Y fue escuchando esta clase de conversaciones como me entere de cosas relativas al pueblo, muchas de las cuales yo queria saber, pero algunas no.
Me entere de muchas cosas por los otros ninos del pueblo, como la ciega Marya que siempre estaba en el patio de su padre, riendo y charlando, o como los chicos que venian a jugar: Simon el Tonto, que en realidad no era tonto pero que se reia todo el tiempo y era muy amable, Jason el Gordo, que si era gordo, Santiago el Orondo, Santiago el Alto, Miguel el Osado y Daniel el Fanatico, que debia su mote a que todo lo acometia hecho una furia.
Pero nadie me proporciono realmente la respuesta a las preguntas que me reconcomian. Me esforzaba por recordar las cosas que mi madre me habia dicho. Lo intentaba mientras me afanaba en mis tareas, como pulir la pata de una mesa, o cuando recorriamos el camino hasta la escuela, aunque en estas ocasiones soliamos charlar y cantar y no era facil concentrarse. En realidad si me acordaba de lo que me habia dicho, pero solo en imagenes: a mi madre se le habia aparecido un angel y ningun hombre habia sido mi padre. Mas ?que significaba semejante cosa?
Pensaba cuando tenia ocasion, pero llevabamos una vida ajetreada.
Cuando no estaba trabajando, iba a ver a los rabinos. Nunca queria marcharme de alli. El rabino Berejaiah sentia curiosidad por Alejandria y me preguntaba muchas cosas. Le gustaba oir mis relatos, lo mismo que a su esposa Miriamne, que era la rica de la pareja y no tan anciana, asi como el padre de ella, que tenia el pelo blanco, estaba a menudo por alli y nos escuchaba hablar.
Berejaiah habia leido los pergaminos regalados por mi familia y me hacia preguntas respecto a Filo. Yo le conte que era muy amable, que me habia llevado a ver la Gran Sinagoga, que estudiaba la Ley de Moises y los profetas y que hablaba de ellos como un rabino, aunque algunos lo consideraban un poco joven para eso. Le describi con detalle la casa de Filo, lo hermosa que era, en la medida en que era apropiado decir tal cosa.
Un carpintero debia tener cuidado con lo que decia de las casas de aquellos para quienes trabajaba. Una casa era un lugar privado. Asi me lo habian ensenado desde siempre. Pero la casa de Filo estaba llena de alumnos jovenes, de modo que me parecio correcto describir los dibujos del marmol del suelo y la montana de pergaminos que llegaba hasta el techo.
Hablamos tambien del puerto de Alejandria, del Gran Faro que yo habia podido ver de cerca al zarpar de la ciudad. Y le conte de los templos, que ni un buen chico judio podia dejar de ver pues los habia por todas partes, y del mercado donde podias comprar casi cualquier producto del mundo y donde oias hablar en latin, griego y otras muchas lenguas. Yo sabia algo de latin, pero poca cosa.
Tambien les encantaba oirme hablar de los barcos, y en Alejandria habia muchos puesto que a los grandes navios que iban a Grecia, Roma, Antioquia y Tierra Santa, se sumaban los que hacian la travesia del Nilo.
A veces, al describirla, me parecia estar viendo Alejandria con mucha mas claridad, porque para responder a las preguntas de Miriamne y el viejo rabino, el suegro de Berejaiah, tenia que hacer un esfuerzo por recordar. Hable de la gran biblioteca, reconstruida despues de que Julio Cesar cometiera la torpeza de quemarla. Y les conte de la fiesta especial de los judios, cuando festejabamos la traduccion al griego de la Ley de Moises, de los profetas y de todos los libros sagrados.
Alli en Nazaret nadie habria ensenado en griego, pero muchos lo hablaban, especialmente en Seforis donde todos los soldados del rey hablaban griego, asi como la mayoria de los artesanos, y estos rabinos lo hablaban y lo leian tambien. Conocian las Escrituras en griego. Tenian copias de ellas, segun decian. Pero alli se ensenaba en hebreo, y la nuestra, el arameo, era la lengua para la vida diaria. En la sinagoga, las Escrituras se leian en hebreo y luego el rabino nos las explicaba en nuestra lengua comun. De ese modo, aunque alguien no conociera la lengua sagrada, si podia entender su significado.
Podria haberme pasado toda la vida con el rabino Berejaiah, pero no pudo ser.
Muy poco despues de iniciar los trabajos en la casa, Jose y yo tuvimos que ir a Seforis porque alli habia muchas cosas que hacer y la gente necesitaba un techo debido a la terrible guerra. Jose no quiso aceptar el doble jornal que le ofrecian, y se cino a lo que sacabamos por un dia de trabajo en Alejandria, aceptando los encargos donde nuestros conocimientos podian ser de mayor utilidad.
El, sus hermanos y mi tio Cleofas podian estudiar las ruinas de una casa, hablar de ello con los propietarios, y despues dejarla como estaba antes, ocupandose incluso de tratar con los pintores, enyesadores y albaniles, tal como lo hacian sin problema en Egipto. Santiago y yo sabiamos como ir al mercado y elegir peones entre los hombres que habia por alli.
El trabajo era constante y fatigoso, siempre tosiendo con el polvo y las cenizas, y a mi me asustaban las noticias que llegaban de Jerusalen, en cuyo Templo parecia haber una sublevacion en toda regla. Judea era escenario de batallas y en las colinas de Galilea se escondian bandidos. Se contaba incluso que algunos jovenes, a pesar de cuanto habia sucedido en Galilea, iban a Jerusalen a pelear, y que esta guerra era una causa santa.
Entretanto, los romanos trataban de sofocar la rebelion por toda Judea, todavia con ayuda de los arabes, que seguian incendiando aldeas. Toda la familia del rey Herodes seguia en Roma, peleando y discutiendo con Augusto respecto a quien le correspondia ser rey.
A mi ya no me castaneteaban los dientes de miedo por las cosas que oia, y nuestra familia tampoco hablaba de ello a menudo. Nuevos edificios para un rey Herodes, fuera quien fuese al final, surgian de semana en semana.
Llegaban hombres de todas las procedencias para remendar tejados, para llevar agua a los que trabajaban, para mezclar pintura y aplicarla y preparar mortero para las piedras. Nuestro clan tenia muchos amigos entre los artesanos, que, como nosotros, ya no daban abasto.
– Ahora Seforis sera mas grande que nunca -dijo un dia Cleofas.
– Pero ?quien reinara? -pregunte.
El chasqueo la lengua para expresar su desprecio por la familia de Herodes, pero Jose lo miro y mi tio no dijo lo que queria decir.
Los romanos no habian abandonado la ciudad, procuraban mantener el orden y estaban alerta por si bajaban los rebeldes de las colinas, pero tambien tenian que escuchar las quejas de la gente: un hijo desaparecido, una casa que no debio haber sido incendiada, hasta que a veces se hartaban y ordenaban silencio porque no sabian que hacer al respecto.
Bebian en tabernas al aire libre y en las esquinas donde compraban su comida. Nos miraban trabajar, Los escribas se ocupaban de redactarles cartas para sus mujeres e hijos.
Aquella era, a todas luces, una ciudad judia. No existia ningun templo pagano. Habia pocas mujeres publicas que pudieran ir con los soldados, solo las que atendian las tabernas, las cuales a veces tenian sus propios hombres.
Los soldados bostezaban y lanzaban miradas a nuestras mujeres cuando iban y venian, pero ?que podian ver en ellas? Nuestras mujeres iban siempre adecuadamente vestidas, con sus tunicas, chales y velos.
En Alejandria, en cambio, siempre veias grupos de mujeres griegas y romanas. Muchas de ellas llevaban velo, si, y eran recatadas, pero habia otras que rondaban los locales publicos. Nosotros no debiamos mirarlas, pero a veces no podiamos evitarlo.
Esto era muy diferente.
Cuando llegaban malas noticias de disturbios en Jerusalen, la gente formaba corro y hablaba de ello, mirando a los soldados, que se ponian tensos y antipaticos y patrullaban por las calles. Pero no pasaba nada.
Nuestra familia, como tantas otras, se dedicaba a lo suyo con independencia de las noticias. Rezabamos en voz baja mientras trabajabamos.
Y cuando nos reuniamos para la comida del mediodia, bendeciamos el alimento y la bebida. Y despues otra vez al trabajo.
A mi no me importaba, pero preferia estudiar en Nazaret.
Lo que mas me gustaba, aparte de la escuela, era la excursion a Seforis y el regreso, porque el aire era calido, la cosecha estaba casi concluida y los arboles lucian preciosos. Ya no habia capullos en los almendros, pero otros muchos arboles estaban repletos de hojas hermosas. En cada trayecto veia cosas nuevas.
Yo queria desviarme del camino y perderme por el monte, pero no podia ser. Asi pues, a veces me adelantaba y exploraba un poco los alrededores.
«Algun dia -pensaba- tendre tiempo para perderme en esas pequenas aldeas que salpican los vallecitos.» Pero de momento estaba completamente ocupado entre el trabajo y la escuela. ?Quien hubiera podido pedir mas de lo que teniamos?
