pretendian.

De repente me ha asaltado el pensamiento de que acaso muy pronto yo sere uno de los portadores de antorchas en su boda. Abigail tiene quince anos.

Podia haberse casado el ano pasado, pero su padre la mantuvo encerrada.

Shemayah es un hombre rico al que una cosa, y solo una, hace feliz; y es su hija Abigail.

He caminado hasta la cima de la colina. Conozco a las familias que viven detras de cada puerta. Conozco a los contados forasteros que van y vienen, uno de ellos acurrucado en un patio fuera de la casa del rabino, el otro en la azotea, donde duermen muchos incluso en invierno. Este es un pueblo cotidiano, tranquilo, que no parece guardar ningun secreto.

He bajado por la ladera opuesta de la colina hasta llegar a la fuente, y a cada uno de mis pasos se levantaba el polvo, hasta hacerme toser.

Polvo y polvo y polvo.

Gracias, Padre del Universo, porque esta noche no ha sido tan fria, no, no tan fria como podia haber sido, y envianos la lluvia en el tiempo que Tu juzgues oportuno, porque sabes que la necesitamos.

Al pasar junto a la sinagoga, he oido la fuente antes de verla.

La fuente esta casi seca, pero por ahora aun mana, y llena los dos grandes aljibes excavados en la roca en la ladera de la colina, y se dispersa en hilillos relucientes por el lecho de roca hasta el bosque lejano.

La hierba crece suave y fragante en ese lugar.

Se que en menos de una hora llegaran las mujeres, unas para llenar vasijas y otras, las mas pobres, para lavar sus ropas aqui lo mejor que puedan y ponerlas a secar sobre la roca.

Pero de momento la fuente es solo mia.

Me he quitado la vieja tunica y la he dejado en el lecho del arroyo, donde muy pronto el agua la ha empapado y oscurecido. He dejado a un lado la tunica nueva y me he acercado al estanque. Con el hueco de las manos me he lavado en el agua fria, salpicandome el pelo, la cara, el pecho, dejando que corriera por mi espalda y mis piernas. Si, arrojar los suenos como la tunica vieja, y lavarlos a conciencia. La mujer del sueno no tiene nombre ahora, ni voz, y que era aquella punzada dolorosa cuando ella reia o alargaba la mano, bueno, paso, se desvanecio como empieza a desvanecerse la noche misma, y tambien el polvo, el polvo sofocante, que ahora desaparece. Solo queda el frio.

Solo el agua.

Me he tendido en la otra orilla, frente a la sinagoga. Los pajaros han empezado a piar, y como siempre me he perdido el momento exacto. Era un juego que me gustaba, intentar oir al primer pajaro, aquellos pajaros que sabian que llegaba el sol cuando nadie mas lo sabia.

Las palmeras altas y gruesas que rodean la sinagoga descollaban sobre la masa informe de sombra. Las palmeras parecen medrar durante la sequia. No les importa que el polvo recubra todas sus ramas. Las palmeras crecen como si estuvieran acostumbradas a todas las estaciones.

El frio solo estaba en el exterior. Creo que el latido de mi corazon mantenia el calor de mi cuerpo. Luego la primera luz empezo a despuntar sobre las tinieblas lejanas y yo tome la tunica limpia y la deslice por mi cabeza. Que lujo la ropa nueva, su olor a limpio.

Me tendi de nuevo y deje vagabundear mis pensamientos. Senti la brisa antes que los arboles suspiraran con ella.

En lo alto de la colina hay una arboleda de olivos viejos a la que a veces me gusta ir solo. Pense en ella. Que bien tenderse en aquel lecho blando de hojas caidas y dormir todo el dia.

Pero no es posible, no ahora con todo el trabajo que ha de hacerse y con el pueblo cargado de nuevas preocupaciones y rumores sobre un nuevo gobernador romano que ha de venir a Judea y que, hasta que se acostumbre a nosotros, como ha ocurrido con todos los anteriores, tendra en vilo a todo el pais, de un extremo a otro.

El pais. Cuando digo el pais me refiero a Judea y tambien a Galilea. Me refiero a la Tierra Santa, la tierra de Israel, el pais de Dios. No importa que ese hombre no nos gobierne a nosotros. Gobierna sobre Judea y la Ciudad Santa en la que se alza el Templo, y por tanto bien podria ser nuestro rey en lugar de Herodes Antipas. Se entienden bien, los dos: Herodes Antipas, el rey de Galilea, y ese hombre nuevo, Poncio Pilatos, del que recelan nuestros hombres.

Y en la otra orilla del Jordan gobierna Herodes Filipo, que tambien se entiende con ellos. Y asi, el pais lleva sometido mucho, mucho tiempo, y a Antipas y Filipo les conocemos, pero de Poncio Pilatos no sabemos nada, y las pocas informaciones que tenemos sobre el son malas. ?Que puede hacer al respecto un carpintero de Nazaret? Nada, pero cuando no llueve, cuando los hombres estan ociosos e irritados y llenos de miedo, cuando la gente habla de una maldicion del Cielo que agosta la hierba, y de agravios de los romanos, y de un emperador inquieto que ha marchado al exilio en senal de duelo por un hijo envenenado, cuando todo el mundo parece agitado por la necesidad de arrimar el hombro y empujar todos a una, bueno, en un momento asi yo no puedo ir a la arboleda a pasar el dia entero durmiendo.

La luz ya habia llegado.

Una figura aparecio entre las oscuras siluetas de las casas del pueblo y corrio colina abajo hacia mi, con una mano alzada.

Mi hermano Santiago. Hermano mayor, hijo de Jose y su primera mujer, que murio antes de que Jose se casara con mi madre. Inconfundible Santiago, con su pelo largo, anudado en la nuca y que cae sobre su espalda, y sus hombros estrechos y nerviosos, y la rapidez con que llega, Santiago el Nazarita, Santiago el capataz de nuestra cuadrilla de obreros, Santiago que ahora en la vejez de Jose ejerce como cabeza de familia.

Se paro en el otro extremo de la pequena fuente, un reguero de piedras secas en su mayor parte, por cuyo centro fluye ahora la cinta brillante del agua, y pude imaginar sin esfuerzo la cara que ponia al mirarme.

Coloco el pie sobre una piedra grande y luego en otra, mientras cruzaba el arroyo hacia mi. Yo me incorpore y me puse en pie de un salto, una muestra habitual de respeto hacia mi hermano mayor.

– ?Que estas haciendo aqui? -pregunto-. ?Que pasa contigo? ?Por que siempre me haces enfadar?

No conteste.

El levanto las manos y miro los arboles y los campos en busca de una respuesta.

– ?Cuando tomaras una esposa? -pregunto-. No, no me interrumpas, no levantes la mano para hacerme callar. No voy a callarme. ?Cuando tomaras una esposa? ?Estas casado con este arroyo miserable, con su fria agua? Que vas a hacer cuando se seque, y se secara este ano, lo sabes.

Me rei sin mover los labios.

El siguio:

– Hay dos hombres de tu edad en este pueblo que no se han casado aun.

Uno esta tullido y el otro es idiota, y todo el mundo lo sabe.

Tenia razon. He cumplido ya treinta anos y no me he casado.

– ?Cuantas veces hemos hablado de esto, Santiago? -repuse.

Era hermoso contemplar como iba aumentando la luz, ver transformadas por el color las palmeras agrupadas alrededor de la sinagoga. Me parecio oir gritos lejanos, pero puede que fueran solo los sonidos habituales de un pueblo que empieza un nuevo dia.

– Dime que es lo que de verdad te preocupa esta manana -pregunte. Recogi la tunica empapada del arroyo y la extendi sobre la hierba para que se secara-. Cada ano te pareces mas a tu padre -anadi-, pero nunca has tenido su aspecto. Nunca tendras su misma paz mental.

– Naci inquieto -reconocio con un encogimiento de hombros. Miro con ansiedad hacia el pueblo-. ?Oyes eso?

– Oigo algo.

– Es la peor temporada de sequia que hemos sufrido. -Levanto los ojos al cielo-. Y hace frio, pero no lo bastante. Sabes que las cisternas estan casi vacias. El mikvah esta casi vacio. Y tu, tu eres una preocupacion continua para mi, Yeshua, una preocupacion continua. Vienes en la oscuridad aqui, al arroyo.

Subes hasta esa arboleda a la que nadie se atreve a ir…

– Te equivocas en cuanto a ese bosque. Son piedras viejas que no significan nada.

Una vieja supersticion local afirma que antiguamente en la arboleda ocurrio algo pagano y horrendo. Pero alli solo hay las ruinas de un antiguo molino de aceite, piedras que se remontan a una epoca en la que Nazaret no era aun Nazaret.

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