio el mando a distancia senalando el labio superior.

– Te han pegado, ?no? Tienes sangre. Aqui.

Oskar se paso el indice por el labio, algunas particulas de color marron se le quedaron pegadas.

– No, es solo…

Mejor no contarlo. No servia para nada. Tommy era tres anos mayor. Duro. Solo diria algo sobre que hay que devolverla y Oskar contestaria que «claro», y el unico resultado seria que descenderia aun mas en el aprecio de Tommy.

Oskar manejo el coche un poco, luego miro mientras Tommy lo dirigia. Le habria gustado tener doscientas coronas en efectivo y que pudieran hacer un negocioTommy y el. Algo en comun. Se metio las manos en los bolsillos y toco las golosinas.

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