No obtuvo respuesta. Eadulf presto atencion al cuero de las sandalias restallando a cada paso sobre las losas de granito del corredor, el ruido de una puerta lejana que se cerraba y el sonido aspero de unos cerrojos de hierro al correrse.

Eadulf se aparto de la puerta. Al quedar solo otra vez, volvio a invadirlo una pavorosa desesperacion. Podia ocultar sus sentimientos a Forbassach, pero no podia hacerlo consigo mismo. Volvio a acercarse a la ventana y miro a la horca del patio. El cuerpo del hermano Ibar ya apenas oscilaba de la soga. Las piernas ya no daban sacudidas. Ya era un cuerpo sin vida. Eadulf intento pronunciar una oracion, pero no consiguio articular una sola palabra. Tenia la boca seca, la lengua hinchada. Al dia siguiente al mediodia el mismo penderia de aquella soga. Y nada podria impedirlo.

* * *

Fearna, el gran lugar de los alisos, era la poblacion principal de los Ui Cheinnselaigh, la dinastia real del reino de Laigin. El pueblo se alzaba sobre la ladera de una colina, alli donde dos valles atravesados por dos grandes rios convergian formando los dos brazos de una gran bifurcacion en un unico y vasto valle donde los afluentes tambien confluian en una sola corriente, hacia el sur primero, hacia el este despues, hasta el mar.

Tras pasar la noche en la posada de Morca, Fidelma y sus companeros habian cruzado el ancho rio Slaney por un vado, para seguir por un camino entre este y el rio Bann, en cuyas colinas se erguia la capital de los reyes de Laigin. Su llegada entre la extension de edificios de piedra y madera paso inadvertida, pues muchos viajeros, mercaderes y vendedores, asi como emisarios de otros reinos, iban y venian regularmente. La presencia de extranjeros era tan frecuente en el municipio que no suscitaba comentarios.

Dos complejos de edificios dominaban Fearna. Sobre un pequeno promontorio de la colina se erguia la fortaleza, bastion de los reyes de Laigin. Era grande, aunque poco espectacular: una ciudadela circular como tantas de las que habia en los cinco reinos de Eireann. Curiosamente, el edificio que mas dominaba la ciudad era la abadia de Maedoc, un complejo de granito gris sobre la orilla del rio Bann. Tenia incluso embarcadero propio, uno pequeno en el que atracaban los barcos procedentes de los poblados a lo largo del rio para comerciar con la abadia.

No resultaba disparatado creer a primera vista que la abadia era la ciudadela de los reyes de Laigin. Pese a no tener mas de cincuenta anos de antiguedad, parecia haber estado alli desde hacia siglos, pues una enrarecida atmosfera decadente y tenebrosa la envolvia. Mas parecia una fortaleza que una abadia y, por si fuera poco, irradiaba un halo funesto.

Cuando el rey Brandubh decidiera construir la abadia para su mentor cristiano y sus discipulos, el viejo rey habia decretado que habria de ser, asimismo, el edificio mas imponente de su reino. Sin embargo, en vez de ser un lugar destinado al culto y la dicha -como era propio de un edificio religioso- se edifico una mole sobrecogedora y hostil, que parecia una siniestra llaga en medio de la ciudad.

Apenas hacia cincuenta anos que los reyes de Laigin se habian convertido a la fe cristiana cuando Brandubh habia accedido a ser bautizado por el santisimo Aidan, un hombre de Breifne que acabo estableciendose en Fearna. El pueblo de Laigin llamaba a Aidan por el nombre de Maedoc, apelativo carinoso derivado de su nombre y que significaba «pequeno fuego». El santisimo Maedoc habia fallecido cuarenta anos atras. De todos era sabido que la comunidad conservaba con celo sus reliquias en la abadia.

Al acceder al centro del municipio, Fidelma escruto el edificio con ojo critico, pues era muy distinto de las moradas religiosas que conocia. Se sintio culpable por pensar aquello, pues sabia que el santisimo Maedoc era amado y respetado en toda la region. Con todo, ella consideraba que la religion debia ser algo alegre y no opresivo.

Dego senalo el camino que ascendia a la fortaleza de Fianamail, ya que habia estado antes en Fearna. Con resolucion, el joven guerrero encabezo la comitiva pendiente arriba y, al llegar a las puertas, se detuvo para ordenar al guardia que llamara a su comandante. Casi al instante aparecio un soldado, que fruncio el ceno al reconocer a Dego y sus companeros como hombres al servicio del rey de Cashel. Al ver que aquel no sabia que hacer, Fidelma avanzo con su caballo.

– Llamad a vuestro administrador -le aconsejo-. Decidle al rechtaire que esta aqui Fidelma de Cashel y que solicita audiencia a Fianamail.

Al reconocer el rango de la joven monja que pedia acceso a la fortaleza, el comandante se sobresalto. Luego hizo una breve y rigida reverencia, para dar luego media vuelta abruptamente y mandar a uno de sus hombres a buscar al rechtaire, o administrador de la casa del rey. Con buenas maneras pregunto si Fidelma y su sequito querian desmontar y ponerse al abrigo del cuarto de guardia. Chasqueo los dedos, y dos mozos de cuadra acudieron corriendo para ocuparse de los caballos, mientras Fidelma y sus companeros entraban en una sala donde ardia un fuego crepitante. La recepcion no habia sido entusiasta, pero todo se habia hecho con la minima cortesia que las leyes de la hospitalidad requerian.

El administrador de la casa del rey llego a los pocos instantes, apresurado.

– ?Fidelma de Cashel?

Era un hombre mayor de cabello plateado y cuidadosamente cepillado. Su aspecto y su ropa ya indicaban que era escrupuloso en el arreglo personal y meticuloso en el protocolo de la corte. Portaba una cadena de plata de oficio.

– Se me ha comunicado que solicitais una audiencia con el rey, ?es asi? -anadio.

– Asi es -respondio Fidelma-. Se trata de un asunto de cierta urgencia.

El hombre mantuvo el gesto grave.

– Estoy seguro de que se os podra conceder. Quiza vos y… -se interrumpio, parpadeando al dirigir la vista hacia Dego, Aidan y Enda -… vuestra escolta querais lavaros y descansar mientras dispongo lo necesario.

– Preferiria que la audiencia fuera concedida de inmediato -objeto Fidelma para sorpresa del administrador, que parpadeo varias veces-. Hemos descansado durante el viaje, que de hecho emprendimos para tratar aqui un apremiante asunto de vida o muerte. Y no empleo estas palabras con ligereza…

El hombre vacilo y trato de explicar:

– No es habitual que…

– Este asunto tampoco es nada habitual -lo interrumpio a su vez Fidelma con firmeza.

– Sois hermana del rey de Muman, senora. Y sois tambien monja, y vuestra reputacion como dalaigh no es desconocida en Fearna. ?Me permitis que os pregunte en cual de las tres cualidades habeis venido aqui? El rey siempre atiende gustoso a visitantes de las tierras vecinas, sobre todo a la hermana de Colgu de Cashel…

Fidelma le hizo callar de golpe con un brusco ademan. No necesitaba halagos para camuflar su pregunta.

– No estoy aqui como hermana del rey de Muman, sino como dalaigh de los tribunales con categoria de anruth -anuncio Fidelma en un tono frio y admonitorio.

El administrador levanto el brazo haciendo un extrano movimiento que parecia indicar aquiescencia.

– En tal caso, si sois tan amable de esperar, ire a ver si el rey gusta de recibiros.

El administrador hizo esperar a Fidelma veinte minutos. El capitan de la guardia, al que habian ordenado esperar con ellos de pie, estaba cada vez mas incomodo, y empezo a restregar los pies contra el suelo cuando empezo a pasar el tiempo. Aunque Fidelma estaba enfadada, sentia lastima por el. Al cabo de un rato, cuando el hombre carraspeo y empezo a disculparse, ella le sonrio y le dijo que la culpa no era suya.

Cuando el administrador al fin volvio a aparecer, tambien revelo su incomodidad por haber tardado tanto en comunicar la peticion al rey y volver con la respuesta.

– Fianamail ha expresado que os recibira con gusto -anuncio el viejo, bajando la vista ante la impaciente mirada de Fidelma-. Si sois tan amable de seguirme… -Vacilo un momento y miro a Dego-. Vuestros companeros tendran que esperaros aqui, por supuesto.

– Por supuesto -repitio ella bruscamente.

Cruzo miradas con Dego sin necesidad de decirle nada. El joven guerrero inclino la cabeza al comprender la orden tacita.

– Aguardaremos mientras regresais sana y salva, senora -dijo en voz baja, poniendo un leve enfasis al decir «sana y salva».

Fidelma siguio al anciano administrador a traves de un patio enlosado y por el interior de los edificios

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