– ?Comerciais con los habitantes de Cnoc Ame?
– No, solo con la abadia.
– Eso reduce mucho vuestro beneficio -dijo Fidelma con una sonrisa-. Debeis comerciar mucho con la abadia para hacer tantas visitas y pasar tanto tiempo aqui.
Samradan la miro sin tenerlas todas consigo.
– Me refiero a que solo comercio con la abadia por esta zona. Tambien tengo trato con las abadias de Cill Dalua, al norte de aqui, y al sur con Lios Mhor. En los ultimos meses he llegado a comerciar incluso con la abadia de Armagh, que queda mas al norte todavia. Fue un viaje dificil. Aun asi, lo he realizado dos veces en los dos ultimos meses.
– ?Que clase de mercancia ofreceis?
– Sobre todo cambiamos maiz y cebada por lana. En los aledanos de Cill Dalua hay excelentes curtidores y peleteros, por lo que compramos chaquetas, recipientes de cuero, calzado y otros objetos, y bajamos al sur para venderlos.
– Fascinante. ?Comerciais con metalisteria?
Samradan dijo, sin dar mucha importancia:
– Es una labor pesada para los caballos. Los objetos de metal aumentan demasiado la carga de los carros, lo cual nos obliga a desplazarnos despacio. Ya hay suficientes buenos herreros y forjas por todo el pais.
– De modo que no tratais en metales como la plata. Al sur de aqui hay minas de plata y de otros metales preciosos.
Samradan movio la cabeza con vehemencia, citando un antiguo proverbio:
– «Sea bueno o sea malo el negocio, la experiencia hace habil el oficio.» Yo solamente me dedico al comercio que conozco, y no conozco el de la plata.
– Teneis toda la razon -concedio Fidelma con complacencia-. Un negocio que no se conoce bien puede ser perjudicial en los beneficios. Tengo entendido que no hace mucho que vivis en Cashel.
– Desde hace solo tres anos.
– Y antes de vivir en Cashel, ?desde donde llevabais vuestro negocio?
A Fidelma le parecio ver un destello furtivo en la mirada del mercader.
– Desde la region de Coreo Baiscinn.
– ?Vuestra tierra natal? -apuro Fidelma.
Samradan alzo el menton como reaccion instintiva de desafio.
– Asi es.
Su confirmacion fue un reto, pero Fidelma no dijo nada mas.
Al prolongarse el silencio, el mercader se aclaro la garganta con un carraspeo para llamar la atencion.
– ?Se os ofrece algo mas? -pregunto.
Fidelma volvio a sonreirle, como si ya hubiera quedado claro y el hombre no lo hubiera entendido.
– Si, claro, aunque cuando llegueis a Cashel, puede que os interroguen sobre este horrible suceso. Podeis decir que habeis hablado conmigo. Aun asi, es posible que los
– ?Para que iban a interrogarme a mi? -pregunto Samradan, sobresaltado.
– Por lo que os he dicho: los asesinos se sirvieron de vuestro almacen. Nadie os acusa de nada, pero es normal que se os interrogue por ello. Decidles que hablasteis conmigo. Que no sabeis nada del asunto.
El mercader parecia incomodo.
– No tengo pensado regresar a Cashel hasta dentro de unos dias, senora -murmuro-. Antes ire a la region de los Arada Cliach por negocios. Mi intencion era partir manana al despuntar el dia.
– En tal caso os deseo un buen viaje -se despidio Fidelma, y luego hizo una sena para indicarle a Eadulf que la siguiera.
– ?Que significa todo eso? -le pregunto cuando ya no podian oirles.
Fidelma lo miro con cierta censura.
– Lo que parecia -le respondio-. Solo queria saber quien era ese tal Samradan.
– ?Y estais contenta de saber que no es mas que quien dice ser?
– No.
A Eadulf le desconcerto aquella respuesta enigmatica, y Fidelma vio su gesto de turbacion.
– Puede que Samradan sea quien dice ser, pero reconoce que es oriundo de Coreo Baiscinn -apunto Fidelma.
– Nunca he oido hablar de ese lugar -dijo Eadulf-. ?Encierra algun significado?
– Es uno de los pueblos bajo el senorio de los Ui Fidgente y tambien afirman ser descendientes de Cas.
– Por lo que podria estar involucrado en la conspiracion -sugirio Eadulf.
– No me fio de el. Sin embargo, si estuviera implicado en una conspiracion, no se si tendria algo que ver con los Ui Fidgente. No ha reconocido de buenas a primeras que era de Coreo Baiscinn. Y es mejor recelar que no.
Eadulf no dijo nada.
Encontraron al hermano Madagan en la entrada de la abadia, hablando con el abad.
– ?Habeis llegado a alguna conclusion? -pregunto este a Fidelma.
– Es demasiado pronto para sacar conclusiones -le contesto, devolviendo al hermano Madagan la llave de la celda del hermano Mochta.
El abad Segdae todavia parecia inquieto.
– Supongo que estaba esperando un milagro. Pero al menos se ha recuperado una de las Santas Reliquias de Ailbe, el crucifijo.
Fidelma puso la mano sobre el brazo del abad para reconfortarlo. Deseaba poder hacer algo mas para alentar a aquel viejo amigo, que tanto habia apoyado a su familia.
– No os preocupeis demasiado, Segdae. Si este asunto puede resolverse, lo resolveremos.
– ?Puedo hacer algo mas para ayudaros antes de regresar a mis quehaceres? -se ofrecio el hermano Madagan.
– Os lo agradezco, pero por el momento no. El hermano Eadulf y yo iremos al pueblo y puede que tardemos en volver -dijo, e hizo una pausa-. Por cierto, dijisteis que en las habitaciones contiguas a la del hermano Mochta habia alguien, ?verdad? ?Donde podemos encontrar a los ocupantes?
El hermano Madagan alzo la vista sobre el hombro de Fidelma, hacia las puertas abiertas de la abadia.
– Sois afortunada: por ahi vienen los dos hermanos por los que me preguntais.
Eadulf y Fidelma se dieron la vuelta y vieron a dos religiosos que se acercaban a las puertas; uno de ellos empujaba una carretilla repleta de hierbas y plantas que, evidentemente, habian estado recogiendo aquella manana.
Al ir hacia la entrada al encuentro de los dos monjes, Eadulf pregunto en voz baja a Fidelma:
– ?No habria sido un detalle por nuestra parte informarles de la conclusion a la que hemos llegado hasta ahora?
– ?Conclusion? -se extrano Fidelma, levantando una ceja-. No creo que hayamos llegado a ninguna conclusion.
Eadulf hizo un movimiento con la mano para expresar su confusion.
– Creia que habiamos quedado en que el hermano Mochta habia desordenado a proposito su cuarto para despertar falsas sospechas.
Fidelma le lanzo una mirada de reprobacion.
– Nos reservaremos cuanto hayamos descubierto hasta que podamos encontrarle cierta logica. ?Que sentido tiene revelar lo que sabemos? Podria llegar a oidos de los conspiradores, quienesquiera que sean, y, en consecuencia, tratarian de eliminar todas las huellas. No diremos nada mas al respecto hasta que llegue el momento oportuno.
Miro hacia delante y grito a los dos hombres:
– Buenos dias, hermanos. Soy Fidelma de Cashel.
Al saludarla dieron a entender que ya habian oido hablar de ella. Al parecer, la noticia de su llegada habia corrido rapidamente de boca en boca.
– Segun me han dicho, dormis en las habitaciones contiguas a las del hermano Mochta.