camino entero de Moville a Ardmore con vos, ?por que iba a detenerse alli?

Crella se encogio de hombros con un movimiento rapido y nervioso.

– ?Quien sabe? Quiza temia hacerse al mar o se canso de nuestra compania.

El instinto le decia a Fidelma que sor Crella no se creia los motivos que sugeria. Decidio no insistir en el asunto para centrarse en la desaparicion de Muirgel.

– ?Cuando visteis a vuestra prima por ultima vez?

– Al poco de empezar la tormenta. No sabria decir que hora era. Ya habia oscurecido bastante. Pase a verla por si queria que le llevara algo que aliviara su malestar. O por si queria que me trasladara a su camarote, pues ya sabia que sor Canair no estaba a bordo.

– ?Y accedio?

– ?Si accedio a que?

Sor Crella no comprendio que le preguntaba Fidelma.

– ?Accedio Muirgel a que os trasladarais a su camarote?

La muchacha tuvo un instante de duda y luego movio la cabeza.

– No, no quiso. Dijo que preferia estar sola.

– ?Os sorprendio la respuesta? -se apresuro a preguntar.

Sor Crella se ruborizo y reflexiono un momento, como si quisiera poner cuidado en la respuesta.

– Somos chicas jovenes. A veces es… inconveniente compartir habitacion o camarote.

Fidelma considero la respuesta y decidio no continuar por ese camino en aquel momento. No tardaria en averiguar si el recelo evidente de Crella era o no acertado. Pero que Muirgel estuviera esperando compania masculina durante la tormenta no encajaba con su malestar.

– ?Como se encontraba sor Muirgel cuando la visteis? -pregunto.

– Todavia estaba mareada y debil. Nunca la habia visto tan afectada por un mareo.

– ?Habia viajado por mar otras veces?

– Hemos hecho varios viajes a Iona, pero Muirgel no se mareo ni una sola vez.

– Vuestro camarote esta al lado del suyo, ?verdad?

– Asi es.

– Pero no fuisteis a ver como se encontraba cuando se desato la tormenta.

– Es que tenia miedo.

– Imaginaos como se sentiria ella, mareada como estaba.

– Yo misma estaba mareada -se quejo Crella-. ?Insinuais que debi haberme levantado para intentar llegar a su camarote? ?Que podria haber evitado que subiera a cubierta y que una ola se la llevara? -pregunto en un creciente tono quejumbroso.

– No, no insinuo tal cosa. Ya juzgar por lo que decis, creo que sospechais que Muirgel no estaba tan mal como ella decia y que, sin duda, esperaba a alguien.

Crella levanto la barbilla como si fuera a negarlo. Pero luego agacho la cabeza y se quedo callada.

– ?Sabeis quienes eran los amigos de Muirgel? ?Estais segura de que el hermano Bairne no era uno de ellos?

– ?Bairne? -respondio Crella con una risa forzada-. Ya os he dicho que seria la ultima persona en quien Muirgel se habria interesado. Uno era… -vacilo.

– ?Si? -la insto Fidelma.

– Bueno, el hermano Cian es amigo vuestro…

Esta vez fue Fidelma quien se ruborizo.

– ?No lo es! Lo conoci hace diez anos en Tara y no lo habia visto desde entonces, hasta que puse los pies en este barco. Da lo mismo. ?Deciais de Cian?

– Cian tenia cierta fama en Moville. Pocas son las mujeres en edad de merecer a las que Cian no haya convencido de compartir su cama; desde pimpollos papanatas como Gorman hasta mujeres mas maduras como mi prima. Pero tengo la impresion de que Muirgel tenia pensado acabar su relacion con Cian antes de salir de la abadia. Empezo a mostrarse reservada, lo cual era raro en ella.

A Fidelma no le sorprendio que los puntos flacos de Cian salieran a la luz.

– ?Habia alguien a quien Muirgel temiera? -pregunto.

Sor Crella nego con la cabeza y miro a Fidelma con curiosidad.

– ?Que tienen que ver estas preguntas con la investigacion sobre como cayo al agua Muirgel? No lo entiendo.

Fidelma sabia que habia ido demasiado lejos y que habia empezado a suscitar sospechas en la mente de la joven, asi que dio otro rumbo a las preguntas.

– Solo queria informacion de sor Muirgel, nada mas. En lo que a vos respecta, permanecisteis en vuestro camarote hasta el dia siguiente.

– Mi intencion era pasar a verla esta manana, pero al amanecer el hermano Cian ha entrado en nuestro camarote diciendo que queria comprobar que todos estaban bien. El muy arrogante… -Crella se contuvo-. Se ha puesto al mando de nuestro grupo y se cree en el deber de guiarnos como si fueramos sus ovejas descarriadas.

Fidelma se inclino un poco hacia delante.

– Asi que Cian entro para supervisar… Y fue al amanecer. ?Que ocurrio luego?

– Poco despues de haberse ido volvio para decirme que Muirgel no estaba en su camarote y que iba a dar la voz de alarma al capitan.

– ?Que tipo de caracter tenia Muirgel?

– ?Creeis que eso es relevante?

– Solo quiero entender que la movio a salir del camarote y subir a cubierta pese a encontrarse tan mal.

– El pavor, supongo -respondio Crella-. Yo llegue a pensar en algun momento que el barco se iria a pique por el modo en que se movia arriba y abajo. En ninguno de los viajes a Iona habiamos encontrado nunca tan mala mar.

– ?Cuantas veces habeis cruzado el estrecho de Iona?

– Muirgel y yo llevamos recados del abad de Moville a Iona en diversas ocasiones.

– ?Y nunca se mareo entonces? Porque suele ser un estrecho azotado por las tempestades, ?verdad? Yo solamente lo atravese en una ocasion, pero comprendi que la gente lo encontrara temible, pues la furia del mar puede ser espantosa.

– No recuerdo haberla visto mareada nunca.

– Sin embargo, vos creeis que anoche el miedo se apodero de ella y que corrio a cubierta en medio de la tormenta.

– Es la unica conclusion que puede sacarse. Quiza solo quiso respirar aire fresco porque el del camarote era agobiante y estaba viciado.

Fidelma quedo en silencio un instante y anadio en voz baja:

– No me habeis dicho nada de como era Muirgel.

La respuesta de Crella fue inmediata y entusiasta.

– Era decidida y aguda. Sabia lo que queria. Quiza por eso yo seguia su ejemplo. Era a ella a quien se le ocurrian todas las ideas.

– Ya. -Fidelma se puso en pie de repente-. Habeis sido de gran ayuda, Crella… Oh, una cosa mas… ?cuando decidio Cian unirse al grupo?

Crella hizo una mueca de fastidio.

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